Montero ordenó hacer volar Arica y Elmore diseñó el minado de la plaza
(Pérez 1880, 9-10)
2. Montero se retira a Tacna y Bolognesi se hace cargo de Arica
El 3 de abril de 1880 Arica fue formalmente entregada a la responsabilidad del coronel Francisco Bolognesi tras el desplazamiento a Tacna del grueso de las fuerzas peruanas comandadas por el contralmirante Lizardo Montero. Con las tropas también partió el ingeniero Teobaldo Eléspuru, quedando designado Teodoro Elmore como ingeniero de Estado en Arica. Nuevamente, Pérez resumió la situación:
Desplazamiento de Montero a Tacna; Bolognesi queda al comando de Arica
(Pérez 1880, 10-11)
3. Memorándum de Elmore y plan detallado de fortificación de Arica
El ingeniero Elmore presentó a Bolognesi un memorándum con sus recomendaciones para la fortificación y minado de Arica. En el documento, Elmore reiteró las propuestas que anteriormente había presentado a Montero. Pérez las describió de la siguiente manera:
Plan detallado de Elmore para fortificar y minar Arica
(Pérez 1880, 11-14)
El 12 de abril de 1880, con la aprobación de Bolognesi, Teodoro Elmore dio inicio a las obras de fortificación y minado de la plaza. Los trabajos sólo pudieron realizarse por espacio de un mes y tres semanas y no pudieron concluirse por la presencia del enemigo. A pesar de contarse con la participación del personal de la división de Torpedistas destacado en la isla del Alacrán, frente a Arica, los trabajos enfrentaron serias limitaciones por la inexistencia de los materiales y recursos necesarios para el minado.
4. Prueba de funcionamiento de las minas
El 10 de mayo de 1880 Teodoro Elmore dirigió dos oficios al coronel Bolognesi relacionados con la prueba de operación de las minas realizada esa mañana. Ambos documentos hacen entrever las carencias de fulminantes eléctricos que afectaban las obras de minado de Arica.
El primer oficio permite conocer que ya se habían instalado en Arica un conjunto de minas en tres series, que estaban sólo a la espera de los correspondientes 81 fulminantes para estar totalmente operativas. Sin embargo, el oficio también transpira la insatisfacción de Bolognesi con el trabajo de Elmore y una actitud inadecuada y quizá insolente por parte de Elmore en su trato con el comandante general de la plaza. El ingeniero de Estado llegó a ordenar la suspensión de la carga de las minas hasta que Bolognesi le indicara la manera en que debería realizarse dicha tarea y le entregase los fulminantes solicitados. Bolognesi tenía dificultades en atender el pedido de fulminantes debido al abandono material en que se encontraba Arica por parte del gobierno del dictador Nicolás de Piérola. La comunicación de Elmore reflejó la orden de eficacia total exigida por Bolognesi, la misma que Elmore se negó a asegurar.
Primer oficio de Elmore sobre la prueba de las minas de Arica efectuada el 10 de mayo de 1880
(Ahumada 1886, III: 226)
Elmore en su segundo oficio insistió en la falibilidad del trabajo de minado, pero aseguró a Bolognesi que haría lo humanamente posible para obtener el mayor éxito. En cuanto a la carga de las minas del Morro, Elmore solicitó la entrega de la dinamita adicional necesaria para las quince minas que ya tenía preparadas. Un dato interesante es que estas minas tendrían treinta libras de dinamita cada una, a diferencia de las minas de la zona norte, que solo contenían libra y media.
Segundo oficio de Elmore sobre las minas de Arica
(Ahumada 1886, III: 226)
5. La guarnición de Arica decide resistir y volar la plaza en caso de asalto
El 28 de mayo de 1880, dos días después de la derrota en la batalla del Alto de la Alianza, se realizó en Arica un nuevo consejo de guerra convocado por Bolognesi. Los 27 jefes militares reunidos ratificaron su decisión de combatir, no rendir la plaza, así como de acelerar los trabajos de fortificación y minado. Acordaron también que el ingeniero Teodoro Elmore debería dirigir la ejecución del plan de hacer volar Arica. Pérez recogió el acuerdo en su libro:
La guarnición de Arica reafirma su decisión de resistir. De ser necesario Elmore debería dirigir la voladura de la plaza.
(Pérez 1880, 14)
6. Elmore es capturado tras hacer explosionar algunas minas
El 2 de junio de 1880 se verificó un hecho irregular en el trabajo de Teodoro Elmore. Desde el 30 de mayo, Elmore y el ingeniero electricista teniente Pedro Ignacio Ureta minaron distintos objetivos en las afueras de Arica con la finalidad de impedir la utilización del ferrocarril que conducía a esta ciudad. En el último de estos trabajos, en Chacalluta, a quince kilómetros de Arica y por razones desconocidas, Elmore dio fuego a unas minas cuando se encontraba cerca de ellas una patrulla de caballería chilena. Sin mencionar fuente o evidencia alguna, Basadre (1968, VIII: 211) afirmó que Elmore debería colocar las minas en el sitio y “hacerlas explosionar cuando lo atravesara el enemigo”.
La explosión de Chacalluta generó pánico momentáneo entre los invasores chilenos. Pérez (1880, 15) escribió que “el estrépito, la tierra y las piedras que silbaban en el aire introdujeron una confusión espantosa de que nadie se daba cuenta; los jinetes, por una parte, los caballos por otra, todos corrían desaforadamente, creyendo que la tierra se los iba a tragar”. La explosión permitió comprobar que las minas aterrorizarían a los chilenos; sin embargo, fue preocupante comprobar que sólo explotó una mina de cada serie y que sólo se produjeron tres heridos leves entre los invasores.
La misión no parece razonable si se tiene en cuenta que Elmore y Ureta estaban solos y que, para no ser descubiertos en su trabajo, ambos habían abandonado en el pueblo sus cabalgaduras –según Elmore, mulas– lo que implicaba que sólo podrían escapar a pie de una eventual persecución del enemigo. Contradiciendo parcialmente a Elmore, debe indicarse que el diario chileno El Ferrocarril informó que Elmore y Ureta estaban acompañados por un tercer hombre, que logró huir a caballo, y quien probablemente haya sido el operador designado para las minas.
Por otro lado, este incidente revela un asunto grave que merece ser analizado. Según escribió Elmore, él fue a Chacalluta dispuesto a morir haciendo saltar esas minas porque la persona a quien se había ordenado operar el dispositivo exigió como condición que se le entregara “un buen caballo y una buena montura”, obviamente –deducimos– para escapar del lugar luego de la explosión (Elmore 1902, 19). Reveladoramente, Elmore indicó que “si nosotros no nos hubiéramos resuelto a perecer quedándonos a pie, las minas allí colocadas hubieran quedado sin efecto, como tantos otros elementos, por otras partes acumulados y que no han tenido aplicación, porque ha faltado algo” (Elmore 1902, 19).
