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Un país que no ve su teatro, que no lee a sus autores ni ve las películas que hacen sus compatriotas, está destinado a la mediocridad política que nos gobierna. No es culpa del ladrón de ilusiones. A veces es culpa nuestra al despreciar lo nuestro. Lo aprendí a cocachos. Golpe avisa. Era joven cuando me di cuenta, aunque ya era tarde. Estábamos en Montevideo con un amigo chileno y unas guapas edecanes que nos acompañaban, parte de la organización que hacía la asamblea latinoamericana de estudiantes de comunicación social. Participaban 17 países y era mi primera vez en esas lides. Estaba solo, era el único peruano y esperaban mucho de mí. Estábamos caminando por el centro cuando nos cruzamos con un grupo de folclore. Zampoñas, quenas, ponchos y bombo. Era peruanos. La edecán uruguaya me lo hizo notar: son tus compatriotas. Y grito: Hey, aquí hay un peruano. Lo cual me puso tan nervioso que metí mi cara como una tortuga hacia adentro. Aún era tímido, me avergoncé. Y me puse peor cuando mi amigo chileno, Fernando Meza, coleccionista y cinéfilo, ya tenía varios años como dirigente estudiantil. Me dijo: si yo viera a un compatriota fuera de mi país lo abrazaría, lo felicitaría y me tomaría una foto con ellos. Yo no supe qué responder. Como tampoco supe responder cuando al día siguiente en la asamblea latinoamericana, hice una presentación de mi país y luego pasé a una suerte de interpelación que me dejó maltrecho. Hablaron de Perú por horas, decían cosas malas casi todas. Me di cuenta entonces por qué ningún peruano quería ir, porque habíamos tenido por años malos representantes, corrompidos y farsantes. Y yo, cojudamente ingenuo, acepté ir solo porque quería conocer el estadio Centenario e ir a ver al Peñarol. Me comí el muerto. Cada país presente emitió un comentario largo sobre lo que era el Perú para la asamblea latinoaméricana.
Era año 1999. Y de regreso tuve que hacer escala de once horas en Santiago. Ahí estuché por primera vez la canción 'Al lado del camino', de Fito Páez. Estaba maltrecho, humillado por ser peruano. Como yo humillé a los peruanos que tocaban folclore con mi saludo avergonzado. En esa escala en Santiago comencé a escribir Barrunto. Cuando llegué a Lima estaba totalmente borracho, pero guardaba un manuscrito que sería el primer borrador del cuento. Aún sobrevive en alguna caja abandonada de cartón, en el depósito de mi casa donde vivo con mi mamá. Borrador que llevé al siguiente viaje de la asamblea latinoamericana, que fue en Bogotá y donde descubrí a Andrés Caicedo y su libro Que viva la música. Entonces mi texto se fue haciendo fuerte, fuerte.
Este 2023, mi amigo Fernando Meza, que es el único amigo que conozco quien ha visto a Sumo en vivo, en Viña del Mar en el 87, viene a Lima. Especialmente para el estreno de Barrunto, la obra de teatro del Alianza Lima, en septiembre.
Mi amigo viene desde Chile a ver Barrunto y celebrar. De paso a comer bien también. También viene de Nueva York la actriz Jennymar. Una trujillana a quien le envié la primera edición de Barrunto a EE.UU., y ahora desea llevar la obra a NYC el 2024.
Así, están viniendo por Barrunto varias personas importantes para mí.
Como lo es también el actor Alain Salinas. Quien desde la primera lectura de Barrunto, con todos los actores, hace seis semanas, vino desde Huaraz. Llegó y apenas pisó Lima nuevamente se ha parado de construir uno de los papeles más importantes de la obra: la rata.
Porque la historia de Barrunto sobre dos hermanos hinchas del Alianza Lima, la pudo haber escrito cualquiera. El hecho de que ocurran hechos que marcan sus vidas, también. Pero lo que hace realmente a Barrunto una historia trascendente es la presencia de una rata. Una rata que se cruza con Yimi, o Barrvnto, el protagonista principal, que lo interpreta Jorge 'Coco' Gutiérrez, experimentado actor que enfrenta un desfaío enorme al construir un personaje malévolo y sin escrúpulos, lo cual representa las antípodas de su personalidad. Porque Coco además de talentoso artista es una persona bondadosa.
Yimi camina el domingo del clásico. Está de boleto, por Jesús María. Ya es de día pero el cielo de Lima nunca termina de aclarar. Él está necio. camina sin pisar las rayas de la vereda. Se cruza entonces con una rata muerta con una cola enorme. Barrvnto saca un paquetito con cocaína y le da a la rata.
La rata es interpretada en Barrunto por Alain Salinas, actor de trayectoria importante, en cine, televisión y teatro. Y ahora viene consolidando el real diferencial de nuestra historia. La rata, que representa a nuestro país y a nosotros mismos. Una connotación profunda que identifica a nuestra cultura y el país.
Aquí comparto la lectura de un extracto del cuento Barrunto, leído en Radio Nacional en vivo, en el año 2019, en la promoción del evento en la Casa España donde se presentó por primera vez la versión teatral de Barrunto.
Ahora que iba en taxi en víspera del día del padre, estaba tranquilo porque al menos pude cobrar una platica y me fui a comprar los vinos para el domingo. Hace tiempo que no pongo nada, soy consciente. Pero no pierdo la esperanza que algún día llueva la buena suerte en lloviznita. El taxista me dice no puede ser que existan los hijos bastardos que odian a sus padres. Me dijo, llamé a mi hijo y le pregunté: qué me vas a regalar por el día del padre. Preguntó inocente el taxista separado ya hace diez años, con nuevo compromiso reencaminado en la felicidad. Pero su hijo de catorce, díscolo y mentalmente parricida, le dice: que te lo compre tu mujer. Y le cuelga. El taxista me escupe su furia y le digo tranquilo. Todo pasa. Me pasó a mí que amamanté odio por años hacia mi papá. Tenía ese chip insertado que querer matarlo algún día como muestra de supremacía. De justicia frente al abandono. Tranquilo le digo, en dos años querrá ir a la universidad y entenderá el sentido.
Yo lo entendí con las resacas. O los diablos azules. Mierda, pensaba desorbitado cuando la cagaba con alcohol: me parezco a mi padre. Es más, me parezco a lo peor de mi padre. Entonces comencé a aceptar que había heredado sus malas borracheras y su carácter explosivo. Y me comenzó a caer mejor, lo comencé a entender.
El inicio de la separación era los sábados, en que mi padre iba a jugar fulbito. Nos íbamos temprano y no volvíamos más. Nos quedabamos para la pichanga y la tertulia que se extendía hasta la noche, que podía acabar en malos entendidos. A mi viejo lo apodaron Harry El Sucio, porque era ciego y pateaba pelota y hueso. Asi se hizo famos de carnicero en el mundialito del porvenir porque lo barrió a Cubillas y el nene no volvió a salir. Y en el colegio aplicaba son anestecia. Cuando ellos, los papás, jugaban, en la otra cancha jugábamos los chicos, y estaban los reynas, los rey, estaba Coné, los Heraud, los Aguilar y los Garrido. Y un chiquito que parecía minusválido por lo chueco. Era Marko Cciurlizza, que luego triunfó en el fútbol.
Era épocas en que jugábamos en loza y hasta que la luz natural dé. Ni comíamos y al volver, el drama de la separación.
Por eso cuando mi papá se fue de casa, comenzamos a domesticar un odio animalcontra él. A pesar que cumplía, o a veces no. También hay que tomar en cuenta que era la época de Alan García, cuya prepotencia política nos llevó a ser un estado muy parecido a lo que ahora es Venezuela de Nicolás Maduro. Y las colas por todo eran un drama. Por pan, el pan popular todavia. Por la visa a los Estados Unidos. A mi papá le iba bien, incluso a su nueva pareja le puso una boutique, un proyecto que había hecho antes con mi mamá. Y eventualmente, cuando nos faltaba vestimenta, nos llevaba a la boutique de su pareja para llenar el closet. Yo siempre tuve rechazo a esas muestras, ni de mi papá ni de nadie. Nunca he podido aceptar dádivas, ni reconocimientos. Me afectan el autoestima. Una vez iba a la universidad Católica y el antropólogo a quien tenía que entrevistar me dijo que yo era una leyenda por mi libro Barrunto. Y me sentí como que ya era un fantasma. Una leyenda, algo que tal vez no existió. Pero yo estaba ahí, preguntando, jodiendo con mi micrófono. Pero tal vez ya no era alguien. No era nada. Un nadies.
Los sábados, cuando mi papá nos recogía, era el día del desenfreno, donde podíamos hacer lo que sea, mal criarnos a nuestras anchas. Y amábamos esos momentos, entonces al regreso cuando volvíamos a la casa, ya no era tan divertido. Era una lucha que se iba dando cada fin de semana. Mi hermano Rafo y yo jugábamos en el Centro Iqueño, entrenábamos duro en el club Germania y ya habíamos tenido partidos en el campeonato de la AFIN. El Iqueño tenía una camiseta rara, partida a la mitad por el color negro y el blanco. Como es la camiseta del Newells. Un equipo glorioso. Eramos los calichines del Iqueño. Yo era arquero, categoría 76. Ahí comencé a vivir el fracaso. Cada partido era una tortura, porque venía el Cantolao B con Cuto Guadalupe. Venía el Zúñiga con el payaso que le rompió la rodilla al chino Perata. Venía el Cantolao A con Patsías, Renzo Abrahan y Miguel Rebosio, y nos metían diez, doce goles. Y yo me comía la mitad. Salía del campo avergonzado. Mi viejo ni me miraba. Seguía chupando nomás. Igual hijo, son golpes de la vida.
Una vez, en el club Germania, con el Iqueño le empatamos al Zúñiga. Cero cero, arco invicto y yo de héroe. La jugada fue la misma siempre, saque de meta, y al extremo derecho, de marcador, estaba el negro Soriano, se la pasaba y él me la devolvía. Y así estuvimos todo el partido, haciendo hora. Pero funcionó porque empatamos y me cargaron en hombros. Fui el héroe. Después de tantas derrotas alguna vez me habría tocado ser el triunfador. Gracias a la trafa que hacíamos con Soriano de pasárnosla tocando el balón haciendo tiempo. Lo logramos. El Zúñiga era un equipo bravo, venían con sus mamás, con bombo, pifeaban al rival, te amedrentaban. Mi papá iba a vernos jugar, pero los resultados nunca salían bien. Al menos nos ayudaba a fortalecer un lazo de ánimo. Ya hijo, la próxima va a estar bien. Conchesumare, si me fuera a probar a la Tito Drago. Tamadre. Vivíamos años de frustración por Alan, por el terrorismo, por la corrupción que en ese entonces no se clarificaba como ahora lo es un cáncer maligno para todos. Y la frustración de la separación.
Antes de que mi viejo se vaya de casa, salía raudo por las mañanas, bajaba las escaleras como un caballo, tomaba desayuno rápido y se iba. No volvía hasta la madrugada. Esa salida caballezca siempre me pareció que se parecía al gol de Maradona a los ingleses. Así tal cual esquivaba rivales el diez, mi papá salía a comerse el mundo. Mi papá era Maradona, gordito, altanero y ganador.
Con el Iqueño fuimos a un campeonato relámpago en el Club El Bosque. Una cancha chica, con arcos que no eran a los que estaba acostumbrado a tapar, que eran inmensos que me entraban los goles por todos lados. Esta cancha, más bien, era pequeña, como para fútbol ocho. Y los arcos, chicos, como para fulbito. Llegamos a la semifinal y nos tocó penales. Yo fui la estrella y tapé un penal que nos llevó a la final. Me levantaron en hombros, ganador. Vamos Iqueño, vamos. La final con Cantolao B, el Cuto hizo dos goles. Y en el verano, en la copa de la amistad el condor Mendoza nos humilló con un cinco cero y me voló una muela de un pelotazo. Hecho que me sacó del partido y no terminé de comerme la humillación.
El fútbol em curtió de fracaso, me hizo duro frente a la derrota y hábil para salir adelante de abajo. Ese campeonato relámpago en el Club El Bosque, la final se dio como a las tres de la tarde, pero nos quedamos hasta la noche, porque estaba mi tío el Ciego Borda, gran amigo de mi papá y nos dio su búngalo, y fuimos ganadores una sola vez. Todos juntos. Haciendo familia aunque a la vuelta me esperaba una inyección de odio.
Me fui a la mierda. No se lo quise decir a nadie. Lo guardé para escribirlo. Si sobrevivo, lo escribiré así me salga espuma de mi boca. Me quedé sin trabajo, si es que alguna vez he tenido alguno. Se me pasó el tren de la vida, del amor y ahora solo espero en el paradero que me vengan a recoger. Antes que llegue a tocarme para cobrar la renta me fui a la playa con mi mamá y la gringa.
Allá, el mar suena como si fuera un volcán en erupción. Yo tengo mis zapatillas viejas. Más viejas que las que uso ahora y están vigentes. Las zapatillas que uso para bajar las piedras y meterme unos pechitos en mi playa son las que llevé a las protestas de Santiago.
Ahora tienen huecos pero me ayudaron a caminar por Chile, a trotar cuando tenía que trotar y correr cuando tenía que correr. Me ayudaron esos días que proyectaba llegar a la luna. Pero volviendo de Chile vino la pandemia y se apagaron las ilusiones.
Ahora que la playa se está arenando se convierte en un lugar solitario. A veces que me meto al mar temo que si me jala nadie me recogría. Nadie se mete porque todos saben que es peligrosa y traicionera. De vez en cuando aparece un lobo muerto, otras veces perros. Pero una vez apareció un primero de enero un hombre con un hueco en la frente. Demoraron en venir los fiscales porque los primero de enero siempre son lentos. Cuando llegó el fiscal con la policía se llevaron el cuerpo y pusieron en el parte muerte natural. Cómo? Claro que sí, al recibir el disparo naturalmente murió, ni que fuera terminator.
Después del rugido del mar, están los ruidos que hacen los pericotes. O los chanchitos que chocan contra la pared y de pronto se meten en el pelo. O dentro de la oreja. Y los zancudos que son los únicos que se alejan por el incienso.
Estamos a un kilómetro del pueblo, la mototaxi cuesta seis soles. Seis de ida y seis de vuelta. No corre. Mi mamá camina, entre que llegamos al pueblo y pasamos por la playa, saludamos al hippie que nadie le compra, pero regala sus aretes y le dio a mi mamá unos aretitos que no se los volvió a sacar. Yo le dejé un libro a Lennon, lee bastante, toma bastante también. Yo le digo que deberíamos hacer un libro, que titularía 'El último brichero vivo del Perú'. Lennon se caga de risa con toda la gente, no le pagan pero le dejan cervecita helada y así se pasa los días, entre chupando y conversando. Yo también he pasado temporadas ahí chupando y conversando con la gente, black power que en ese entonces no se llamaba black power sino Pedrito, y no tenía dreats, sino un zambo cualquiera, buena gente. Luego entró a la televisión y se volvió tan famoso que olvidó a los amigos. Igual saluda, pero ya no se queda chupando con la gente, con Cacique, con el poeta que está corrido. Con Pepe que ya no baja porque ya es alcalde y no puede acercarse con la gente de la caleta de Cerro Azul.
A la gringa la mata la arena caliente de la playa, y las sombras son contadas. Las sombrillas cuestan quince soles y si vienes con tu sombrilla te la quitan a la mala. Te obligan a usar las de allá, así que seguimos caminando por el malecón. A veces el olor a aceite con el que frien da náuseas combinado con el olor a mar. Pero todo pasa con el viento. Pasamos una cebichería que está dentro de una barca de madera, donde venden anchoveta que nadie le compra. Pero cuando llega Gastón Acurio es el único lugar al que va, adonde Efraín y su Anchoveta Azul. A mi mamá no le gusta la anchoveta, y tampoco le gusta que tenga esas juntas, porque entrar a saludar a Efraín es tomar el mejor pisco de chacra de la zona, y mientras uno ve el atardecer le entra la bohemia y no regreso más a la casa. En Cerro Azul todos los días son sábado. Los lunes están sentados sobre sus cajas de cerveza tomando. No hay autos sino hasta las fechas de feriado que el pueblo se llena. Y después, queda un lugar casi fantasmal. Los perros ladran desde su sitio porque el sol los tiene sometido. Conseguimos una docena de pejerrey y paltas. Entonces volvimos a la casa a cocinar, mientras mi mamá fríe los pejerreycitos yo me voy a la playa y me meto al mar movido. Al rato vuelvo lleno de arena, sudando y con ganas de comer harto arroz con pejerrey.
Por la tarde, en el pueblo hay picarones y anticuchos. Además, es tienen la única iglesia en el mundo que al costado hay un bar. El bar de los Huapaya hace algarrobina y chilcanos. Mientras toca una banda de música con bombo y trompetas. Tocan cumbias. La gente baila en la plaza, las señoras. Una familia de gorditas, desde la abuela, la mamá y las hijas, salen del mar y llenas de arena entran a la panadería a recoger su pan para el lonche. Se van secando con el viento. Los más chicos estornudan. Entre la gente veo a mi niña que ya ha crecido. Ahora trabaja, vende dulces, y su enamorado anticuchos. Cuando me ve huye, aunque ya no huye como antes cuando la conocí y recién había terminado el colegio. Igual se incomoda verme. A su tía también, y a su mamá peor. Igual me saludan. La niña se cruzó una noche que era aniversario del pueblo en la pizzería de su tía. Ella trajo la pizza y me la presentó su tía. Ella es Dany, mi sobrina. Le di la mano y su tía dijo: A Dany le gusta el arte, tú eres escritor.
Esa noche, del aniversario de Cerro Azul, tocaba en la playa Jossimar y su bambú. Estaba repleto de gente. Yo estaba con una mancha mayor, tomando guisqui. O acompañando porque a mí no me gusta el guisqui. Pero a lo lejos veía a la niña. Y ella me miraba a lo lejos y me sonreía. Tenía la cabeza cubierta por rulos negros con partes decoloradas por el sol. En algún momento pasé por su lado y le pregunté cómo se llamaba completo para buscarla en Facebook. Y en minutos me aceptó como amistad.
Yo volví a Lima pero a los días estaba en una reunión donde un amigo que vivía entre España y Panamá me mostraba en su celular una foto de una flaca que se estaba levantando por Tinder. Así? Le dije, mira te muestro a mi niña. Y le mostré la foto desde mi celular. Mi pata se sorprendió porque tengo parejas o manifiesto afecto hacia otra persona en tiempos muy contados de mi vida. Cuántos años tiene? En tres meses saca su DNI. En esa reunión estaban sus hermanos y primos, bebimos vino toda la tarde y en la noche me fui sin vomitar. Pero olvidando cómo llegué a mi casa. Me había quedado pensando en la niña. Entonces le escribí esa misma noche y le dije que quería verla. Ella me dijo que también quería verme. Apenas amaneció me fui a la carretera y tomé un bus a Cerro Azul.
La niña acababa de ingresar a la universidad y estaba en San Vicente. La fui a buscar y me esperó en la plaza. Apenas llegué le agarré el rostro y la besé pero ella se asustó, y me jaló de la mano hacia la otra cuadra. Nos fuimos casi corriendo hasta que la detuve para besarla. Fueron unos segundos eternos hasta que una voz gruesa advirtió que había problemas. Era su padre.
Desde ese día tuve que andar con cuidado porque el papá me quería encontrar a solas, pero me comencé a excurrir. Además, el que no la debe no la teme. Pero al suegro había que temerle porque además de pescador, hacía box y criaba pitbuls. La niña se fue desencantando de mí cuando se dio cuenta que mi casa de playa en realidad es de mi hermano, y mi condición de poeta no alcanza para sus aspiraciones de crecer.
Por eso se fue con el sobrino del dueño de un hotel, que la impresionó con un arroz chaufa en San Vicente. Pero al tiempo se fue pareciendo más al Pancho de Quinceañera, osea un chibolo más. Como tantos que hay en Cerro Azul que no aspiran a más que tener una mototaxi y cuatro hijos. Vivir de los pescados que da el mar y sembrar camote. Las chicas aspiran a tener un puestito de picarones y criar a sus hijos y mascotas en las mismas condiciones. Igual me gusta, ya está creciendo, y ha cambiado de enamorados.
Una vez, cuando yo estaba trabajando en el ministerio, me dijo que había venido a Lima a vivir y trabajar con una tía. Antes ya había trabajado con una tía en su menú en San Vicente, lugar adonde iba yo cada vez que podía y consumía mañana, tarde y noche. Todo por verla a la niña y entre los pedidos de comida le acercaba mis labios. Entonces se convertía en un juego de seducción.
Pero la otra tía, la de Lima, tenía una fonda en Breña que de noche se convertía en restobar con venecas que ofrecían algo más que la carta.
A la niña le pareció una aventura divertida, tenía la edad para emprender una locura. Yo no, más bien le recomendé que vuelva a Cerro Azul. En otra circunstancia le hubiese propuesto convivir en una habitación alquilada Pero la juventud es voluble y así como me hacía tan feliz me hacía renegar. Entre un escritor de casi cincuenta años y una niña recién mayor de edad no hay temas ni puntos en común. Un día me dijo que vaya a la plaza, y me presentó a su mamá. Le quise decir mis intenciones pero temí ser tomado por un pervertido. Igual no sería la primera vez, ni la última. Pero me contuve y a partir de ahí me comencé a alejar de la niña. Mi niña de Cerro Azul.
Mi mamá me dice que los postres que hace la niña no son tan ricos. Prefiere los picarones, y yo prefiero no pasar mucho por la pizzería de su tía. Tampoco quiero quedarme a misa de ocho de la noche, mientras que el bar del costado ponen música criolla. Y al otro lado de la iglesia los policías estacionan autos siniestrados hechos un acordión.
Antes de volver a la casa se tiene que comprar pan, porque ya en la casa las pocas tiendas que hay no venden más que cerveza y uno que otro tubérculo. Cuando mi mamá quiere gaseosa zero le dicen: váyase a Asia, señora. Este es un pueblo joven. Estamos en Cerro Azul señora. Mi mamá está acostumbrada a vivir así, le hace recordar a Chulucanas.
‘Barrunto’
cuenta con destacados actores nacionales y es la primera obra de teatro
inspirada en el Club Alianza Lima.
Se
estrena el 8 de septiembre y las
entradas ya están en venta por VAOpe.com.
Lima, 14 de abril de 2023.- Ya están a la venta las entradas para
‘Barrunto’, propuesta teatral hecha por hinchas del Club Alianza Lima, que
combina fútbol, salsa en vivo, barras y tragedia.
Escrita y dirigida por
Herbert Corimanya, ‘Barrunto’ se estrenará el próximo 8 de septiembre, en el
teatro Ricardo Roca Rey de la Asociación de Artistas Aficionados del Centro
Histórico de Lima. Con funciones los días viernes, sábados (8:00 PM) y domingo
(7:00 PM), hasta el 1 de octubre.
El elenco de ‘Barrunto’ lo
conforman reconocidos actores nacionales, como Jorge ‘Coco’ Gutiérrez, Fiorella
Luna, Cecilia Monserrate, Alejandro Villagómez, Luis Miguel Yovera, Dante del
Águila, Brian Cano, Paul Ramírez, entre otros destacados intérpretes. Además de
la participación especial de un marco musical dirigido por Ger Vergara.
‘Barrunto’ es la
adaptación teatral del cuento urbano de Juan José Sandoval, publicado en 2001,
cuya historia presenta a dos hermanos hinchas de Alianza Lima, quienes acuden
al ‘clásico del fin del siglo’ y donde ocurre un hecho trágico que marca el
destino de sus protagonistas.
“Estamos trabajando muy
duro para que esta temporada sea realmente especial. Es la obra de teatro que
todo aliancista debe ir a ver, por los momentos que hemos introducido en la
historia, donde se reconoce la historia del pueblo blanquiazul y se reivindica
al verdadero barrista”, comenta Herbert Corimanya, autor y director de
‘Barrunto’.
Esta obra de teatro está
dirigida al público en general, seguidores del futbol y el teatro, y la
productora Butaca Arte & Comunicación anuncia importantes descuentos para
los hinchas del Alianza Lima.
“Queremos llegar al
verdadero amante de la camiseta de Alianza Lima, estamos seguros que los
asistentes tendrán la sensación de estar por momentos en una tribuna de fútbol.
Por lo que invitamos a la nación blanquiazul a comprar sus entradas por VAOpe.com,
que es la ticketera digital que está confiando en el proyecto. Y habrá un
descuento especial a quien acredite ser hincha aliancista”, menciona Juan José
Sandoval, autor del cuento urbano ‘Barrunto’ y productor ejecutivo de la obra
teatral.
Las entradas de
‘Barrunto’ ya están disponibles en VAOpe, la ticketera digital más popular en
espectáculos de artistas peruanos. Se pueden comprar por aplicativo o visitando
el siguiente link: https://vaope.com/eventos/teatro/barrunto
CON EL RUEGO DE SU DIFUSIÓN
Diciembre, 2022. Bar Tierra Baldía. Elmer Ríos y Juan José Sandoval. Acompañan Pollo Wilson y el poeta Hugo Kalashnikov.