Cabe preguntar, ¿Elmore estaba dispuesto a perecer en Chacalluta cuando en cumplimiento del acuerdo del consejo de guerra del 28 de mayo tenía que ocupar el rol central operando las minas de Arica el día que se produjese el asalto chileno? Por ello, fue una acción altamente riesgosa enviarlo fuera de Arica a colocar y hacer explosionar minas, peor aún en presencia de escuadrones de la caballería enemiga. Elmore y Ureta podían ser descubiertos y capturados con facilidad, como sucedió. Sin embargo, surgen varias dudas: ¿Envió Bolognesi a Elmore en esa peligrosa misión o fue una decisión personal y propia del ingeniero de Estado? ¿Buscó Elmore ser apresado? Teniendo en cuenta su rol imprescindible en la operación de las minas colocadas dentro de Arica, ¿intentó impedir la explosión de dichas minas con su forzada ausencia de la plaza en vista de haber sido hecho prisionero por el enemigo? Dejándose hacer prisionero, ¿evitó Elmore estar presente en el sacrificio colectivo que se produciría en Arica cuando se produjera la voladura de las minas? Peor aún, Basadre (1968, VIII: 236) insinúa que Elmore fue tomado prisionero “con los planos de las minas”. Es de presumir que Basadre sostiene dicha afirmación basándose en la comunicación de Patricio Lynch.
Como consecuencia de esta lamentable e irracional decisión, Elmore fue capturado por el enemigo lo que determinó que el 7 de junio de 1880 la guarnición de Arica no pudiese contar con sus indispensables servicios para la operación de las minas.
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Elmore y Ureta son capturados tras hacer explosionar algunas minas
(Pérez 1880, 14-16)
II. Testimonios sobre la captura y confesión de Elmore
De acuerdo con comunicaciones oficiales chilenas, testimonios periodísticos chilenos y peruanos, y declaraciones de miembros del cuerpo diplomático acreditados ante el gobierno chileno, se llega a la conclusión que el ingeniero Teodoro Elmore informó al enemigo sobre el minado y las fortificaciones de Arica. Reveló al enemigo el número y la ubicación de las minas que defendían la plaza. Si bien confesó bajo la amenaza de ser pasado por las armas eso no quita que haya traicionado al Perú. Como dijo el capitán chileno Barahona: “Eligió entre ser fusilado y hablar sin mentir”.
A continuación, presentamos diferentes testimonios sobre el comportamiento de Teodoro Elmore tras ser capturado el 2 de junio de 1880.
1. Patricio Lynch, comandante chileno
Dos telegramas del comandante Patricio Lynch hicieron pública en las esferas oficiales de Santiago la colaboración del ingeniero Teodoro Elmore con las fuerzas invasoras.
El 4 de junio de 1880, el comandante Lynch envió un telegrama oficial al gobierno de Santiago en el que informa respecto a la captura de Elmore y su entrega de información sobre los fuertes y minas que defendían Arica. El documento precisa dos hechos de suma importancia. En primer lugar, el comandante Lynch informó que “fue capturado un individuo [Teodoro Elmore] que ayer por la mañana hizo saltar una mina cerca del campamento de los Carabineros de Yungay”. Manifestó además que “se tienen los planos de los fuertes y de las minas”. El citado telegrama de Lynch aparece incluido en su integridad en las dos principales fuentes documentales chilenas sobre la Guerra del Salitre: La Guerra del Pacífico de Pascual Ahumada y el Boletín de la Guerra del Pacífico del Ministerio de Guerra.
Primer telegrama de Patricio Lynch al Gobierno en Santiago. Está fechado el 4 de junio de 1880.
(Ahumada 1886, 173-174)
2. Máximo Ramón Lira, prefecto chileno de Tacna
El 7 de junio de 1880, Patricio Lynch envió un nuevo telegrama a su Gobierno en Santiago en el que da cuenta del informe que le había proporcionado desde Arica Máximo Ramón Lira, prefecto chileno de Tacna, el 4 de junio de 1880. Lira hizo saber a Lynch que el ingeniero Teodoro Elmore informó “respecto del número y ubicación de las minas” de Arica.
Segundo telegrama de Patricio Lynch al Gobierno en Santiago. Está fechado el 7 de junio de 1880.
(Ahumada 1886, III: 174)
Capitán Manuel Barahona Romero
3. Manuel Barahona Romero, capitán del regimiento chileno Cazadores a caballo
El capitán Manuel R. Barahona, del regimiento chileno Cazadores a caballo fue quien capturó a Teodoro Elmore poniéndolo luego a disposición de su jefe, el comandante Juan Rafael Vargas. En carta fechada en Arica el 9 de junio de 1880, el capitán Barahona dejó constancia que los invasores chilenos supieron, por confesión de Teodoro Elmore, “todo lo que necesitábamos para hacernos cargo de la manera cómo estaban defendidos los fuertes”. Según el capitán Barahona, Elmore “eligió entre ser fusilado y hablar sin mentir”.
Carta del capitán chileno Manuel Barahona Romero fechada en Arica el 9 de junio de 1880
(Ahumada 1886, 198)
4. Juan Rafael Vargas, comandante del escuadrón chileno Carabineros de Yungay
El comandante Juan Rafael Vargas, del escuadrón Carabineros de Yungay, recibió como prisioneros al ingeniero Teodoro Elmore y al subteniente Pedro Ureta, este último herido de bala. Según su parte oficial, Vargas iba a fusilarlos “en el acto” –violando las normas de la Convención de Ginebra sobre tratamiento de prisioneros– cuando los detenidos le informaron “que eran los encargados de colocar minas y de destruir la línea férrea de Arica a Tacna”. Por ello, Vargas resolvió “dejarlos [con vida] para de ellos poder saber los puntos donde hubiese barricadas, tanto en la línea como en la plaza y puerto de Arica”.
Comandante chileno Juan Rafael Vargas
Parte del comandante chileno Juan Rafael Vargas
(Ahumada 1886, III: 183)
Días después, el 11 de junio de 1880, en carta dirigida a su padre, el comandante Vargas se refirió nuevamente a la captura de Elmore. Ampliando la versión que proporcionó en su parte, Vargas refirió que “tomó a un paisano al cual amenazó con la muerte si no le indicaba el lugar [de la batería eléctrica de las minas que habían explotado] y quiénes habían sido los autores”. Vargas relató que “preparó ocho tiradores para fusilarlos en el acto y en el mismo sitio”. Refiere que, tras ser capturado, el ingeniero Elmore “comprendió su situación” y que confesó “que era ingeniero, que él había colocado los torpedos [minas] y sabía el lugar donde estaban muchos más”. Por esa razón Vargas refiere que desistió de fusilar a Elmore y al herido Ureta.
Párrafos de la carta del comandante Juan Rafael Vargas
(Ahumada 1886, 199)
5. Wilhelm Ekdahl, director de la Academia de Guerra del Ejército de Chile
Wilhelm Ekdahl
Wilhelm Ekdahl Anglin fue un oficial militar sueco miembro de la misión de instructores alemanes de Emilio Körner que en 1895 recibió el encargo de modernizar el ejército chileno. Fue director de las Fábricas y Maestranzas del Ejército (FAMAE), profesor y luego director de la Academia de Guerra y, finalmente, subjefe del Estado Mayor del Ejército. Escribió la Historia militar de la Guerra del Pacífico entre Chile, Perú i Bolivia (1879-1883), en tres volúmenes.
En el segundo tomo de su Historia militar, capítulo 22, Ekdahl se refirió al asalto de Arica, la explosión de las minas y la captura de Elmore. En la versión de Ekdahl se menciona que se encontró en el bolsillo de Elmore el plan de toda la defensa de minas de Arica con indicación de la ubicación de las minas, de los hilos conductores, y de la estación eléctrica desde la que se controlaría la operación de los explosivos (Ekdahl 1919, II: 387).