Yara loco. De la muerte no se habla porque la mente es poderosa. Lo que desees, Dios siempre te lo dará. Por eso no es bueno mentalizar lo negativo, la venganza, el mal recuerdo. Lo mejor es olvidar. El loco Chilton es Hare Krishna y una vez dijo que a veces es mejor no saber. Yo le creo. Chilton toca bravo, uno de los mejores del país, a su momento Pedro Suárez Vértiz lo quiso tener en su banda oficial. Pero Chilton prefirió quedarse tocando con 'Pedrito Suárez Vértiez', el loco Javier que trabajaba con él haciendo wantanes para un proveedor chino. Todo el día oían música mientras hacían los wantanes y los tequeños. Ellos tocaban con Ronieco en Mamitud. La banda que siguió a Actitud Frenética, la primera banda grunge del Perú. El proveedor chino de wantanes quedaba al costado de la Facultad, que estaba al costado del cine Brasil. Donde estudiaba comunicaciones, y ahí conocí a la gente.
Unos días antes del año nuevo del 99 el Waro celebró su santo en su casa de La Molina, en el tercer piso donde acondicionó todo en formato Woody Allen, con fotos pegadas en la pared, velas e inciensos. Llevaron los equipos y la batería. Fue la primera vez que fui a una fiesta hippie. Me sentí como Cantinflas cuando se camufló en una fiesta hippie, y no sabía qué hacer, o qué decir. Todos eran raro, pelucones, locas de negro, con Hendrix sonando al fondo. La fiesta acabó con la llegada de la policía pero ya había tocado Mamitud. Esa formación tenia a Ronieco en la voz y guitarra, Drogul en la guitarra rítmica y la flauta, Kaniel en el bajo, Pedrito en los bongós y Chilton en la batería. Y tenían buenos rolones, tipo Doors, tipo Stones, o incluso verisonaban la canción Ayahuasca de Juaneco cuando Juaneco estaba enterrado en el olvido. Ronieco ya lo había escaneado.
Esa fiesta antes del 99 marcó mi ingreso a un tiempo lisérgico en casa de Ronieco, creativamente intenso, donde la casa estaba penetrada por el rocanrol y los Beatles, por Ronieco, en San Miguel, un punto de encuentro de gente rara, se oían discos en vinilo toda la tarde y por la noche se armaba la fiesta con rock en vivo. Desde el tiempo que comencé a frecuentar la casa de Ronieco, conocía a su tía, la hermana de su madre, quien a cierta hora de la noche prendía las luces y exigía que se vayan de su casa. Eran momentos de tensión porque la gente estaba a tope de energía y era imposible parar la pichanga. Iban músicos, poetas, locas durazas, gente dispuesta a cagarla hasta el día siguiente. Y ocurria muchas veces. Por eso el vecino de atrás, que luego vendió la casa e hicieron un edificio, que posteriormente hicieron causa común para denunciar a Ronieco por diversos cargos, desde la bulla, hasta corrupción de menores, anti religiosos, de hereje. Pero nunca se pudo parar la fiesta. Tanto así que Ronieco comenzó a cobrar entrada, hasta el día de su santo hizo evento. Vendió todo lo que pudo, desde sánguches vegetarianos hasta la llegada del famoso 'sastre', un diler de La Victoria que patrullaba la ciudad dejando veneno. El rico veneno que impactaba en la gente y los dejaba recontra nock out. Pero seguía el 'saca bien', como lo llamaba Ronieco. Que era también una canción de Mamitud, Saca bien, muy bien muy bien. Y siempre refería Ronieco a que sacar bien era obtener beneficio de la circunstancia. Si estabas con una flaca, te la tirabas y sacabas bien. Si estabas en una fiesta y se armaba el show y no pagabas el trago, también sacabas bien. Y si la flaca ponía todo, incluso te dejaba para tu taxi, eso le llamaba sacar recontra bien. A con cuncha, loco. Si pe. O palta, o tú ? tú ? tú ? tú ? Tú pe que eres eres productor pendeje cutivo ( así me puso Ronieco, el productor pendejecutivo de la banda ). Por eso en el libro Barrunto, en el cuento Tolking Limeñian Blues aparece el botón, Es mejor sacar bien y tal vez perder, que no haber sacado bien nunca. Ese cuento en clave inventada de alguna favela surcana, entre Barranco y Surco hay un Little Chincha, hasta allá íbamos caminando juntando monedas para sacar un documento. Loco, saca bien. Loco, suave loco. Palta loco. Caleta loco. A con cuncha. Conchap. Essssse conche. Ronieco se sentaba en las escaleras de la puerta del teatro Colón, que en ese entonces proyectaban películas porno y gays. Ahí se sentaba con su guitarra y su chata de caña. Porque después de Mamitud le fue muy bien con los homenajes tributo a Nirvana, Rolling Stone, Beatles en todas sus formas, tributo a Harrison, tributo a Lennon versión quinientasmil porque Ronieco, que era la encarnación rockera de Juaneco, también se había mimetizado en Lennon, con sus patillas y sus lentes redondos, y su saco verde militar, ultra pacifista el Ronieco, aunque después de la medianoche rompía toda norma porque siempre tuvo el diablo adentro y nunca lo pudo sacar del todo.

Cuánta gente ha pasado por la sala de Ronieco, desde Papi Saico, Fiorella Cava tocando canciones de JAS, todas las bandas beatlemaniacas, Fruta Fresca, Pulpín, Choclo, Kálvaro sin criterio, o Chechitar que fue el primero de Actitud Frenética en morir. Tocaba eventualmente con Ronieco porque Chechitar no estaba muy de acuerdo con el nivel de informalidad de la música que generaba Ronieco. Chechitar hacía deporte de contacto, no tomaba ni fumaba y las drogas las había dejado hacía mucho, si es que solamente había sido un acercamiento lúdico de su juventud. Era un músico consumado, bajista de buen ritmo y chivero al mango. Se fue a tocar con una banda post punk a Cerro de Pasco y un ataque fulminante a los pulmones se lo llevó. Por esa época también el papá de Ronieco empezó a perder la memoria y le vino la demencia, que mezclado con el rocanrol de Ronieco que surgía a diario, porque todos los días llegaba alguien a la casa, chicas, chicos, de todo, y podía terminar todos sacando recontra bien. En el baño, o expulsados hacia el parque, liando siempre con la policía, pero una guitarra bastaba para tener un escudo protector, una guitarra y la voz aguardientosa de Ronieco que hacía de quinto beatle.
También hizo tributo a Macca y a Ringo. Luego los volvió a juntar y él solo los disolvió, todo en formato tributo. Ronieco ya tenía una agenda armada de músicos que si le fallaba uno, entraba el otro. Pero su batero de planta, su compañero de músicas de los últimos años fue Elmer batero loco.
Elmer tenía swing y además era guerrero, podía tocar con cualquiera y así sin ensayar tocó varias veces con Los Viejitos de Barrón.
Antes ya habíamos tenido un batero que arrancó en vivo y luego se murió. El chino rata. De San Juan de Miraflores, amigo de John San Jhon, que tenía su sala allá en San Juan. Con chino rata tocamos en el Barlovento de Barranco, con Buba, que hacía la voz de Axl Rose en la banda que teníamos en el colegio, en cuarto de media. De ahí salió una tocada en el centro de Lima, en El Directorio, y el chino rata fue convocado pero ensayamos mal, el chino se ponía violento conmigo, quería buscarme la bronca, me agarró tirria y como tomaba caña en bolsa y yo traía mis latas, yo venía de mis favelas de Chacarilla del Estanque, pero soy barrio porque vengo de Villacoca. Pero chino rata me alucinó mal y el día del Directorio, el show salió tan mal, que me olvidé mi bitácora perdida, con mis poemas y canciones, un cuaderno inmenso que me había obsequiado la niño que en ese tiempo era mi mejor amigo amiga. Por culpa del chino rata lo perdí, o más por miedo porque me quería pegar. Bueno después me di cuenta que era la misma música que hacíamos Los Viejitos de Barrón era la que generaba un estado de ultraviolencia entre los mal oyentes. O bien sacaba de quicio o bien generaba demasiada euforia porque la única vez que tocamos en el bar Queirolo, en el salón Hora Zero antro de poetas underground, nuestro show terminó a patadas y puñetes, y tuvimos que salir arrancados. O la otra vez en que un ultra punk le comenzó a gritar a Romero, el primer baterista que ahora vive en Dublin y su pata tocó con Amy Winehouse, ahora no sé si porque realmente era un gran músico o porque había que pararle macho a la cantante. Igual su causa Romero tocaba aquí con Barrunto Sandoval, a quien alguna vez un borracho le grito 'el lou reed peruano', pero tampoco era por la música sino por los lentes oscuros que usaba a las diez de la noche. Esa vez que a Romero lo comenzaron a insultar desde la gente, nostros tocando y alguien gritaba FASCISTA FASCISTA, fascista conchetumadre, fascista. Y Romero dudó en seguir tocando, porque parecía que el pata, que tenía todos los pelos parados como un punk londoniense, parecía que lo iban a matar. Menos mal vino un 911 y se lo llevó al pata, y seguimos tocando. Siempre adonde hayan tocado Los Viejitos de Barrón solo tocan una sola vez. El único lugar donde nos han dejado tocar más de una vez es en Iquitos y en los eventos de Ronieco. Siempre daba pie a que podamos mostrar nuestro show, creo que éramos una banda de influencia Ronieco. Porque todo lo hacíamos a intuición, a la que chucha, sacar bien es la consigna. Lanza el matiz. Saca bien, A con cuncha. Ronieco carajo estoy con la muerte. Contesta. Está Elmer por ahí? Solo dile que necesito un baterista. Y siempre Elmer estaba ahí para parchar al ausente. A veces el chombo se ponía locaso y se iba, como esa vez que anunciaron show de los Viejitos en dos lugares un sábado por la noche, primero en el partido socialista, en plaza dos de mayo, y más tarde donde Ronieco, en un tributo a él mismo donde la chela estaba barata y llegaba el sastre. Que luego se murió pero su hijo se volvió el sastrecillo valiente. Y prosiguió la estela del padre. En el partido socialista el chombo tomó mucho aguardiente, como habíamos venido de Bogotá, adonde fuimos a tocar también bajo la premisa prima y última, se puso a vomitar aire. Y la gente de la organización se palteó, además que no teníamos baquetas para que Chombo toque la batería y yo no tenía guitarra, solo tenía una uña de guitarra gastada y con un ácido sabor a legía clorox.
Después de chino rata, que murió al tiempo, John San Jhon se convirtió en músico de planta, lo cual nos garantizaba tener equipos para llevar, porque Jhon tenía su sala de ensayo en San Juan y nos cobraba poco o nada, y nos íbamos en su carro a todos lados, así llegamos a Punta Hermosa donde tocamos para cinco personas, todos drogados, los músicos y el público, así que pasamos piola. De ahí nos fuimos a Barranca. El chombo tocaba la batería y rompía los parches, por eso todo terminaba en bronca. Por los muerto y heridos. Y esa vez en el partido socialista no nos dejaron tocar porque nos vieron muy borrachos. Igual dijimos nos vale madre, vámonos Chombo adonde Ronieco, y allá estaba todo el mundo, la Dolly Rocker toda duraza, ahora es hermana pastora y candidata al congreso. Pero antes era una loca bueno siempre va a ser loca, solo ha cambiado de ropaje. Cuando era menor de edad estaba con el Caja y yo le llevaba al Caja los kilos de matiz que me regalaba mi primo Hawai, yo se los vendía en dólares y el Caja pagaba. Ahí conocí a Dolly pero ella también volaba con luz propia, con los beatles y su música propia. Esa vez que llegamos al segundo show al Chombo le dio diablos azules y nos terminamos peleando a patadas, pero se fue el negro y me dejó sin plata para el taxi, conchesumadre como me dolió quedarme solo. Sobre todo porque la guitarra era de él y se la llevó de picón. Entonces me quedó solo, en el tributo a Mí Mismo que había organizado Ronieco y que estaba lleno por cierto, todos esperaban al sastrecillo valiente, el junior. Pero ahí pues tenía que seguir el show y Ronieco me dijo, loco, o luco, loco loco yo te presto una de mis guitarras, y batería que toque Elmer loco, que toque Elmer, con concha loco si ustedes tocan una sola nota nomás, es fácil. Así tocamos con Elmer la primera vez, y así reemplazo al baterista en otros shows que teníamos con Ronieco, entonces el Chombo se pasaba al bajo y se alucinaba Les Claypoll. Siempre adonde íbamos, nunca más volvíamos porque dejábamos el peor de los recuerdos.
Ronieco siempre nos apoyó, me apoyó y yo lo apoyé. Y me apoyé en él también tantas veces, un pata que por sobre todas las cosas valoraba la amistad, el amor, la paz, el sacar bien.
Y cuando Elmer se quedó sin Ronieco, no supo cómo suplir ese vacío musical con la muerte de Ronieco. Entonces una noche, de borrachera obvio de mi parte, soñé con Ronieco, pero lo recordé raro, estaba caracterizado como un emo, con delineador en los ojos, con las uñas pintadas de negro, chancabuques, como si fuera un integrante de Depeche Mode de los ochentas, o los Jesus and Mary Chain. Pero más, con púas en las muñecas, su mirada siempre arrogante de rockero, y me dijo, loco, loco, tienes que tocar con Elmer. Elmer sabe las canciones de los Viejitos, el Pu Pu Putamadre, ojos azules, sabe la coca me ha vuelto loca. Loco, llévatelo loco, si yo ya no estoy...