Elmore cayó en manos de los chilenos con el plan completo de minado de Arica.
(Ekdahl 1919, II: 387).
6. El Ferrocarril, periódico chileno
En tres oportunidades, el diario chileno El Ferrocarril publicó informaciones sobre Elmore y sus informes al enemigo acerca de las minas y fortificaciones de Arica.
La primera de ellas es un despacho en el que reportó el incidente de las minas hechas explotar por Elmore y la confesión del ingeniero peruano. En forma escueta, el diario reportó: “Llevado a presencia del señor Vargas, [el señor Elmore] dijo que se encontraba allí con el objeto de levantar unos planos, agregando que había otras minas y que la ciudad y los fuertes estaban igualmente minados”.
El diario chileno El Ferrocarril informó sobre la captura y confesión de Elmore
(Ministerio de Guerra de la República de Chile 1979, 742)
El Ferrocarril volvió a referirse a las revelaciones hechas por el ingeniero Elmore, esta vez en despacho fechado el 10 de junio de 1880. El diario reportó que el prisionero no sólo informó sobre el minado de la ciudad y los fuertes de Arica sin que también explicó a sus captores que “la marcha del ejército [chileno] por el bajo, a más de ser ofendida por los fuertes, era peligrosísima exponiéndose [los soldados chilenos] a ser volados por las numerosas minas diseminadas en el trayecto”.
El diario chileno El Ferrocarril informó por segunda vez sobre la confesión de Elmore
(Ministerio de Guerra de la República de Chile 1979, 744)
Finalmente, El Ferrocarril publicó un despacho enviado desde Arica el 10 de junio de 1880 en el que aparecen dos párrafos que se refieren a Elmore y las minas de Arica.
En el primero de estos párrafos se informa que el plano de las 84 minas existentes en Arica se encontraba en poder del estado mayor general chileno. El número de las minas reportado por el periódico coincide con la información proporcionada por Elmore en su oficio a Bolognesi del 10 de mayo de 1880, en el que el ingeniero de Estado reclamaba 81 fulminantes para las tres series de minas ya instaladas. Confirmando la potencia de las minas en caso de haber sido activadas, El Ferrocarril informó que una de ellas estaba cargada con 32 quintales de dinamita y se encontraba ubicada muy cerca de la casa que ocupaba Bolognesi en Arica.
En el segundo párrafo se informa que Elmore fue dejado en libertad por el comando enemigo “por algunos servicios prestados”. El ingeniero de Estado peruano no aceptó. Por supuesto, en vez de tratar tan humildemente los servicios proporcionados por Elmore, El Ferrocarril debió haber publicado que Elmore fue puesto en libertad por los importantes servicios prestados a la nación chilena delatando las fortificaciones de Arica.
El diario chileno El Ferrocarril informó sobre las 84 minas colocadas en Arica y sobre la libertad concedida a Elmore “por algunos servicios prestados”
(Ministerio de Guerra de la República de Chile 1979, 749)
7. Nicanor Molinare, historiador chileno
El historiador chileno Nicanor Molinare escribió un importante libro sobre la Batalla de Arica, hecho de armas al cual él asistió como subteniente del regimiento 4to. de Línea. El libro se tituló Asalto y toma de Arica: 7 de junio de 1880 y narró en forma detallada la confesión sobre las fortificaciones y minas de Arica hecha por Elmore al capitán de caballería Belisario Campo, ayudante de Pedro Lagos. El relato es el siguiente:
“Momentos después de ser tomados prisioneros, [Teodoro] Elmore y [Pedro Ignacio] Ureta, fueron conducidos al campamento chileno de Lluta; y en cuanto el coronel Lagos se bajó del convoy que lo conducía de Tacna con su reserva, en esa mañana el jefe del campamento, comandante don Juan Rafael Vargas, le dio cuenta de lo ocurrido, y le presentó a Elmore en su calidad de ingeniero en jefe de las fortificaciones ariqueñas.
Lagos conversó ligeramente con el prisionero; llamó a su ayudante, capitán de caballería don Belisario Campo, retirado hoy del servicio como general de la nación; charló brevemente con él y le entregó a Elmore.
Nosotros, unidos por íntima y vieja amistad con don Belisario Campo, desde años antes del 79, lazo que perdura hasta el presente, sin que jamás durante las vicisitudes de nuestra accidentada existencia, se haya por ningún motivo enfriado esa unión, cien veces hemos oído narrar al capitán, mayor, coronel y hoy general Campo ese episodio, siempre del mismo modo, con la misma sincera verdad y sencillez con que hoy lo contamos, a los que nos hagan el honor de leernos.
El coronel Lagos, decíamos, entregó a Elmore al capitán don Belisario Campo; éste a su vez tomó cuatro soldados del [escuadrón] Cazadores a caballo; hizo montar a su prisionero en un excelente animal, y a buen paso y sin trepidar, se dirigió hacia el sur; atravesó el río, por el mismo lugar en que lo había efectuado Avaria, llevando por guía al autor de aquel inicuo atentado, y se internó resueltamente en el magnífico y espléndido gramadal que se extiende al sur del Lluta.
Elmore, momentos antes de separarse de don Pedro [Lagos], había sabido por su compañero Ureta quién era el capitán Campo; y por la entrevista brevísima que el coronel tuvo con su ayudante, dándose cuenta cabal de la importancia que, para él, Elmore, tenía aquel viaje, emprendido tan a la ligera, después de lo ocurrido en la mañana, por orden de un jefe de la calidad y fama de Lagos, y entregado a un ayudante como el capitán don Belisario Campo.
Elmore, Campo y su escolta, caminaron buen trecho, casi sin cambiar palabra; dejaron atrás el casco del Wateree y sin preocuparse de nada, ni de nadie, siguieron adelante en su silenciosa excursión; ni Campo ni su acompañante cambiaban en el ínterin una sola palabra; aquella marcha no podía ser alegre, ni expansiva; al fin, el ingeniero peruano, que conocía a palmo aquellos parajes, exclamó:
“Nos pueden pajarear, capitán; hay que hacer alto”.
Expresión muy de aquella tierra que, traducida en buen romance, quiere decir: “Nos pueden cazar como a pájaros”.
En realidad, de verdad, estaban ya casi a tiro de rifle del primer fuerte peruano, de los del norte.
“No le importe a usted nada, mi amigo, todo eso; que lo que yo necesito de usted es que, estando bien cerca de las posiciones enemigas, me dé usted todos los datos necesarios sobre las fortificaciones de la plaza, reductos, minas, hilos eléctricos y sus baterías” contestó Campo.
Capitán de Caballería Belisario Campo, ayudante de Pedro Lagos. Bajo amenaza de fusilamiento hizo confesar a Elmore los detalles de las fortificaciones y minas de Arica
Elmore se negó a dar los datos que se le pedían, y asilándose en el derecho internacional, alegó que eso no podía exigirse honrada e hidalgamente a un prisionero de guerra; declaró al capitán Campo, que por nada de este mundo daría los datos que se le exigían; que, a un oficial de honor, a un caballero, no podía hacérsele proposiciones de esa especie.
Campo le cortó la oración replicando: “Tengo orden de obtener esos datos de usted; ellos deben de ser absolutamente verídicos y precisos, respondiendo con su vida de su exactitud. Tiene usted cinco minutos para contestar; evite todo discurso y palabrería”.