Y por eso fue que contacté con Elmer batero loco, que ya había sido parte de los Viejitos pero le propuse grabar, le propuse hacer nuevas versiones. Porque de ahí recordé que Elmer una vez que tocamos en la avenida La Marina, ahí en una rotonda en plena calle, me dijo: loco, ustedes son energía pura. Le gustaba tanto a Elmer los Viejitos que lo convocamos y comenzamos a tocar. Y cada ensayo era energía mayor, era electricidad que pasaba a través del sentimiento. Era nuestra forma de estar vivos, sin dinero, tomando vino dulce, lanzando ponzoña, imaginando dónde tocar, hasta que el poeta Diego Lazarte me propuso tocar en el Festival de Poesía de Lima, ya antes habíamos hecho show en uno de sus eventos, en el corazón de Surquillo, y fue un show electroacustico recontra sacador. Por eso nos llamó y le dije mira estoy con nueva formación, tengo un bajista brutal con teclados incorporados con midi, tengo un batero loco y un panderetista camuflado, y yo que me enmascaro entre viniles y uretanos para que no se vea que estoy con muecas en la cara. Para que no vean que estoy desquiciado con la nariz y los ojos rojos. La máscara me ayuda a soltar el purgatorio de un solo eructo. Entonces sale la energía de los Viejitos. Y Elmer estaba pilas. Nos invitaron a tocar en el bar Tierra Baldía, el bar en homenaje al antropólogo Fuenzalida, a quien lo canearon quince días por tener 30 macetas de canabis en su azotea, que en realidad eran de su hija que se arrancó para Chile, pero Vargas Llosa y otros conches firmaron una petición para que aclararan el hecho, porque Fuenzalida fumaba sí, como mierda fumaba, pero marihuana, no tanto. No tenía nada de nada que ver con las macetas de su hija. Pero se aclaró el hecho, el doctor murió con dignidad y sus hijas fundaron el bar café cultural Tierra Baldía, adonde he ido varias veces básicamente busando más que libros a ver si están las macetas. Pero nunca he encontrado nada. Hay lindos libros porque la biblioteca del doctor esta a disposición de todos, me quise tirar unos libros pero me sentí viejo y falto de forma. Pero cuando fuimos a tocar, Elmer no llevó la batería completa sino una tarola, un ride y un charles, e hizo magia. Kerbi llevó su sintech y su bajo rickembeiker, a lo Motorhead. Y me prestó una guitarra blanca hermosa, yo no tengo instrumentos, o tengo la consiga de no tener nada porque mi vida debe caber en una maleta. Por eso tengo instrumentos pero luego los regalo a mis sobrinos, a mis novias, a mis amigos, los cambio por pastillas, por un poco de cariño.
Esa noche que tocamos con Elmer como integrante oficial de los Viejitos, improvisamos poesía con Kareen Spano, lo cual quedó como si fuera una foto de la velvet underground con Nico. Tal vez vuelo mucho con mis recuerdos porque están llenos de matiz. Loco, todo puede ser real. Matiz loco, saca bien. Puede ser, puede ser. O tiene que ser. A con concha. Tiene que ser. Pu. El sastrecillo valiente. Pu. Esteeeeee. O Tal vez. Ah, incluso. Ronieco le hablaba a Elmer todas las madrugadas y el batero loco pasaba las noches entre caña, matiz y canciones de Ronieco. Entonces me di cuenta que Elmer quería tocar más con Ronieco que con los Viejitos. Yo le dije, loco, la mente es poderosa, no lo invoques, si ya se fue, ya se fue. Ya fue. Pero Elmer se embriagó de nostalgia en todo momento, y cada recuerdo suyo era con él, con el Lennon peruano. Con el fundador del grunge en el Perú. Y aunque no le gustaba que se lo dijeran, decían que era el Tongo del rock peruano. Ronieco se fue al cielo a tocar con Chechitar, y Elmer se les unió. La última vez que ensayamos con Elmer, le regalé una botella de un vino blanco que tenía el sello del matrimonio de mi hermana, hacía ocho años. El batero loco lo aceptó con el mayor aprecio, pero nos obligó a tomar a todos por igual. Siempre velando por la causa común. Batero loco daba un salto que alcanzaba los tres metros al dar la última canción y reventaba con un platillazo.

No concibo que se puedan romper amistades y lazos familiares por discrepancias políticas. Me ha pasado, me han bloqueado no sin antes tratarme de mal amigo. Yo aprendí a callarme la boca, no hablar de más. Igual estoy manchado de rojo y me han tildado de comunista. Me han rechazado últimamente de empleos, como también algunos buenos lectores se han excusado de comprar mis libros por tratarse de un personaje que trabajó para la corrupción.
Es verdad que la vida me ha puesto en situaciones especiales. He visto lo que he querido ver y el periodismo me ha llevado por lugares maravillosos, pero también terroríficos. No me quejo. Elegí esto mientras mi promoción de Contabilidad de la Universidad Ricardo Palma se graduaba, yo comenzaba una carrera desde cero. Entonces miro atrás y vivía frustrado porque el tiempo no pasaba tan rápido como quería. Porque mientras mi promo de Contabilidad ya trabajaba en grandes empresas, yo tenía que pasar mate uno. Cuando yo ingresé a la Richi el más viejo era Tomás. Cuando ingresé a la San Martín me sentí yo Tomás. Sin embargo, en cuarto semestre me llamaron para postular al tercio estudiantil de la universidad y mi vida cambió, porque como representante pude llegar a la asociación nacional de estudiantes, donde llegué a ser parte del consejo directivo, y luego escalar a la federación latinoamericana de estudiantes de comunicación social, donde llegué a ser miembro de honor. En esa etapa descubrí que mi estatus me permitía algunas oportunidades como hacer representación en diversos lugares del Perú y el continente. Siempre buscando la unidad, el bien común, el bienestar social de los estudiantes. Viajé desde Chile hasta México, Panamá y Cuba. Pasé por Venezuela y Hugo Chávez era la sensación. Entonces aplaudía al chavista revolucionario y en La Habana me dijeron que, así como yo, que estaba en octavo semestre de la universidad, Fidel Castro también dejó la universidad y armó su carrera política. Yo pensé que iba a pasarme lo mismo, pero apenas me gradué me volví un huevón más, y la revolución ya no era un motivo para vivir porque había que buscar trabajo como cualquiera.
En ese devenir fui investigador, docente universitario, redactor periodístico y luego editor. Trabajos de pago mediocre donde no pude adquirir ningún bien. Hasta el día de hoy no tengo más que el poder de mi palabra. Lo cual en realidad no sirve de nada cuando te enfrentas al corte de luz de la casa de tus papás. Y tienes que pagarle al abogado por las cosas que publiqué incidiendo en el delito de perjurio y calumnia.
Así cumplí cuarenta años, enclaustrado en la habitación de mi adolescencia. El único compañero de vida era Vato, mi perrito pug que duró 17 años. Murió días antes de navidad de este año. Ya no veía, no olía y se cagaba en cualquier parte de la casa. La noche anterior de su muerte no se quiso salir de mi pecho, quería que lo abrace y eso lo tranquilizaba, entonces dormía. Pero en la madrugada me habló al oído y me pidió que lo sacrifique. Apenas amaneció, llamé al veterinario para programar el sacrificio y dejé al Vato echado en mi cama. Tenía que ir a conducir mi programa al canal y durante el trayecto lloré todo lo que pude. Necesitaba sacarme el llanto y poner la mejor cara frente a cámaras. Hacía dos semanas que me había pasado algo similar con el asesinato de mi tía abuela. Cada segundo se me venía su recuerdo y la fatalidad de su muerte. Y estallaba en lloriqueos. Pero hice el programa igual, porque más que periodista y escritor, soy actor.
Apenas murió el Vato sentí una descarga, porque ya podía ir a la playa a la casa de mi hermano. Allá en Cerro Azul donde los delfines juegan con los niños y la gringa, mi nueva mejor amiga de vida que reemplaza al Vato, me acompaña en el mar. Con mi mamá teníamos que caminar dos kilómetros y estábamos frente a los delfines.
Al volver, los perros de mi hermano, unos pitbulls cañetanos, uno castrado y la otra esterilizada, nos reciben con abundancia emoción, pareciera que no han visto gente en mucho tiempo, viven solos, solo ven al guardián que entra a darles comida y se va. Luego otro día recoge las cacas y se va. Los perros no saben que afuera nomás está el mar. Que hay amigos caninos, algunos grandes otros chicos, pero todos con sueño, caído, aburridos del sol. Así son todos los perros de Cerro Azul, duermen todo el día, solo se paran para reacomodarse en otro lado porque el sol le está cayendo. Mi perrita la gringa come en restaurante pet friendly. Toma de mi vaso, mi hueso lo come ella. Y duerme entre mis piernas. De regreso de la playa la bañé con manguera y se secó con el sol. Recuerdo que la primera vez que llegaron los pitbulls cañetanos de mi hermano, los bañe, pero al acercarme a ver bien qué eran esos puntitos que parecían pepitas de anís, eran cientos y cientos de pulgas. Pude sacar algunas, pero no volví a bañarlos, además que crecieron y se volvieron agresivos. Más que agresivos, torpes y efusivos. Cariñosos y engreídos, pero cuando se ponían en posición de ataque, atacaban.
Así hay que andar por ahí porque el barrio es picante. Adentro mi hermano guarda un arsenal. Decenas de objetos contundentes de vidrio: botellas de Corona de la temporada anterior que las guarda para lanzarlas al enemigo. El día que lleguen, les daremos a botellazos.
Estábamos celebrando el santo de mi hermano y llegó la familia para comer chancho al cilindro. Para llegar había que llegar en camioneta, sino no se llega. Pero llegaron de varios sitios. Llegó mi madrina que luego la comenzaron a joder por su forma de pensar. Cualquier tema político, mientras pasaba el día entre brindis y rondas de piqueos de carne de cerdo, se volvía un ataque unánime a mi madrina que pasó a ser la tía terruca. A mí ya no me dicen nada porque pareciera que han tirado la toalla conmigo, no hay forma que me puedan convencer de nada. Para mis familiares más cercanos, luego de ser un artista soy un comunista. Ya no tengo opción a quitarme la boina del che Guevara para ellos, así me voy a ir de aquí. Como debe ser, como buen Sandoval, pateando el tablero, mandando a la mierda. Como mandó a la mierda mi tío Andy en el entierro de mi tía abuela que asesinaron en diciembre. El cura se mandó con algo protocolar y mi tío lo mandó a la mierda frente a los asistentes. Le dijo que a él le pagaban por rezar, a su madre la habían masacrado, hay derecho? / / y creo que así somos todos porque mi papá como a la quinta botella de vino me pidió que maneje su carro y lo lleve a su casa. Pero precavido de años ya, no cuento con brevete porque perdí el encanto de manejar. Sobre todo, cuando manejas para otras personas. Por ahí uno de los amigos de mi hermano el Subsuk se ofreció a llevarlo porque como se ha entregado a la religión ya no toma, entonces estaba sano. Y mi papá se fue por la sexta botella, pero en algún momento se le movió la silla y se fue al suelo. Justo por el lado de la cadera que ya le falla y que le obliga a usar un bastón. Lo peor fue que al pararse se mareó más y le dio diablos azules, y comenzó a echarle la culpa a mi tía la terruca, aunque son compadres y se conoces hace más de cincuenta años, mi viejito perdió la noción de todo y se puso necio, y así tomó sus llaves, prendió su carro y se quitó poniendo primera acelerado, no sin antes recitar unas cuantas lisuras a todos y todas, echándoles la culpa de todo. Y se fue entre la oscuridad de la noche y la falta de postes en nuestro pueblo joven junto al mar.
En lo más intenso de la caja china, la tabla de carbón prendido quedó en el suelo. Mientras todos celebraban, brindaban y la música se oía a todo dar, la música criolla de radio la inolvidable, uno de los perros, la canela, pitbull cañetana mal nutrida y pulgosa, pero cariñosa, quiso pasar por encima de la lata con carbones y puso su patita encima. Y salió disparada gritando, aullando, conchasumadreando a todos. Se había quemado feo la perra, pero bueno la fiesta tenía que continuar así que le amarraron un hielo y luego se la paseó cojeando por semanas. Mi hermano también cojea de un pie y se recrudece su cojera cuando maneja hasta cerro azul. Cuando camina parece un barco en marea alta. Así no puede bajar a la playa de piedras que tenemos, ahí solo bajo yo con la gringa. Tengo mis zapatillas para ir a la playa. Cuando la playa se arena, se convierte en un paraíso. Arena blanca, olas agresivas, un chapuzón y regreso a tomar desayuno. La gringa duerme todo el día, pero me acompaña en nuestros paseos con mi mamá al pueblo. Volvemos en mototaxi, compramos huevos, pan, cosas que ya por la casa no se pueden encontrar.