Y sacando su reloj, agregó:
“Lo único que en su obsequio puedo hacer, es dar orden a mis Cazadores a caballo que en lugar de recibir usted un tiro, se le peguen en la cabeza, simultáneamente, dos. Cuente usted ya los cinco minutos”.
Transcurrió un minuto, que fue un siglo para aquellos hombres, especialmente para el infeliz y desgraciado Elmore, que con una sangre fría pasmosa exclamó: “Sea, daré capitán, los datos que usted quiere”.
“Está bien, dijo Campo; dibuje usted aquí, en mi cartera, los planos de los fuertes de Arica completos; señale todas sus minas; sea usted verídico, porque el día del asalto, si sus noticias fallan, será usted muerto sin piedad”.
Elmore obedeció; y con la ligereza del profesional inteligente, que sabe bien su oficio y conoce a fondo el terreno en que opera, dibujó en la cartera del capitán Campo el plano justo, exacto de los baluartes de Arica, con todos los detalles e indicaciones del caso.
Terminado aquel notable episodio del cortísimo asedio de Arica, que nadie interrumpió, y en que no hubo más testigos que los cuatro Cazadores [a caballo] que sirvieron de escolta a Campo y Elmore, torcieron bridas, dieron la grupa a los bastiones ariqueños, y a buen paso tornaron hacia Chacalluta, al campamento del coronel Lagos.
Nosotros primero en Tacna en 1880, después en Lima en 1881, y en muchas otras ocasiones más, oímos narrar a Belisario Campo lo que acabamos de escribir...
Don Pedro [Lagos], estimando en lo que verdaderamente valían los datos, planos y relación de Elmore, dados a Campo, conversó a su vez con el ingeniero peruano, y dando orden al respecto, lo dejó en libre plática en poder del 3º de Línea, que se hizo cargo de su custodia y conservación” (Molinare 1911, 37-38).
Finalmente, Molinare expresó su opinión sobre el comportamiento del Ingeniero de Estado Teodoro Elmore: “¿La conducta de Elmore estuvo arreglada a los dictados del patriotismo? Afirmamos que no. Elmore no debió por un sólo momento haber transigido con su conciencia; su papel era dejarse fusilar por el capitán Campo antes que dar un solo dato al enemigo de su patria. Para el caso de Elmore ha sido ideada la leyenda inglesa: ¡To be or not to be! ¡Ser o no ser!”
Juicio sobre Elmore del historiador chileno Molinare
(Molinare 1911, 54)
8. Barón Friedrich Von Gülich, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Chile del Imperio Alemán
El cuerpo diplomático acreditado en Chile tuvo conocimiento de la traición de Teodoro Elmore. Como prueba de ello puede mencionarse que el primero de julio de 1880, Friedrich Von Gülich, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Chile del Imperio Alemán escribió al Ministerio del Exterior de su Gobierno: “En tanto, aquí [en Santiago] se sabe que la ciudad de Arica estaba ciertamente fortificada, y esto de una manera inauditamente terrible, que, al parecer, no está muy de acuerdo al Derecho Internacional. Los fuertes mismos de la ciudad de Arica, ésta misma y sus alrededores próximos habían sido fortificados con minas de dinamita de tal consideración, que si el altamente enérgico y rápido avance de las tropas chilenas no hubiese sorprendido a la guarnición aliada del fuerte de Arica, todo el ejército chileno sitiador habría sido volado por los aires. Estas minas han sido descubiertas poco a poco, a base de las declaraciones del ingeniero peruano que colocó las minas y que cayó prisionero de los chilenos” (Editorial Andrés Bello 1980, 54).
Sensible la constatación, pero la verdad no puede ocultarse cuando se acude a la consulta de los mismos documentos involucrados en hechos históricos como el de la Batalla de Arica. El minado de Arica debió contribuir a la defensa de la plaza y al aniquilamiento de centenares de invasores chilenos. La captura de Elmore y la entrega por éste de información al enemigo impidió el cumplimiento integral de los anteriores objetivos.
Barón Friedrich Von Gülich, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Chile del Imperio Alemán
9. El Nacional, periódico peruano
El diario El Nacional de Lima publicó un despacho de Gustavo Rodríguez, corresponsal en el Ejército del Sur, en el que indicó que circulaban en Tacna versiones que, tras ser capturado por el enemigo, el ingeniero Elmore había confesado la ubicación de las minas de Arica. El Nacional también mencionó la declaración de Máximo Ramón Lira, prefecto chileno de Tacna, que había sido publicada por los diarios de Valparaíso y Santiago. El Nacional recordó al respecto la existencia de “hechos oscuros, bastante claros, sin embargo, para afirmar que hubo allí algo extraño que el tiempo se encargará de descifrar”
Sospechas en la prensa peruana sobre la conducta de Elmore
(Ahumada 1886, III: 203-204)
IV. Agentes chilenos en Arica
Mariano Felipe Paz-Soldán (1884, 315) observó que chilenos residentes en los teatros de operaciones de la guerra cumplieron el rol de agentes y colaboradores del ejército invasor. Varios de ellos lograron pasar desapercibidos en las ciudades donde vivían y eludieron la expulsión decretada por el gobierno peruano. Paz-Soldán los calificó de “huéspedes ingratos y peligrosos”. En su opinión “fueron el mejor auxilio de sus compatriotas”.
En junio de 1880 Arica contaba entre sus residentes con algunos de estos “huéspedes ingratos y peligrosos”. Según Vargas Hurtado (1921, 23) Fermín Federico Sosa, el último subprefecto peruano de Arica, atribuyó el sabotaje de los alambres transmisores de las minas –colocados a flor de tierra, en las calles y cerros aledaños– a los “numerosos extranjeros sospechosos, sin oficio ni beneficio, que pululaban en Arica desde los primeros meses de la declaratoria de guerra”. Añadió Vargas Hurtado (1921, 115) que “Arica era una madriguera de espías extranjeros, que tenían al enemigo al corriente de los menores movimientos de la guarnición”.
Según el historiador ariqueño el principal espía chileno en Arica fue el terrateniente Carlos Weguelin, apodado “el francés”, de quien nadie sospechaba tuviera la nacionalidad chilena; los peruanos creían que era francés y pensaban así por su excelente dominio de ese idioma. Circularon rumores en Arica que Weguelin fue quien guió el desplazamiento del ejército chileno hacia su nueva posición la noche del 6 de junio de 1880. Años después del asalto al Morro, Vargas Hurtado pudo confirmar dicha versión. También verificó la verdadera nacionalidad de Weguelin cuando desempeñó en dos o tres oportunidades la gobernación chilena accidental de Arica, cargo para cuyo desempeño se necesitaba ser chileno de nacimiento. Además, existen fuentes escritas de origen chileno que confirman la nacionalidad de Weguelin (República de Chile 1923, 73). Más aún, Weguelin fue compañero de estudios del general Baquedano comandante en jefe del ejército chileno en campaña en Arica.