Mi madrina se fue palteada, además de terruquearla la insultaron. Yo guardo mayor respeto a ella, piense como piense, ella me visitó en el hospital cuando estaba recitando solo en mi cuarto un poema que había escrito, y llegó ella a visitarme. No me preguntó por qué estaba ahí o por qué había intentado lo que había intentado hacer. Me escuchó nomás mi poema, no sentía vergüenza pero era porque estaba con una alta dosis de reguladores químicos. El origen de esas circunstancias tiene opiniones divididas, algunos en mi familia piensan que fue, es y será por drogas. Otro grupo menor piensa que es por una condición médica que involucra la depresión. Mi tía me llevó una milhoja y una gaseosa. Yo necesitaba cigarrillos ansiosamente, pero ya no le pedí más a mi madrina.
Antes de que se vaya mi tía, se despidió de la gringa y me preguntó: y esta perra, es de izquierda o es derecha?, es roja caviar, terruca o es BDA ?
Yo le dije tía, la gringa es una perra de izquierda, y la mejor muestra es que sale sola sin correa y sabe meterse al mar, y regresa solita. Los pitbulls cañetanos de mi hermano son DBA, porque no salen de la casa, no conocen el mar. No se les permite soñar. Es más, no han visto nunca a un delfín. Mi madrina se fue agradecida.
Hace poco me escribió un causa de la época de la Richi. Le decía 'basurita', aunque no recuerdo por qué, pero sí que era basurita, en diminutivo porque expresaba afecto. no era basura, no, era basurita. El apodo quedó perenne entre los amigos de esa época. Yo vivía muy frustrado en esa facultad, de contabilidad, porque no entendía nada. Y por eso pasado unos años no pude más y me terminé dando de baja. Mi compadre Basurita siguió la carrera, se graduó y trabajó en el ICPNA por varios años hasta que se ganó el sorteo de visas a EEUU. Y se fue a Ohio con su familia. Eso hace veinte años. Me comentaba Basurita que se había vuelto un ávido lector de literatura peruana, por lo que me compró varios libros, en realidad le saqué todos los libros que pude, incluso uno que ya le había dado a mi mamá, para una tía, jua se lo quité nomás, todo sea por la venta. Y se llevó casi todo mi catálogo. Y sacó una libretita, en el bar de Chacarilla donde nos reunimos, para apuntar todos los autores que pueda cantarle. Basurita era un tipo sumamente metódico, apuntó cada cosa que dije y me preguntó sobre política, le di mi apreciación con temor a ser rechazado, como ha ocurrido tanto últimamente que me he vuelto como un apestado. Pero basurita chévere. Un gran tipo, siempre lo ha sido. Lo recuerdo desde primer ciclo, buena punta. Él me hizo recordar que fuimos los primeros en llegar al centro de registro de cachimbos, y luego nos volvimos a encontrar el primer día de clases. Basurita, Chavito, Roberto, Maturana, Tomás, Chino, China, Karlita. Luego fueron llegando más y más. Y luego me fui. Frustrado por no aprobar los cursos de contabilidad.
Basurita es numismático, y no solo colecciona monedas, sino que se nutre de toda la literatura al respecto, en qué contexto se hizo esa moneda, en qué año, qué sucedía en ese año, los libros que refieren a esa moneda. Una minuciosidad impresionante mi amigo basurita. Mi gran amigo me puso 12 litros de cerveza, seis horas de charla, yo llevaba tres días de resaca continua porque no paraba de celebrar la nada. Pero me tomé una pastilla para el hígado y le paré macho a basurita. Todo de la puta madre, pero como a la media noche, me dijo serio, le cambio la cara. Oe, por qué me decías basurita??
Yo no supe que hacer, brindamos mucho más, nos cagamos de risa. Por qué habrá sido que mi cabeza idiota haya elegido bautizarlo, y a la vez maldecirlo, con un apodo tan repelente.
Los quince días que basurita se la pasa en Lima no hace más que beber y comer bien. Yo estoy agradecido de que me haya incluido en su agenda. Y que se haya llevado algunos libros míos.
Aún mantengo contacto con los chicos de la Richi. Una vez hace unos años me invitaron a una parrillada, cada uno llevaba lo suyo. Sano de mi parte, llevé mis alitas de pollo y unas mollejitas, mientras que el desfile de carnes era notorio, picaña, entraña, y bife. En cerveza sí todos por igual, aunque era notoria mi condición sedienta. Entonces comienzan los recuerdos de la primera fiesta a la que fuimos juntos, a la fiesta de cachimbos. Donde el tono acabó en bronca con un botellazo que le cayó a Maturana en la cabeza. Creo que hasta ahora lo tiene presente porque es el único que no me ha comprado libro, chesumadre. Luego la leyenda de las cochinonas, las federicas de la salsa. Tantos recuerdos que comienzan a removerme los sentimientos. Un barrunto en mi corazón.
Hace poco Tomás cumplió cincuenta años y le hicieron una fiesta sorpresa. Yo confirmé mi asistencia y terminé siendo yo la sorpresa. Porque al llegar a la primera persona que me encontré fue la hermana de la esposa de Tomás, con quien salí cuando era estudiante. Por el saludo poco cortez a lo lejos, era notorio que el recuerdo de mi persona era nefasto. Mientras pasaba la noche y los chilcanos circulaban fui recordando que además de mal amante, al tener yo diecinueve y ella veinticuatro, había sido mala persona al punto de que si lo que hice hace treinta años, lo hubiese hecho hoy, estaría ya mismo en las páginas de Facebook de MeeToo, de feministas y denuncias a agresores de mujeres. Eran otros tiempos, me justifiqué a mí mismo, pensando que podía tener clemencia. Pero me di cuenta que en la mesa donde estaba, a cada uno de mis amigos los había tratado mal, en algún momento los había insultado o los había humillado con mis chapas sin piedad.
La cuñada de Tomás, con quien yo salía de chibolo, tenía un esposo que por ratos pasaba por mi lado y rosaba su hombro como buscando bronca, pero no caí en la jugada. Me emborracho rápido, como todos los de mi promoción, Tomás ya es abuelo, el hijo de Roberto se fue a estudiar a Miami, la hija del chino a Madrid. Chavito tiene a su hijo en un buen colegio. Yo no tengo más que mis complejos y mis miedos, mis dependencias y mi soledad. Mi viejita que se va olvidando de los recuerdos más valiosos pero su creatividad sigue intacta, entonces te tira un cuento que te hipnotiza.
Mi primer cuento lo escribí un año después de salir de la Richi. Fue en una reunión de reencuentro del colegio. Apenas escribí la historia juré no volver a una reunión de reencuentro. Luego, cuando publiqué Barrunto y me entrevistaron en la televisión mucha gente me saludaba en los bares, pero ya estaba muy pasado de vueltas. Y el día lunes en la universidad me decían Juanjo te vi en un estado pero mal !!!!, entonces me dije, o me controlo y soy ecuánime, o dejo los bares y sigo mi locura en privado. Y dejé los bares. Ahora siento que los reencuentros con mis amistades del siglo pasado me dejan en evidencia mi carácter demencial. Donde hasta la persona más amigable le apodé basurita. Con cariño. (CUPIDO EN EL INFIERNO)
Aunque la constitución política del Perú salvaguarda el derecho a la vida como mandato supremo, es triste ver que en varios distritos del país, y en especial en el distrito exclusivo de San Borja, en Lima Perú, se llegue a pensar, e incluso imponer la idea que el derecho a la propiedad está por sobre el derecho a la vida. ¿Por qué se da esta incoherencia?
Lo que ha ocurrido en mi edificio, situado en la urbanización Chacarilla del Estanque, en San Borja, es algo que se tiene que compartir, porque le puede estar pasando a muchas personas en muchos distritos del país, donde cualquier persona se pueda topar con gente prepotente que piensa que el poder de su dinero los puede convertir en gente impune, en gente intocable y dada su economía próspera, en gente poderosa que puede hacer lo que le da la gana.
Como por ejemplo, reconstruir su inmueble. Todos tienen derecho a ejecutar cambios en su domicilio aún cuando los ruidos molestos, producto de la obra, puedan perturbar la tranquilidad de sus vecinos.
Según la Ley, y sobre todo la normativa municipal del distrito de San Borja, un propietario tiene el derecho supremo a realizar todo tipo de cambios, aún reventando paredes y generando torpedos sonoros incontrolables.
Pero, qué pasa si al costado de la vivienda que se quiere rediseñar tenemos vecinos de la tercera edad, o personas vulnerables que pueden verse aturdidos en su tranquilidad cotidiana por los golpes de comba y las sierras eléctricas.
Esto me ha ocurrido a mí, que vivo en un edificio que apenas tiene 8 años de construido. Un inmueble que cuenta con 11 departamentos, de los cuales 5 viviendas poseen adultos mayores que poco salen del domicilio. Por lo que son los destinados a 'comerse' el ruido perturbador.
Sin embargo, los propietarios del departamento que se va a rediseñar, aunque nunca han vivido ahí, han hecho notar su intención de vivir en dicho predio, no sin antes llenar de acabados de lujo su inmueble. Puesto que en todo momento han hablado de 'revalorizar' su predio. Por lo cual también exigen que muchos de los ambientes comunes deben contar con la más alta exigencia que permita mantener el edificio en su esplendor financiero.
Así lo hizo saber la pareja de propietarios, prósperos esposos, la señora abogada y al parecer bastante conectada en las esferas de la burocracia más corrupta. Y su esposo, dueño de un negocio de exámenes clínicos, que fue ofrecido a los vecinos de forma gratuita a manera de resarcimiento por las molestias, si es que las hubiese, a los vecinos.
Obviamente, la altanería de este par de empresarios sin mayor empatía hacia sus vecinos, no pasó desapercibida, y los vecinos unimos firmas para hacer sentir el malestar por sus ánsias arquitectónicas de alta gama. Y las cartas a la oficina de fiscalización de la municipalidad de San Borja se dirigieron con firmeza.
Pero la respuesta fue tenue, el gerente de fiscalización de ese entonces, puesto que la gestión municipal ha comenzado nuevamente este 2023, no hizo más que hacer un saludo a la bandera y responder por carta que la obra estaba en regla y los decibeles del ruido estaban dentro del rango, por lo que sugirió el talentoso burócrata edil que la junta de propietarios resuelvan sus problemas. Una lavada de manos, una untada de grasa bastante predicible por tratarse de la clase política de nuestro país que hoy nos representa.
Así pasaron tres cartas firmadas por los vecinos en su mayoría, pero el reclarmo pasó por alto el derecho que tienen las personas a la vida y su tranquilidad.
Hago manifiesto mi molestia por la actitud de gente que no guarda empatía con sus vecinos, pero sobre todo por la falta de solidaridad por parte de la institución municipal, el alcalde Marco Álvarez tiene una oportunidad histórica de poner orden frente a la arbitrariedad de unos vecinos que creen que porque tienen dinero y poder pueden hacer lo que les da la gana, cuando quieren y como quieren.
Ningún derecho a la propiedad puede estar por encima al derecho a la vida y la tranquilidad.
Y sobre todo, no se puede buscar valorizar un inmueble a costa de la depreciación de la calidad de vida de sus vecinos.
Quien lo piense así, está destinado a vivir bajo la dictadura de la frivolidad, que aunque crean en la inmortalidad, no se llevarán a la tumba.
Si tienes un problema parecido, o sabes de alguna situación en que el derecho a la propiedad se haya puesto por encima del derecho a la vida, puedes escribirme a barrunto@gmail.com, y veamos la forma de encaminar un verdadero cambio frente a la prepotente impunidad de los que se creen dueños de la tranquilidad de sus vecinos.
OBRA TEATRAL
SOBRE ALIANZA LIMA SE ESTRENARÍA EN SEPTIEMBRE
Por primera vez en la
historia se realizará una puesta en escena inspirada en el club blanquiazul.
‘Barrunto’ contará con el experimentado actor Jorge 'Coco' Gutiérrez como protagonista
principal.
Lima, 27 de enero de 2023.- La productora nacional BUTACA Arte &
Comunicación acaba de anunciar su próxima producción teatral, ‘Barrunto’,
escrita y dirigida por Herbert Corimanya, que contará con la participación
protagónica de Jorge 'Coco' Gutiérrez, obra teatral que se convertiría en la
primera puesta en escena inspirada en el Club Alianza Lima.
'Barrunto' es la adaptación teatral del
emblemático libro de Juan José Sandoval, publicado hace 23 años y que
actualmente cuenta con 5 ediciones (2001, 2004, 2009, 2012, 2018), una versión
fílmica (2004) dirigida por Mauricio Franco Tosso y una novela gráfica (2015),
realizada por David Galliquio.
'Barrunto' cuenta la historia de dos hermanos
hinchas de la blanquiazul, quienes acuden al estadio para ver el último clásico
del fútbol peruano y durante la fiesta del fútbol ocurren hechos que marcan la
vida de sus protagonistas.