Cabe preguntarse, ¿cómo se comunicó el ejército chileno con Carlos Weguelin? No se tiene certeza sobre la manera en que ambas partes entraron en contacto. Puede ser que Weguelin se haya presentado ante Baquedano o puede ser que Baquedano lo haya hecho buscar. Es probable también que el ejército chileno haya contado con una relación de los chilenos residentes en Arica y Tacna. Lo cierto es que la comunicación se produjo y es probable que Weguelin guiase al ejército invasor en su desplazamiento del 6 de junio de 1880. De igual manera, es posible que presentado con el plano conteniendo el número y ubicación de las minas de Arica trazado por Elmore, Weguelin haya coordinado con otros chilenos infiltrados en Arica el corte de los alambres principales de la red de 84 minas existentes. Sabotear esos alambres fue la tarea realizada en Arica entre el 2 y el 5 de junio de 1880. La acción de Wegelin y agentes chilenos allanó el camino que seguirían los asaltantes del Morro la mañana del 7 de junio de 1880
Tras la batalla, Baquedano se alojó en la casa de Carlos Weguelin en el fundo Buena Vista, en Azapa, Arica. El anfitrión compartía la propiedad de dicho fundo con su hermano mayor. Al mismo tiempo y por propia confesión, otro actor del drama de Arica estuvo alojado en la casa de los hermanos chilenos Weguelin: ¡Teodoro Elmore! En la carta a su madre que se cita más adelante (Vargas Hurtado 1921, 107-108), Elmore escribió “Por lo demás, los señores Weguelin, dueños del fundo, me atienden esmeradamente, y estoy bueno”...
El vecino de Arica y agente chileno Carlos Weguelin guió al ejército invasor hacia su nueva posición la noche del 6 de junio de 1880
(Vargas Hurtado 1921, 112-115)
Publicación del Gobierno de Chile confirma la nacionalidad chilena de Carlos Weguelin
(República de Chile 1923, 73)
V. Defensa de Teodoro Elmore
Elmore reconoció que efectuó “declaraciones” ante el enemigo
(Elmore 1902, 20-24)
Teodoro Elmore publicó en 1902 el folleto Defensa de Arica: La improvisada fortificación preparada por el ingeniero T. Elmore no era bastante para contener al enemigo. Mediante su difusión intentó responder a la incriminación de haber revelado al invasor chileno la información sobre las fortificaciones de Arica, acusación que se le seguía haciendo aún veintidós años después de su captura por el enemigo. En este opúsculo vale la pena revisar las afirmaciones contenidas en las secciones tituladas Resumen y Las minas.
1. Declaraciones al enemigo hechas por Teodoro Elmore
Hacia el final del documento, en el tercer párrafo de la sección titulada Resumen, Elmore reconoció que efectuó ante sus captores lo que él llamó “declaraciones”. Elmore añadió en el párrafo cuarto del Resumen que él “no proporcionó datos al enemigo que le facilitaran la victoria”. Sin indicar en qué consistieron dichas “declaraciones”, Elmore se limitó a afirmar que fueron de tal importancia que “hicieron perder la confianza al enemigo e impidieron que la plaza fuera tomada el 3 de junio”.
Se hace necesario analizar las manifestaciones de Elmore. De acuerdo con las leyes de guerra vigentes en 1880, una vez capturado el ingeniero de Estado no debió haber brindado ninguna “declaración” ante el enemigo; sólo debió haber proporcionado su nombre, rango militar, y el nombre y número de su regimiento.
Sin embargo, lo escrito por Teodoro Elmore en Defensa de Arica confirma que el ingeniero proporcionó información al enemigo y que su importancia fue tal que el comando chileno pospuso el ataque a Arica por varios días. ¿Qué factor puede explicar el retraso del enemigo para asaltar el Morro? Las fuerzas militares peruanas no habían cambiado. Arica no recibió refuerzos ni tampoco ejército peruano alguno se acercó a Arica para atacar al enemigo. La artillería peruana seguía siendo la misma. Ningún navío de guerra peruano se aproximó a Arica para colaborar en su defensa. El único factor relativamente nuevo que puede explicar el retraso chileno es la confirmación hecha por Elmore de la existencia de minas en el Morro y en la ciudad.
Específicamente, ¿qué datos proporcionó Elmore? El capitán Manuel R. Barahona, que fue quien lo capturó, dejó constancia que los invasores chilenos supieron por su confesión “todo lo que necesitábamos para hacernos cargo de la manera cómo estaban defendidos los fuertes”. Según Barahona, Elmore “eligió entre ser fusilado y hablar sin mentir”. Testimonio similar proporcionó el comandante Juan Rafael Vargas, jefe de Barahona. De acuerdo con Vargas, el peruano se salvó de ser fusilado porque informó “que era ingeniero, que él había colocado las minas y que sabía el lugar donde estaban muchos más”. Dicha versión fue propalada en Chile por El Ferrocarril. Según este diario, Elmore dijo que se encontraba en Chacalluta con el objeto de levantar unos planos, que había otras minas, y que la ciudad y los fuertes estaban igualmente minados.
Es importante observar que al ser capturado Elmore no se menciona explícitamente que se encontrase en su poder plano alguno de Arica. En ello coinciden las versiones de Barahona, Vargas y El Ferrocarril. ¿Cómo fue entonces que el 4 de junio de 1880 pudiera Patricio Lynch telegrafiar a Santiago indicando que se tenían los planos de las fortificaciones y de las minas? El historiador chileno Nicanor Molinare, como ya hemos visto, fue quién contestó esa pregunta. El capitán Belisario Campo, ayudante del coronel Lagos, recibió de éste el encargo de obtener de Elmore la información de las fortificaciones y minas de Arica, bajo amenaza de pasarlo por las armas. El ingeniero peruano dibujó en la cartera de Campo el plano de los baluartes de Arica y sus minas, con los detalles e indicaciones del caso. Por ello, es entendible que el embajador alemán en Santiago escribiese a su gobierno que las minas de Arica fueron descubiertas “poco a poco, a base de las declaraciones del ingeniero peruano que colocó las minas y que cayó prisionero de los chilenos”. Tal fue la información proporcionada por Elmore al enemigo.
Según Elmore sus “declaraciones” no ayudaron a Chile. Si esto hubiese sido así, ¿qué acciones realizó el ejército chileno entre el 2 y 6 de junio de 1880? ¿Estuvo descansando cómodamente en su campamento, tomando el sol del desierto, o, por el contrario, el comando chileno modificó su plan de ataque para desactivar las minas, cortar los alambres conductores y evitar las zonas en las que ya sabía que existían minas, tarea en la que contó con la colaboración de chilenos residentes e infiltrados en Arica?
En el opúsculo Defensa de Arica Elmore presentó cartas de autoridades peruanas y militares chilenos, que podrían denominarse de “recomendación”, con las que intentó probar que él no entregó datos al enemigo sobre los fuertes y las minas. Tratando de mejorar su imagen, Elmore logró que las cartas de las autoridades peruanas mencionasen que cuando regresó a Arica como enviado chileno el 6 de junio de 1880 informó a Bolognesi y a los jefes peruanos que el ataque enemigo se produciría por las baterías del Este y no por las del Norte.
Los militares chilenos que escribieron cartas en favor de Teodoro Elmore fueron Augusto Orrego, Oficial de Estado Mayor; ocronel Pedro Lagos; Belisario Campo; D. de Toro H., comandante del batallón Chacabuco y Max R. Lira. Las autoridades peruanas que escribieron cartas en favor de Elmore encomiando su personalidad fueron F. F. Sosa, subprefecto de Arica; Alfredo Gastón, auditor general de Guerra; M. I. Espinoza, segundo jefe del Morro; Charles Watson; comandante Rómulo Tizón; Daniel Nieto, jefe de batería del Morro; y el comandante J. Sánchez Lagomarsino.
Defensa de Arica, opúsculo escrito por Teodoro Elmore y publicado en Lima en 1902 con el que intentó responder las acusaciones de traición a la patria. El ejemplar, autografiado por el ingeniero Elmore, tiene una dedicatoria a Albert Anthony Giesecke, a la sazón rector de la Universidad Nacional del Cusco.
2. Versión recortada del telegrama de Patricio Lynch
En su defensa, Elmore también incluyó en el folleto Defensa de Arica el telegrama oficial del comandante Patricio Lynch el 4 de junio de 1880 mencionado anteriormente (Elmore 1902, 10). Sin embargo, omitió información clave incluida en el telegrama presentando de esta manera una versión incompleta sobre su captura. Evidenciando su intención de protegerse, Elmore publicó el telegrama de Lynch en forma incompleta, ocultando las líneas que mencionaban su captura y que tras ser hecho prisionero los chilenos tomaron posesión de los planos de los fuertes y las minas.
En la versión incompleta del telegrama publicada por Elmore puede apreciarse que se omite el texto de las dos oraciones que lo comprometen en forma directa. Elmore no reproduce el texto “Fue capturado un individuo que ayer por la mañana hizo saltar una mina cerca del campamento de los Carabineros de Yungay”; y tampoco el texto “Se tienen los planos de los fuertes y de las minas”.
A continuación, el lector puede comparar el texto de ambos telegramas. En primer lugar, aparece el telegrama incompleto publicado por Elmore; luego aparece el telegrama completo en el que Lynch da cuenta de la captura del Ingeniero de Estado peruano y que tiene en su poder los planos de las fortificaciones de Arica.
El telegrama incompleto publicado por el ingeniero Elmore en su Defensa de Arica. Elmore omite reproducir “Fue capturado un individuo que ayer por la mañana hizo saltar una mina cerca del campamento de los Carabineros de Yungay”. Tampoco incluye la oración “Se tienen los planos de los fuertes y de las minas”.
(Elmore 1902, 10)
Telegrama completo de fecha 4 de junio de 1880 enviado por el comandante Patricio Lynch al Gobierno en Santiago
(Ministerio de Guerra 1979, 667)
3. Descalificación a posteriori de las minas como sistema de defensa
En el opúsculo publicado por Elmore vale la pena revisar las afirmaciones contenidas en las secciones Las minas y Resumen.
En la sección titulada Las minas del folleto Defensa de Arica Elmore sostuvo que, equivocadamente, la opinión pública peruana pensaba que las minas de Arica serían capaces de “detener al más poderoso ejército”. Puede ser que la percepción de Elmore fuera correcta para muchas gentes, pero el objetivo del minado de Arica no fue únicamente tratar de detener al ejército chileno. Si se revisa la orden de Montero de hacer volar Arica podrá entenderse que la intención no era únicamente que las minas contribuyeran a la defensa de la plaza. El objetivo de las fortificaciones era distinto. Lo que se buscaba haciendo volar Arica era dar una lección moral a los peruanos y al enemigo. Se aceptaba que por distintas razones Chile podría asaltar y tomar Arica, pero con la explosión de las minas los defensores peruanos morirían resistiendo el intento de conquista, llevándose con ellos a algunos (o muchos) atacantes. Chile podría ocupar Arica y obtener el triunfo militar, pero la victoria moral sería la de las fuerzas peruanas que se sacrificarían dando un ejemplo a todo el país.
En otro documento escrito por Elmore el ingeniero reflexionó sobre el rol defensivo de las minas. Se trata de la carta que Elmore escribió a su madre, desde el fundo Buena Vista en Azapa, propiedad de los hermanos chilenos Weguelin, algunos días después de la batalla. Contradiciendo lo planteado en su Defensa de Arica, Elmore puso de relieve el rol defensivo de las minas. Reconoció que sus trabajos eran la esperanza de todos y que las obras de fortificación duplicaban la fuerza de los peruanos. Indicó que las obras de minado de Arica cubrían puntos donde no existían tropas peruanas disponibles para la defensa.
También debe comentarse la afirmación de Elmore en el sentido que “nadie tenía la clave de todo el trabajo de mina y nadie podía denunciarla... nadie conocía toda la defensa”. Ésta es una falsedad que queda al descubierto si se tiene presente el acuerdo del consejo de guerra del 28 de mayo de 1880, que responsabilizó a Elmore de dirigir la ejecución del plan de hacer volar Arica. Además, debe recordarse el primer oficio del 10 de mayo de 1880 dirigido por Elmore a Bolognesi en el que el ingeniero solicitó 81 fulminantes para las tres series o líneas de minas que ya estaban preparadas y sólo requerían de dichos fulminantes para estar operativas. El oficio prueba que Elmore tenía conocimiento integral del trabajo de minado y fortificación de Arica.
Elmore también cuestionó el efecto que las minas podrían producir en el ejército enemigo. Explicó que el poder destructivo de las minas era bastante limitado. En su opinión, la explosión de una mina podría originar, a lo sumo, dos bajas entre los asaltantes.
Nuevamente, la afirmación formulada por Elmore en la sección Las minas de su folleto contradijo su propio testimonio de junio de 1880 cuando en la mencionada carta a su madre explicó que la defensa de Arica estaba preparada con una red de minas, los polvorazos y la santabárbara tenían sus mechas, los cañones sus cargas para destruirlos, etc. El historiador ariqueño Vargas Hurtado mencionó que se colocaron minas eléctricas cerca de los atrincheramientos y de las baterías del Este y Cerro Gordo, y también en la ciudad, por ejemplo, en la calle San Marcos, en la calle Ayacucho frente a la Casa de Bolognesi, a un costado del Hospital San Juan de Dios, etc. (Vargas Hurtado 1921, 24-25).
También debe tenerse presente que, en su segundo oficio a Bolognesi, el 10 de mayo de 1880, Elmore mencionó que se habían colocado en Arica dos clases de minas: las que contenían libra y media de dinamita y las que contenían treinta libras. ¿Tenían los dos tipos de minas el mismo potencial destructivo?
Defensa de Elmore contra las acusaciones de infidencia y traición
(Elmore 1902, 20-24)
4. Misión de Elmore era hacer estallar las minas
Un documento escrito por Teodoro Elmore presenta algunos detalles de las obras de fortificación y minado de la plaza de Arica que estaban bajo su responsabilidad. Se trata de una carta que Elmore escribió a su madre, desde la prisión de Buena Vista, Azapa, algunos días después de la batalla de Arica.
En la carta, Elmore reconoció que sus trabajos eran la esperanza de todos y que las obras de fortificación duplicaban la fuerza de los peruanos. Indicó que las obras de minado de Arica cubrían puntos donde no existían tropas peruanas que asumieran la defensa.
En el texto, el ingeniero escribió que la defensa de Arica estaba preparada con una red de minas que no se hizo estallar, que los polvorazos y la santabárbara tenían sus mechas, y que los cañones tenían sus cargas para ser destruidos. Declaró que las defensas no funcionaron como debieron debido a que él no estuvo dentro de Arica. Según Elmore, las explosiones de las minas y las fortificaciones se hubieran producido si él hubiera participado en la batalla, debido a que operar dicho sistema defensivo era precisamente su misión durante el combate.