"La historia de 'Barrunto' tiene muchas
interpretaciones, por lo que podríamos definirla como una obra transmedia, y ahora
que marcará un hito cultural con esta versión teatral, queremos consolidar la
identidad del hincha de fútbol y los amantes del teatro", comenta Juan
José Sandoval, autor de la historia original.
Cabe señalar que la obra de teatro 'Barrunto',
cuenta con un elenco de talentosos actores peruanos, entre los que destacan
Jorge 'Coco' Gutiérrez (conocido por su participación en la serie 'Los
Choches'), Cecilia Monserrat, Fiorella Luna, Sandro Calderón, entre otros
reconocidos actores nacionales que darán vida a una propuesta llena de salsa,
barrio, futbol y tragedia.
"Este proyecto teatral se estaba
realizando en octubre de 2019, cuando escribí la primera versión del texto y se
mostró al público una propuesta escénica del cuento, en el Centro Cultural
España. Luego vino la pandemia e hizo que se mantenga en pausa, pero sirvió
para seguir trabajando la versión hasta la actualidad que ha empezado a
fortalecerse gracias a un grupo humano comprometido con la pasión que genera el
arte como el fútbol y en especial con la historia que rodea a Alianza
Lima", explica el dramaturgo Herbert Corimanya, quien dirige la nueva
versión de 'Barrunto'.

La productora BUTACA Arte & Comunicación
viene trabajando en el estreno de 'Barrunto', para el mes de septiembre en una emblemática
sala teatral, en el Centro histórico de Lima, y no se descarta llevarlo a
diversas ciudades del país.
‘Barrunto’
es una producción autogestionaria, por lo que BUTACA Arte & Comunicación
viene realizando una convocatoria a empresas que deseen sumarse al proyecto, y a
la vez reconoce el interés de diversas marcas y allegados al club íntimo por
apoyar este emprendimiento artístico, como la marca de vehículos eléctricos
Green Line, la cebichería Mi Barrunto, la agencia Umbrella Comunicaciones, el
director de arte Jahmu Montoya, Auditaxes Perú, UHY BSA, Safe Pappers SAC, Lima
Loop Lab y la academia de fútbol Tiro Libre de Marquinho.
Para
contactar con la producción de ‘Barrunto’, pueden visitar el siguiente link:
https://www.facebook.com/Butaca.AyC
Fotos: Ysamar
Espino.
Mi causa Ángel volvió de Europa expectorado. Esta vez no fue la migra quien lo sacó de Suiza. Sino su propio demonio. Esta vez no tuvo que salir deportado como de Estados Unidos. Salió por su propia voluntad porque su viejita se le estaba muriendo en Lima. Lugar adonde no podía estar porque lo podían matar en cualquier momento cualquiera de las personas a las que había estafado. O que la droga lo pierda entre los edificios de ciudad Satélite. Seattle, para los barrunto.
Dejó familia y nada más. Porque trabajo allá no había. No sabía el idioma y la gente era demasiado tranquila para su alma incendiaria. Estaba aburrido y volvió al departamento de su viejita, que al final se puso bien de salud a pesar de la edad. El hermano mayor de Ángel es fiscal, por lo que su regreso no le pareció para nada gracioso. De llegada le advirtió que se porte bien, que no haga cagadas frente a la vieja. Pero Ángel amaba tanto a su madre como al Deportivo Municipal y desde su regreso se había convertido en un mítico barra brava de la banda del basurero. Adonde jugaba el Muni, Ángel estaba presente, sin polo mostrando la veintena de tatuajes. Parecía un mara salvatrucha entre los centenares de hinchas que lo veían como una leyenda viva del asfalto. Un sobreviviente de batallas que forman parte de la historia del club y sus épicas salvadas de baja.
Cuando Ángel se fue la primera vez a los Estados Unidos dejó a su primer hijo, producto de un romance con una compañera de clases que hasta el día de hoy maldice el día que los presenté. Así se cimentan los lazos familiares, el arraigo emotivo que perdura. Solo se odia lo querido, canta el vals.
Como era previsible, Ángel disfruta cada segundo de su patria, camina sin polo, saluda por aquí y por allá. Es una leyenda. Se sabe todas las canciones de las barras del fútbol argentino. Lo suyo es la esquina, estar parado sospechosamente, cagándose de risa. Comiendo cebiche con sus chelas. Y su famoso silbido que es el que le da melodía a la tribuna cuando sale el Muni.
Como su viejita se puso bien, y allá en Suiza nadie lo aclamaba, a pesar de tener dos hijos pequeños, se acomodó bien en su patria, donde se había ausentado por dos décadas. Entonces fueron momentos de buena relación. Pero las hermanas de Ángel que vivían en Estados Unidos, vieron una buena idea llevarla a la mamá para estar con ellas por navidad. Para lo cual mandaron a una de las sobrinas para que acompañe a la señora, que aunque bien de salud, sus 95 años generaban preocupación para movilizarla, sobre todo si era un vuelo con escala en Centroamérica. Y la pandemia que subía y bajaba los permisos para ingresar a algunos países, la señora no logró entrar a los Estados Unidos y tuvo que volver a Lima luego de 16 horas de estar a la interperie aeronáutica. Obviamente, a su hermano el fiscal no le gustó para la nada la iniciativa de las hermanas. Pero la señora quería verlas, y aunque volvió trapo de ese viaje frustrado, no descartó las ganas de ir a verlas nuevamente. Esta vez sí llego, dijo desafiante y sonriente. La postura del fiscal era distinta y hasta radical. Amenazó a su vieja con no dejarla salir. Y si sus hermanas eran capaces de volver a comprarle el pasaje, ardería Troya.
Las hermanas pasaron por alto la preocupación del fiscal. Y compraron el pasaje a Estados Unidos y volvieron a mandar a la sobrina por la abuela. Ángel andaba de viaje acompañando al equipo pero validaba la voluntad de su mamá y sus hermanas. No le dijeron nada al fiscal para que no cometa la locura de secuestrar a su propia madre. Y se fue a los Estados Unidos. Pero apenas llegó el corazón le falló y murió. Lo cual ha generado una fractura familiar donde Ángel en el medio del problema y ocupando el departamento donde su madre pasó sus últimos años. El fiscal usa todo su poder legal para sacarlo del lugar, y Ángel usa todo su poder ilgeal para desafiarlo. Entonces el departamente siempre está ocupado por los líderes de la barra brava y han utilizado el espacio para ensayar sus cánticos tribuneros.
A Ángel lo conozco desde el primer ciclo de la universidad, apenas comenzaron las clases su papá se murió en un accidente en un barco en Chimbote, y tuvo que ir a reconocer el cadáver. Perdió el ciclo pero lo becaron y no pagó más la universidad, aunque nunca le interesó mucho. Más estaba cómodo en el parque fumando, en la calle carburando alguna pendejada. Ahí era habilidoso. Lo sigue siendo.
Nos fuimos alejando cuando dejó de estudiar. Pero siempre me llamaba desde Estados Unidos cuando estaba en tragos. Me contaba que era durísimo vivir allá, sobre todo por los exámenes de toxicología, que debía pasar cada mes.
Una vez creí ver a Ángel. Fue en Pereira, había ido buscando el amor de mi vida. Una cibernovia que tenía por años. Y cuando se dio la oportunidad de conocerla todo se diluyó apenas nos vimos. Apenas salía de Lima hacia Colombia, mi hermano me dijo que había una novela muy famosa que se llamaba sin tetas no hay paraíso y que hablaban de las mujeres pereiranas. Le dicen 'Perreyra'. Yo igual seguía firme en mis ganas que encontrar el amor en mi bella pereirana. Pero en Bogotá apenas llegado, un gran amigo que me dio cobijo me dijo: te vas a ver a una perra pereirana, hermano ! Mientras movía la cabeza desaprobando mi actitud.
Un vuelo de Lima a Quito, luego a Bogotá y luego de cuatro días seguidos de juerga tomé un bus hacia Pereira. Ella no me esperó a mi llegada pero me dio la dirección de un buen hostal. Al día siguiente fue y con miedo me confesó que tenía novio y que le daba mucha pena por mí. Entonces la boté de la habitación y nunca consumamos nada. Sin embargo, sigue siendo mi cibernovia. Su primer cibernovio fue por carta. Era un presidiario con quien mantenía una relación epistolar. Ella tenía trece años, pero cuando cumplió diecicho lo fue a conocer. No fue a la cárcel, fue en Estados Unidos, adonde él había huído apenas terminó su condena por narcotráfico. No quería saber nada de ella, pero ella como buena perra pereirana enamorada, lo siguió. Él pensó que se trataba de la DEA. Ella le entregó una caja con todas sus cartas. Pero no lo conmovió. La perra pereirana quedó desilusionada con su presidiario. Por lo que se metió a eso que llamaban internet y por messenger nos conocimos.
Mi pasaje estaba para un mes, y como el hostal quedaba a unos pasos del bar el pavo, hice vida de escritor. Me lo merecía porque había estado el año pasado internado en rehabilitación por drogas. Entraba al bar, tomaba unos aguardienticos, y luego salía a la bodega del frente a comprarme unas latas de cerveza.
La tienda atendía como si fuera un quiosco de colegio, todos estiraban la mano con billetes de mil pesos y exigían angustiados cerveza o una botella de antioqueño. Entonces un pata se acerca a pedir sus latas mientras hacía una llamada por celular. Me mira y me dice qué hubo soy Ángel. Yo pensé que me hablaba a mí, pero hablaba por teléfono. Estoy en el pavo, envíame tres gramos te pago seis mil pesos, le exigió el amigo. Entonces qué mi broder, dijo. Ángel, le dije, dile que traiga un gramo más yo pago. Y el amigo corrigió el pedido. Traéme cuatro gramos. Listo. Y nos quedamos conversando con su gallada que todos eran metaleros, vestidos de negro y púas, las chicas tarrajeadas de base y delineadores negros. Botas, yo era el único 'normal' en su grupo. Y me integraron a su mancha. Eran una banda de rock trash metal y tenía show en un par de horas muy cerca de ahí. Entonces me fui con ellos apenas llegó el pase y me dieron la bolsita que correspondía para mí, para olvidar a la perra pereirana que me trajo hasta ahí y me dejó en la calle. Pero en la calle encontré a los verdaderos amigos.
El concierto estaba repleto de gente extremadamente rara, todos de negro. Algunas bandas imitaban por ejemplo a los Misfits, otros a los Kiss, había punks con los pelos de punta, gente con aretes en los lugares menos imaginados. La pareja de Ángel era intensamente blanca e grandiosamente obesa. Me observaba con desconfianza porque era el único que no vestía como ellos. Tampoco era de ahí. El concierto ya había comenzado y la banda de Ángel tocaba como a las tres de la mañana. La novia me preguntaba que qué hacía ahí, que a qué vino a Pereira. Mientras el sonido del local reventaba de tambores hardcore, la gente pogeaba en señal de disfrute. Íbamos rotando un vaso de aguardiente mientras la banda se activaba con la coca. Ángel era como el líder de esa mancha de metaleros, cada uno tenía su forma de meterse la droga. uno abrió su bolsa con los dientes y con una llave fue sacando el material para luego acercar la punta a la nariz. Otro desató el nudo de la bolsa y con los dedos fue disolviendo la piedra, hasta que acercó la bolsa a su nariz y dejó caer una buena parte, una para cada hueco nasal. La novia echó toda la bolsa en su vaso de trago y lo bebió en seco y volteado. Antes de subir a tocar Ángel ya estaba llamando al diler nuevamente. También me apunté en la gestión. Y cuando fue el turno de la banda me senté junto al bombo de doble pedal. Ángel era el baterista pero también era el líder de la banda, que se llamaba Ángel de muerte.
Así lo conocían a Ángel, como Ángel de muerte. Hincha del Nacional de Medellín, llevaba tres marcas de puñalada en la espalda, habia sobrevivido a ataques mortales.
Ángel vivía cerca al río Pereira, una zona marginal similar a una favela brasilera. Ahí me recibieron mis amigos, comimos botanas y combinamos cerveza con perico. Escuchamos música que yo les mostré y nos fuimos a una sala de ensayo para hacer un jamming. Ángel primero tocó la batería y luego el bajo, en ambos casos su forma de tocar era rústica, como si fuera un troglodita, por ratos parecía Cliff Burton. Yo les mostré dos canciones que le volaron la cabeza, primero mejor no hablar de ciertas cosas, de Sumo, y luego la canción de Almodovar la coca me ha vuelto loca. Nos quedamos tocando esas dos canciones una y otra vez. Luego nos fuimos al bar el pavo, y seguimos hablando de cualquier cosa mientras llegaba el hombre con las bolsitas. Angel era una celebridad en el bar, todos lo saludaban y le preguntaban por sus bandas, porque tenía varias. Y luego me presentaba como su amigo peruano. Y me invitaban cerveza, cigarrillos y cucharadas de polvo. Un pelado partió un pedazo de chicle y me dijo toma te invito ácido, y mientras masticaba la goma un liquido surcaba mi garganta. Me fui sintiendo como en casa. (CUPIDO EN EL INFIERNO)
Mi tía Cecilia siempre llevaba a mi tía Angelita a mis presentaciones. Entusiastas seguidoras de mis historias, me compraron mis libros y siempre les agradecí el apoyo. No tengo palabras que ofrecer.