Por supuesto, Elmore no dijo una palabra sobre la posibilidad real que tuvo para quedarse en Arica y no volver al campamento chileno luego de oficiar como parlamentario para los invasores el 6 de junio de 1880. Adujo en ese momento que debía retornar al campamento chileno porque había empeñado su palabra que así lo haría. Elmore prefirió cumplir con su supuesto compromiso personal con el enemigo, antes que honrar la promesa de defender Arica hecha al Perú. Obviamente, Elmore estaba muy lejos de ser un Leoncio Prado.
El ingeniero de Estado mencionó erróneamente que el disparo de las minas de Chacalluta se produjo cuando llegó a la zona el grueso de la caballería chilena, hecho que es desmentido por los partes oficiales chilenos en los que puede leerse que quienes se encontraban en la zona afectada por la explosión fueron tres o cuatro soldados de caballería con sus cabalgaduras.
Elmore refiere que tras ser capturado fue puesto preso e incomunicado por tres días. Sin embargo, no relató el detalle ni el contenido de sus conversaciones con los chilenos durante esos tres días fatídicos. Rápidamente tras su detención, Elmore documentó la ubicación de las fortificaciones, minas y alambres conectores que defendían Arica.
Elmore se enorgulleció de proclamar que el asalto de Arica se postergó hasta el 6 de junio gracias a una protesta que él hizo ante el jefe del estado mayor chileno. La realidad fue que esos días fueron utilizados por los chilenos para cortar los alambres de las minas, para lo cual utilizaron a Elmore y la información que Elmore entregó.
Luego de presentar su versión sobre el rol que cumplió como emisario chileno, el ingeniero confesó a su madre, con el corazón supuestamente en la mano, que él hubiera querido seguir la suerte de sus compañeros de Arica, haciéndose pasar por las armas.
La realidad es que Teodoro Elmore no tuvo el valor y la entereza de afrontar la muerte en Arica. Su comportamiento fue similar al del coronel Carlos Agustín Belaúnde, el mayor Manuel Revollar, el capitán Pedro Hume, los subtenientes Enrique Dávila y Simón Quelopana, el sargento Gavino Vargas y otros cobardes, que prefirieron salvar la vida y escapar de Arica. Elmore no estaba preparado para morir cuando explotaran total o parcialmente las minas y fortificaciones de Arica y la ciudad misma. El ingeniero carecía de los elevados estándares de amor a la patria, valor y sacrificio poseídos por Bolognesi, Moore, Justo Arias, Inclán, los hermanos Cornejo, Blondell, O’Donovan, Ugarte, Zavala, Bustamante y otros héroes. Fue por ello por lo que abandonó a sus compañeros de Arica y traicionó al Perú. Teodoro Elmore cometió alta traición al quebrantar la lealtad debida a la Patria, atentando contra su seguridad y soberanía.
Carta de Teodoro Elmore a su madre
(Vargas Hurtado 1921, 107-108)
V. Apéndices
1. El Nacional y la cólera de Bolognesi al no explotar las minas
En junio de 1880, unos días después de la caída de Arica, el diario El Nacional de Lima publicó un despacho en el que describió la indignación de Bolognesi al comprobar que tras disponer la explosión de las minas éstas no funcionaron. El historiador chileno Molinare (1911, 115-116) citó la correspondencia de Rodríguez en los siguientes términos:
Reacción de Bolognesi al no explotar las minas: “Estamos perdidos”
2. Sobreviviente de Arica describió la no explosión de las minas
Día memorable el 7 de Junio de 1880
Comunicación del sargento peruano Dionisio Vildoso
Día memorable el 7 de junio de 1880.
A la una de la mañana llega el jefe de día, coronel Marcelino Varela, a la primera batería del Este Cerro Gordo a decir a los capitanes que en esta madrugada era el asalto. Él, como jefe del Batallón de Artesanos de Tacna N° 27, que era el que guarnecía la batería dio órdenes que tres compañías quedaran adentro, 1°, 2°, 3°, y 4°, 5°, 6° salieran afuera, para impedir que se nos encorralara. Una vez afuera las tres compañías nos desplegamos en guerrilla desde la puerta de la batería hasta el primer parapeto que queda entre el fuerte y Cerro Gordo y quedarnos cada uno en su puesto esperando al enemigo.
El enemigo apareció entre oscuro y claro más oscuro. En este momento rompen los fuegos los centinelas perdidos y se generalizó en las dos baterías. A un principio no nos hacían daño porque nosotros quedábamos en altura y nosotros en cambio les hacíamos muchas bajas y en estos momentos se nos viene un jefe chileno a caballo y lo vi desaparecer muy pronto, él y el caballo. Después supe que era el comandante del 4° de línea San Martín. Conforme iba aclarando nos principiaron a hacer muchas bajas en nuestras filas y nosotros principiamos a retirarnos al primer parapeto de la coronación N[orte] del Cerro Gordo, que también había otra trinchera. Aquí nos sostuvimos bastante rato. Ya íbamos quedando muy pocos.
En esto llegan los coroneles Manuel C. de la Torre y el jefe de la plaza coronel Francisco Bolognesi y nos dicen “Hijos un momento más, un momento más”, y se dirigieron a una casucha que está al lado del parapeto donde estaban los aparatos de las minas. En esos momentos toman la primera trinchera que habíamos dejado la toman los chilenos y también salen de la casucha los coroneles Francisco Bolognesi y de la Torre y nos dice “Hijos: estamos perdidos, no dan fuego las minas” y nos retirábamos para el morro.
Bajábamos Cerro Gordo cuando subían refuerzos, parte del Batallón Iquique y parte del Batallón Tarapacá. Al mando del jefe de la 7ª División Alfonso Ugarte, y el comandante Sáenz Peña, el comandante Carrego. En este lugar nos unimos y seguimos haciendo fuego en retirada al morro para tomar posesión del parapeto que está a la entrada del morro. Nos reconcentramos todos los jefes y tropa. Aquí se hizo el último esfuerzo y aquí vi de muerto al coronel Ramón Zavala, y herido a mi primer jefe Marcelino Varela. En este grupo estaba el coronel Alfonso Ugarte que llegó momentos antes con su División a protegernos. De ahí nos retirábamos los pocos que quedábamos al centro del morro siempre haciendo fuego. Los chilenos avanzaban por ambos costados de Cerro Gordo y por la coronación del mismo.
Llegamos al plano donde estaban los cañones. Yo llegué al mismo borde del morro y retrocedí inmediatamente al ver el abismo que no se veía más que el mar. Regresé a donde estaban los estanques de agua. De ahí veía entrar a mis compañeros al cuartel de los artilleros en compactos, porque los chilenos venían muy cerca haciendo descargas cerradas al cuartel. En este momento dice un sargento de mi Batallón, Fabio Corrales, primero Vildoso el mayor Blondell está herido en el asta de la bandera, me fui a verlo y era cierto. Lo vi que estaba abrazado de la asta y herido no pude prestarle auxilio, porque este momento nos cruzaron los chilenos que venían haciendo una tremenda gritería y sigue la carnicería en el cuartel.
En este momento aparece el coronel Alfonso Ugarte en su caballo con una bandera peruana gritando “Muchachos, ¡Viva el Perú!” y echaba las espuelas a su caballo y desaparece en el abismo. Mi compañero ya estaba herido y a mí me dieron un culatazo para hacerme botar el rifle y quedé prisionero desde este momento. Los chilenos seguían matando a los que se adentraron al cuartel y corría sangre por debajo del entablado porque el piso queda en alta.