Ayer jugó Alianza y ganó en Matute con su gente. Pero en el camino, por la avenida Cuba, tres barristas blanquiazules fueron asesinados a balazos. Al parecer, las tres víctimas mortales carecían de antecedentes policiales por los cuales se le pueda atribuir un ajuste de cuentas. Lo cual no significa que dentro de este volúmen de fanáticos albergan delincuentes de todo tipo. Desde requisitoriados por violación sexual hasta sentenciados por secuestro y sicariato. Todos forman parte de una cultura marginal que se agrupa cada vez que juega Alianza Lima. La pasión los une, pero es una pasión insana, se intoxica de violencia y resentimiendo.
Yo escribí un cuento en el año 99 titulado Barrunto, inspirado en la muerte en Alianza Lima, en ese momento el capitán de Alianza Sandro Baylón murió en un trágico accidente en la Costa Verde. Ahí también había muerto en un accidente mi tío Cucurucho Rojas. Y antes, ya en el mar, pero en Ventanilla, todo el equipo había muerto en un accidente.
Entonces creí que era algo que podría identificar al Alianza Lima: la trágica muerte.
Por eso cuando hice una fórmula narrativa con Barrunto se hizo tan sólida que ahora prevalece en tiempo, como si lo hubiese escrito ayer: un hincha de Alianza va a un clásico y no regresa. Como Sandro Baylón cuando salió expulsando en el último partido de su vida. O como Walter Oyarce que fue a alentar a su equipo en el lugar equivocado y fue aventado al vacío muriendo al instante.
Yo pensaba que la muerte solo aparecía cuando pierde Alianza. Pero ayer ganó y campeonó. Y mientras todos celebraban el triunfo, se certificaba la muerte de tres hinchas baleados por una absurda trifulca.
Es una realidad que se da en todo el mundo, donde el fanatismo se involucra con el odio.
La semana pasada Alianza jugó de noche en Matute y fui solo en taxi. En el camino el conductor me dijo que él conocía La Victoria, porque ahí vivía la mamá de sus hijos y de ahí mismo venía. También me contó que en sus años adolescentes fue líder de una barra aliancista. Pero se tuvo que abrir. Como vio que yo bebía unas cervezas en lata entró en confianza y contó los motivos: 'le di vuelta a un huevón', me dijo.
Y mientras íbamos hacia el estadio me detalló como mató a un barrista de su propio equipo. Él no usaba pistola ni machete. Usaba cadena y cuando lo atacaron por atrás hizo una maniobra que anudó el cuello de su rival y lo descolgó de un puente. La asfixia fue fulminante. Pero su explicación fue más realista: 'se agarró el cuello pero dejó de moverse el conchesumadre'.
Luego vino un calvario porque se tuvo que 'borrar', anduvo escondido en casa de familiares hasta que ingresó al servicio militar y se plantó. No volvió a La Victoria en ocho años.Y ahora a sus hijos no les deja ponerse la camiseta, jamás. Por más amor que le tiene a la blanquiazul, no va a permitir que sus hijos sean barristas como él.
Cuando el cineasta Mauricio Franco me propuso en el año 2002 llevar Barrunto al cortometraje, no pensé que iba a tener tanta relevancia. El libro había salido hacía un año y algunos exabruptos míos en televisión hicieron llamar la atención. Para ese entonces, entre los convocados estaba el actor Emilran Cossío, que para ese entonces nunca había ido a un partido de fútbol. Interpretó a Juanjo, el hermano de Yimi, hijos de María, viuda y con problemas para llegar al mes. Son como Caín y Abel, uno representa el mal, el otro el bien. Pero se unen por dos cosas, el amor de una mujer y el partido Alianza U que define el campeonato nacional. Juanjo accede a ir al clásico con su hermano y uno de ellos muere.
El cortometraje Barrunto obtuvo en el 2004 el premio mejor cortometraje de ficción. Pero al tiempo, Emilran Cossio apareció en la serie Misterio, como un integrante de la barra de la U. Se fue a la U como Juan Reynoso en el 93 que dejó el club siendo el capitán, dejando un olor a traición.
Para el 2023 se estrenará Barrunto, la primera ópera salsa inspirada en fútbol. Escrita y dirigida por Herbert Corimanya.
Los muertos me persiguen. Me hablan a través de sus deudos. Me piden que no los deje morir en la mente de la gente, que los lleve a un plano supremo que los aleje del olvido. Por ellos es que escribo y sigo emprendiendo, sacando libros, vendiéndolos yo mismo, haciendo entregas.
Me invitaron a presentar mi libro para emprendedores a Piura. Ya perdí el encanto de ser un barrunto, un degenerador de emociones con palabras. Por eso escribo para los que necesitan esperanza. Cambié el insulto por la frase motivadora. El bagre de una descripción malevola por un calificativo que anime la sonrisa, la luz de que las cosas cambian.
El avión a Piura llegó temprano, treinta minutos antes, pero en las estructuras estructuradas un impetuoso es un peligro andante. Al piloto no lo dejaron aterrizar por llegar temprano, y tuvimos que esperar una hora de más para bajar. Yo estaba acostumbrado, he viajado por tantas situaciones difíciles. He soportado horas de vuelo, altura, frío y llano. He pasado espasmo en la playa y delirio en un glaciar. No me quejo. El periodismo y la escritura me han dado la vida que he querido vivir.
Bajé del avión y a mi frío limeño me embargó una calurosa soledad. Mi apoteósico recibimiento se remitió a recoger mi maleta al último número. Cuando salí no había taxis porque había dado la una de la tarde y el sol no los deja trabajar ni estudiar, simplemente a esa hora no hay vida. Pero pasó un taxista que accedió a llevarme al hotel Inti, adonde me habían indicado debía ir como invitado.
Para sorpresa mía, el hotel Inti era uno de los mejores de la ciudad y quedaba cerca de la plaza de armas, donde se iba a realizar la feria del libro donde presentaría mi libro.
Para sorpresa de ellos, los cuarteleros del hotel, mi nombre no les sonaba en ninguna lista de invitados, ni estaban enterados de alguna feria del libro en Piura.
Llamé al número del hotel que me habían remitido y el hotel no era hotel sino hostal, hostal Inti, que estaba como a diez cuadras, al lado del cementerio.
Tomé la referencia y asumí valiente mi categoría de invitado clandestino. Y caminé bajó el sol arrastrando mis esperanzas en una maleta llena de libros y encargos para mi tía Gloria.
A mitad de camino me di cuenta que fue un error osarme a desafiar al sol piurano, y comencé a sufrir migrañas producto del calor y la luz punzante que me disparaban la cien.
Cuando llegué al cementerio aún guardaba la esperanza de encontrar un lugar bonito para escribir, si quiera para bañarme. En el camino me compré una lata de cerveza y comencé a equilibrar el sol y mis ideas. Pero el hostal Inti era un recinto de rojo y verde, como de navidad, donde la oscuridad invitaba a lo más perverso de la lujuria prostibular.
Lo seguí tomando a bien, necesitaba un baño. Cagar. Meterme el isopo. Lo mío, mi intimidad, pero las paredes rojas, la luz baja, el baño recién habilitado luego de un choque fugaz del amor al paso. Yo, un escritor consumado, consumido y consumidor. No podía soportarlo.
Pensé que el agua fría me haría entrar en razón y que debía soportar lo que dios me había dado, quise dejar entrar aire y abrí las cortinas, pero me empotré con las lápidas de un cementerio antiguo. Yo que venía de testear lo más hondo del sufrimiento mortal de mano de mis familiares que me contaban sus penas.
Temí dormir en un lugar donde me fueran a jalar los pies. Donde evoque a la muerte cuando lo que buscaba era vivir, sobrevivir.
Justo me topo con un cementerio cuando había tenido días dedicados a hablar de la muerte. Mi tía Cristina llegó a mi casa con Carla. Mi prima sigue lo que escribo y veo que disfruta escuchar pormenores de nuestro árbol ancestral. Yo no soy tan riguroso cuando investigo temas para escribir, pero veo que ella toma notas de las cosas que vinculan a nuestra familia, en Morropón, en Chulucanas, en Sullana donde nació mi mamá. Entonces mi mamá se pone a contar que su papá tiene más hijos que Bob Marley, 45 contabilizados, pero pueden ser más. Para la misa por su natalicio la invitaron y los hermanos 'buenos' la reconocieron de hermana mala a hermana buena. le dieron un cuadro y luego se olvidaron de ella. Mi mamá lo visitaba cuando era niña, iba a verlo en complicidad de su mejor amiga, la tía Eli.
Mi tía Cristina nos cuenta que fue a votar en contra de Castillo, pero se dio cuenta que le habían trafeado el voto. Le dijo a su nieta que la esperaba afuera del centro de votación, pero no le hizo caso, debían volver a casa porque su nieta tenía que salir con su enamorado.
Mi tía Cris quiso reclamar que su voto había sido manipulado en favor del comunismo que tanto temía. Pero no tenía fuerzas porque hacía nomás que su hijo mi primo Toño había muerto. Yo tenía presente a mi primo Toño porque días antes de morir de alguna manera lo hice sonreír y el cáncer al cerebro que lo estaba carcomiendo pasó a un segundo plano por un minuto. Fue cuando mi prima Carla le leyó un cuento mío y luego le mostró un video donde yo hablaba de tecnología. De alguna manera lo hizo sentir mejor. También le cantó la canción Cuando me fui de Cuba. Y lo dejaba dormir escuchando Depeche Mode. Cuando me fui de Cuba dejé enterrado mi corazón.
Para ir a Piura llamé a mi primo para que me haga el taxi al aeropuerto. Fuimos temprano mientras me iba contando los últimos días de Luchito.
Su hermano Luchito era esquizofrénico desde los veinticinco cuando tomó un ácido que le quemó el cerebro en los ochentas. Eso marcó su vida porque no volvió a tener un oficio conocido y porque cuando su papá murió, heredó la pensión de cesante como aviador. De eso vivían mi primo y su hermano Luchito. Pero la diabetes lo fue matando con los años. Cuando agonizaba ya no quisieron atenderlo en el hospital FAP y mi primo se peleó una vez más, como en los fines de semana que se trompea por ser barrista de la U contra los de alianza, contra los de Cristal, Muni o incluso entre los mismos cremas. Pero su hermano no pudo ganar el partido. De nada sirvió pegarle al enfermero, cachetear al doctor, decirle cagón conchetumadre. Igual le dije al doctor cuando mi abuela había muerto. No hay explicaciones y uno quiere encontrar los culpables inmediatos.
Durante las actividades de la feria del libro fuimos a un colegio emblemático donde estudian los mejores estudiantes del Perú. Y homenajearon a los escritores locales, pero una alumna un poco agresiva desafió que ninguno de los escritores podría hablar de nada si no han leído quién se ha robado mi queso.
Yo pensé que iba a tener mejor suerte, mi presentación era en el centro de la Plaza de Armas, pusieron sillas y armaron un estrado. Todo estaba listo para triunfar. Pero el sonido falló y el micro se apagó. Pensé que se iba a solucionar rápido, pero la presentación se tuvo que parar cinco veces. Los organizadores se acercaron a disculparse, pero ya el daño estaba hecho. Mi tía Gloria había ido con dos amigas que sumaban doscientos años, fueron temprano y se tomaron un helado en un café conocido de Piura. Se sentaron adelante. No había nadie más. Yo no sabía dónde meter la cara. Pero también debo aceptar que estoy acostumbrado al ridículo. Acabé rápido la presentación y nos fuimos a comer pollo a la brasa.
Durante la presentación del libro aproveché para hablar de uno de los artículos que aparecen en la publicación, que trata sobre el valor monetario de un abrazo. Contando la vez que la mamá de mi amigo el poeta Rafael Romero, radicado en Dublín, me pidió que le lleve como encargo un abrazo a su hijo, a quien iba a ver en unos días en Europa. Yo llevé el abrazo bien cuidado durante horas de vuelo, para llevárselo intacto como me lo envió su mamá.
Eso quise contar porque el abrazo que le debía a mi tía Gloria venía de años atrás que mi soberbia me embargaba y no lograba entender que a las mujeres se les respeta por sobre todas las cosas. Le llevé el abrazo de mi mamá que no pudo ir conmigo, pero que pronto volverá a su tierra querida y recorrer juntas Morropón, Catacaos, Chulucanas, Huancabamba, Ayabaca.
Aproveché para disculparme de alguna manera con mi tía por haber sido víctima de mi demonio literario, aquel genio incontrolable que no sabe cuando ofende intentando desafiar a la palabra.
En la presentación hubo cuatro generaciones de mi familia, mi tía Gloria, mi prima Rita. Mi sobrina Dayna y mi sobrina nieta Emma. Jamás había pasado una situación así, recuerdo que en 2012 a la presentación en la FIL de El artista de la familia fue mi tía Angelita y mi tía Cecilia Villarreal, por el lado de mi padre, y mi tía Dochi. Gente maravillosa que se convierte en el combustible de mi escritura diaria. Esa presentación en donde cantó Ronieco y al final amenizó con canciones de los Beatles. Fabuloso. Me costó tanto sacar ese libro, tanto por la ansiedad estafadora de mis editores, como por mi depresión que me llevó a intentarme ir de este mundo para siempre. 2011, esperaba más con la salida de mi libro que nunca salió, y cuando salió, ya estaba internado convulsionado de ansiedad. Muerto en vida, hecho una basura que no tiene ni libro, ni ahorros, ni sueños ni esperanzas. Perdí todo con la espera de mi ansiado libro. Me dolió tanto presentarlo en Huancayo con solo unos ejemplares con páginas en blanco. No pudiendo dejar un registro impreso de mi obra con el tan amable público del centro del país. La pasé tan bien engañando al público y luego tan mal que terminé ahorcado en un árbol de mi casa.
Me costó salir, y al año siguiente presenté el libro, ya estaba reestablecido y laboralmente encaminado, con proyectos y ganas de despertar todas las mañanas. Por eso es tan curiosa la foto que registra esta publicación, junto a mi sobrina nieta Emma, justo la fecha de octubre que hacía once años quería irme de este mundo. Y me veo ahora, comprometido con tantas cosas que si la muerte viniera solo le pediría tres minutos para hacer llamadas y delegar mil cosas para que si no estuviera todo siguiera funcionando, pero si pasara que no estuviera igual todo seguiría funcionando. Me costó entenderlo un centenar de ansiolíticos.
Cuando mi prima Carla le cantaba Cuando me fui de Cuba a mi primo Toño antes de irse de este mundo, porque había pedido como voluntad que le retiren las quimioterapias, era porque la canción hablaba de alguien que no se quería ir. Y él no se quería ir. Quería seguir aquí dando batalla a la vida.
EL
EMPRENDEDOR DE LAS MIL CARAS
Muy buenas
tardes, soy el escritor y editor Francisco León. Bienvenidos a la presentación
del libro El emprendedor de las mil caras publicado por la editorial que
lleva mi nombre.
El término emprendimiento es uno de
los más difundidos de la actualidad. Es el soporte de un país como el Perú, por
algo nos referimos a nosotros mismo diciendo: “somos un país de emprendedores”.
Emprender es arriesgarse, invertir, innovar y sobre todo trabajar arduamente.
Recuerdo el surgimiento del título,
la etiqueta, lo que vende el producto. Después de conversarlo con Juan José y
darle algunas sugerencias, se decidió a tomar la de: “El emprendedor de las mil
caras”; en obvio juego de palabras y hasta incluso homenaje al libro de Joseph
Campbell El héroe de las mil caras. Texto sobre el que me detendré. Lo
que Campbell descubrió, tras analizar libros sagrados y mitos de diversas
culturas, es que existe una estructura común en todas. Un proceso en el que el
héroe no nace, se hace. Es lo que él llamó el “monomito del viaje del héroe”.
Viaje que implica peligros, riesgos, esfuerzo, hasta la conclusión del
objetivo. Tal cual lo hace el emprendedor.
Sandoval es periodista y es el
ejercicio práctico de su profesión lo que le otorga
esa “profundidad fundamental”, que encuentro en el libro y en el resto de su
obra, que lo diferencia de otros autores; que usan similar técnica en el
abordaje de sus historias. Hablo de la primera persona. La literatura de
Sandoval está más cerca de esa tradición japonesa llamada Watakushi-shōsetsu,
traducida como “Mi novela” o lo que se entiende por “literatura
del yo”; género creado en Japón a inicios del 1900 del siglo pasado y que poco
o nada tiene que ver con esa autoficción, más aburrida que fumar papel bulky,
que nos vende las grandes transnacionales.
Para ejemplificar y dar a entender
hacia donde voy al referirme a la profundidad en este tipo de novelas en
primera persona, que toman parte de la experiencia vital del autor con una
dosis de imaginación, quiero mencionar los trabajos del Premio Nobel Kensaburo
Oé.
Por otro lado, buen hijo de la X
generation, los otros libros de Sandoval giran en torno a los ejes
preferidos de los autores de los 90. Hablo de rock, drogas y sexo. Aquí debo
subrayar que muchos de esos escritores son solo
fruto del “descuido”, del malditismo, real o fingido, y de la bohemia. Nuestro
autor, por el contrario, nos deja muy reconocible la impronta de su estilo. Logra
que el fondo y la forma se encuentren en justo equilibrio.
Como mencionó Camilo José
de Cela en una entrevista: el escritor es escritor hasta cuando sueña. No
importa qué oficio ejerza para ganarse la vida, eso es algo solo coyuntural,
que no lo desvía de su camino. Así, Juan José Sandoval es escritor siempre.
Aunque lo encontremos en el Ministerio de Transportes como jefe de imagen o
dirigiendo su programa “Tecnología y Negocios” o tocando con su banda “Los
viejitos de Barrón” o en las múltiples chambas freenlace que ocupan su
tiempo.
Él es un aporreador de teclas en
sentido literal, pues gusta pegarle al teclado, cual si luchara con una
Remington, del que extrae un beat propio. Estamos ante un hombre que
como Bukowski o Hemingway ama ponerse los guantes, aunque no contra rivales de
carne y hueso, sino contra el más duro y difícil: él mismo. No teme destruirse
si es necesario o perder amigos, a fin de lograr una obra que lo deje
satisfecho.
El emprendedor de las mil caras
nos cuenta historias de vida, crónicas, sobre el emprendimiento y es en sí
mismo un producto cultural y un emprendimiento.
Ni decálogo ni receta de “felicidad”
instantánea, sino libro de ejemplos que funcionan como espejos, en los que cada
lector podrá encontrar la imagen que más se adecúe a lo que desea ser. En los atrapantes
títulos de cada capítulo la prosa limpia, que fluye con naturalidad, de Juan
José Sandoval se luce, sea en: Movimiento bursátil de un abrazo, Los
empresaurios pueden desaparecer, un guiño al tema de Charlie García, El
ayahuasca de la innovación empresarial o Ser versátil para emprender, donde
menciona cómo conoció a Sergio Galliani, etc.
Cierro esta corta intervención
citando al autor, que en una de nuestras tantas conversas, me dijo una frase
que se hace necesaria y hace luz, en una ciudad donde la mayoría de escritores
y poetas creen que este oficio debe ser una oda al dolor, al sufrimiento, al
“apóyame hermano” así con tono lastimero, con cara de no se vende, acá nadie
lee, etc. Me dijo: “uno decide si quiere ser un escritor mendigo o un escritor
emprendedor”.
Es así que la elección está en
nuestras manos. Usemos cada gota, mucha o poca, de talento que tengamos, esos
“dones” de los que hablaba la Biblia y pongamos manos a la obra en nuestro
emprendimiento. Sea cual fuere. Es en corto: si la vida te dio limones, has
limonada.
Gracias.
Francisco
León.
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Entrevista con la cosplayer Tania Salcedo |
La vida está hecha de oportunidades. Tú ves si las utilizas o las desperdicias. Cual delantero con la nueve en la espalda, las ocasiones de gol están ahí, somos los que fallamos, somos los que tocamos la gloria o nos hundimos en el fracaso.
Tú decides, por más que te la pases echándole a culpa a todo, el autor de tu destino eres tú mismo.
A mí por ejemplo, se me pasaron tantas oportunidades que me quedé solo. No hay opción a reclamos. Pero pude haber iniciado una carrera en el mundo televisivo cuando me ofrecieron una recomendación. Entonces me pidieron por correo mi curriculum para referirlo al gerente general de Panamericana Televisión. En esos tiempos, aún de Genaro, era conocido que era un lugar de trabajo un tanto informal. Para colmo, uno de sus periodistas de apellido de fiesta electrónica, hacía un enlace en vivo cuando un ex trabajados irrumpió en la toma y con un cartel que decia GENARO PÁGAME, acaparó la imagen a gritos exigiendo que le cumplan con su sueldo.
Yo ya trabajaba en la revista Gente, tenía contrato y gollerías porque aún estudiaba. No ganaba mucho pero la riqueza venía de la experiencia que obtenía cada día que no llegaba a casa y me quedaba bebiendo tragos de canje publicitario. Yo creía que crecía. Por eso me sentí en confianza al detallar en aquel correo en que me pidieron mi CV para referirme al canal, que no estaba intereado porque era un lugar de 'cabeceros y ladrones'.
Pero el correo que me pidieron fue reenviado incluyendo el mensaje insultante. Y el gerente lo recibió y devolvió el correo respondiendo que cómo le iba a dar cabida a un sujeto que pensaba que era un canal de cabeceros. Y perdí mi oportunidad de iniciar mi carrera en un canal de televisión.
No pasaron muchos años y la soberbia no se me iba. Porque una profesora del taller de periodismo vio que tenía destreza para escribir. Entonces me propuso ir al diario Gestión, me dijo que tenía que ir tal día a tal hora, pero no fui. Es más, ni le presté atención al dato. Yo era poeta, yo ya había publicado, tenía pluma, pero era un huevón más. Como cualquiera.
La profesora nunca me perdonó el desplante. Pude haber iniciado mi carrera en el mundo de las finanzas, periodismo económico, segmentado hacia la gente que toma decisiones, pero preferí quedarme en el parque drogándome pensando que era intelectual.
La vida se pasa aprovechando y desperdiciando oportunidades. Yo vivo con mi madre a pesar que mi generación ya es abuela. Amigos míos ya suben fotos con sus hijos profesionales y con nietos radiantes. Yo me paso la vida regalando likes por el ciberespacio. Buscando algo que realmente me conmueva.
Mi mamá había enfermado y tuve que acompañarla día y noche. Entonces ella dejó de cocinar y yo me hice chef de barrio. Pero también había que barrer y limpiar todo el departamento. Apenas iba a colapsar a mi mamá le vino una hiperglicemia que la desmayó mientras se duchaba, yo no me di cuenta que tenía hora y media en el baño y el agua caliente de la terma se había consumido hacía mucho, por lo que además de la efervescencia de su azúcar se le había hecho un cuadro de hipotermia por el agua que inicialmente estaba hirviendo y luego se fue poniendo fría.
Para poder sacarla del baño tuve que levantarla en peso y con toallas y una secadora de pelo fui tratando de reanimarla, mientras venía la ambulancia que ya mis hermanos enterados del hecho gestionaron. Lo que vino después fue ambulancia, exámenes, copagos, esperar sin que nunca más te llamen. Entre que la tuve que cargar a mi mamá y le dijeron que debía quedarse unos días internada, yo había sudado tanto que me entró aire y me enfermé. Y así tosiendo seguí apoyando.
Al segundo día de estar en la clínica, por la noche recibí la llamada del doctor. Me propuso trabajar para el presidente del sombrero. Te interesa o no. Me planteó el doctor. Entonces dejé a mi madre encargada con mis hermanos, desempolvé mi terno que prácticamente usaba para velorios, y fui al día siguiente al ministerio más grande del Perú.
El doctor me llevó en cuestión de horas frente al flamante ministro de transportes. Aunque me embargaba el miedo, había un fuego dentro mío que me hacía encarar la situación con harta cancha y harta concha. Estaba decidido a asumir lo que me ofrecieran, tenía mis títulos y mis galones profesionales. Pero el asumir un cargo de confianza con un ministro de Estado era algo nuevo para mí.
Cuando lo tuve en frente, mi propia experiencia llevó la situación a conseguir su confianza. Y por ende el puesto de trabajo.
De ayudar a mi madre a arreglar su cama y ayudarle a secarse los pies pasé a tener 55 personas a mi cargo, una secretaria y tres coordinadores. Y mi terno de velorios seguía oliendo a guardado, pero mis ideas estaban candentes llenas de fuego. Mis ideas estaban afiladas y toda la experiencia que cargaba de todos los años que he sido director o líder de proyectos me abastecían la confianza.
Mis hermanos se hicieron cargo de mi viejita. Pero mi hermano el negro me fue a recoger la primera noche que asumí el cargo bajo resolución ministerial, ya era más de la medianoche y seguía firmando documentos que me ponían en frente y yo, cual Salvador Dalí, firmaba de manera industrial.
Cuando pude salir del ministerio subí al auto de mi hermano que está polarizado y yo parecía relamente un político consumado que entraba a su auto blindado, su cofre. Me dijo si quería comer algo o si me llevaba a mi casa. Pero le dije que quería ver a mi mamá. Quería contarle que había llegado mi momento.