En esto llega el coronel Manuel C. de la Torre a la plataforma de los cañones y lo veo que hace una maniobra y hace volar uno de los mejores cañones. En eso llega un oficial chileno y habla con el coronel y le dice que ya ha concluido y hasta cuando siguen matando y gritando “Mueran los cholos”. Unos cuantos minutos más empiezan a juntar los pocos que había por distintas partes y los que quedaban con vida en el cuartel y nos hacen formar en hilera de a dos delante del cuartel. Yo calculo que habría entre todos cuarenta oficiales y tropa y nos hacen desfilar para la parte del sur. Ya sabíamos que era para fusilarnos porque sabíamos desde días antes que no teníamos cuartel.
Ya marchábamos por frente del cuartel y llegábamos a los cuartos de los oficiales. Veo con sorpresa a nuestro jefe de la plaza coronel Francisco Bolognesi muerto y sin ropa exterior, caído de espaldas, con un balazo en el pecho y el cráneo destrozado desde la parte de la ceja. Calculo yo que esta herida ha sido después de caído, con la culata de rifle, porque las dos bolsitas de los sesos estaban a doce pulgadas de distancia del cráneo y estaban enteritas las dos bolsitas. Ahí mismo otra sorpresa: de uno los cuartos de los oficiales sale uno de los soldados chilenos con una caja de cartón bien grande y tira por encima del cadáver del coronel Bolognesi. Se destrozó la caja y se vacía un estandarte peruano nuevo, sin estrenar el estandarte. Después supe que era del Batallón Iquique el estandarte.
En ese momento el sol estaba en su apogeo y llegó a brillar. Yo vertí unas lágrimas muy tristes. Seguíamos la marcha para recibir el último premio por haber cumplido con nuestro deber con nuestra Patria. Nos hacen hacer alto en una pampita y veo que salen a caballo dos jefes, el mayor Salvo del ejército chileno y el comandante Sáenz Peña del ejército peruano.
A los veinte minutos estaba de regreso trayendo la noticia de que no se nos afectara. Inmediatamente nos hicieron marchar para el pueblo y al pasar por el costado de la iglesia vimos una tendedal de muertos en las gradas de la iglesia que habían fusilado los chilenos. Nosotros quedamos en la Aduana presos para marchar a Chile en calidad de presos de guerra.
3. Carta de José Santos Chocano a Edwin Elmore Letts, hijo de Teodoro Elmore Fernández de Córdova (Diario El Sol 1926, 2)
José Santos Chocano, el Poeta de América
Lima, 31 de octubre de 1925
Desgraciado joven:
Aunque no tiene usted la culpa de haber sido engendrado por un traidor a su patria, tengo el derecho de creer que los chilenos han pagado a usted para insultarme, como pagaron a su padre para que denunciara las minas que defendían el morro de Arica. Si a todos los peruanos les es esto familiar, a mí me lo es especialmente por mi condición de autor de la Epopeya del Morro. Vive usted ahora del dinero que le produjo al padre suyo la infamia que cometió, y de él se vale para hacer “paseítos” en busca del artificio de un prestigio de correveidile de afectismos explotadores y fraternidades de imposibles entre verdugos y víctimas como Chile y el Perú.
Fue usted uno de los primeros en venir a adularme cuando llegué al Perú. Hasta se propuso poner en práctica fórmulas que redactó, que me consultó y que nadie aceptó, porque sus mismos compañeros lo tenían en el ridículo, con excepción de quien, como el afeminado [Manuel] Beltroy –otro adulador mío–, es más ridículo todavía, si cabe.
Pequeños farsantes todos ustedes. Generación de cucarachas brotadas en el estercolero de la oligarquía civilista. El jefe –el paparruchero y charlatán [Víctor Andrés] Belaúnde–, hijo de un defraudador de la hacienda pública. Usted, hijo de un traidor a la patria. El Beltroy, hijo de padres desconocidos. Representan ustedes la hez de los intelectualizantes del país, que necesitaría tener por una semana en el gobierno, no a una amable persona, sino a un hombre justiciero como yo, que acabaría sin piedad con “la raza de víboras” que sienten en sus venas correr el lodo en que se encharcaron sus padres.
Debe usted a Clemente Palma la vida, porque si sale publicado su articulejo de mayordomo o cochero de los que ningún valor intelectual ni personal siquiera tienen, le hubiese yo, sin el menor reparo, destapado los sesos con la misma tranquilidad con que se aplasta una cucaracha metamorfoseada en alacrán. Ni usted ni nadie me conocen aquí todavía en la debida forma. Ojalá me brindara usted, desgraciado joven, esa oportunidad.
Miserable y cobarde es el que, como usted, no sería capaz de publicar y dirigir esos insultos soeces al hombre que está en el poder. Pregúntele usted, digno hijo del traidor de Arica, a la misma hija del mariscal Cáceres (ante cuyo recuerdo me arrodillo hoy) cómo dirigía yo y publicaba insultos a quien, si debía respetar, no le tenía, en cambio, miedo, fenómeno amoral que ha heredado usted de su padre. Generación de simples charlatanes, que son incapaces de hacer con Leguía –hombre civil– lo que hacíamos los hombres de mi generación con un militar formidable como era el héroe de la Breña.
Entienda usted que si no se apresura a escribirme dándome plena satisfacción seré yo el que publique esta carta –cuya copia me reservo–, y cuando lo encuentre le escupiré en la cara; pero si osa levantarme la mano destaparéle los sesos. ¡Un peruano por quien un rey, diez gobiernos y tres congresos se interesan insultado por el hijo del traidor de Arica! Miserable; como he aplastado a [José] Vasconcelos te aplastaré a ti si no te arrodillas a pedirme perdón. Yo para usted no podría ser sino su patrón.
José Santos Chocano
4. Los traidores de Arica
VI. Obras citadas
Ahumada Moreno, Pascual. 1886. Guerra del Pacífico. Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia. Valparaíso: Imprenta y Librería Americana, Tomo III.
Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la República del Perú. 6ta. Ed. Lima: Editorial Universitaria.
Diario El Sol, Madrid, sábado 2 de enero de 1926, año X, número 2,624.
Editorial Andrés Bello. 1980. Informes inéditos de diplomáticos extranjeros durante la Guerra del Pacífico: Alemania, Estados Unidos de Norteamérica, Francia, Gran Bretaña. Santiago de Chile.
Ekdahl, Wilhelm. 1919. Historia militar de la Guerra del Pacífico entre Chile, Perú i Bolivia (1879-1883). Tomo II. La campaña de Tacna y Arica. Santiago de Chile: Imprenta del Ministerio de Guerra.
Elmore, Teodoro. 1902. Defensa de Arica. La improvisada fortificación preparada por el ingeniero T. Elmore no era bastante para contener al enemigo. Lima: Imprenta de El Lucero.
Ministerio de Guerra de la República de Chile. Moisés Vargas, ed. 1979. Boletín de la Guerra del Pacífico 1879-1881. Santiago: Editorial Andrés Bello.
Molinare, Nicanor. 1911. Asalto y toma de Arica. 7 de junio de 1880. Santiago de Chile: El Diario Ilustrado.
Paz-Soldán, Mariano Felipe. 1884. Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia. Buenos Aires: Imprenta y Librería de Mayo.
Pérez, José. 1880. Arica. Sus fortificaciones, asalto, defensa y ruina. Por un testigo y actor. Lima: Imprenta de La Patria.
República de Chile. 1923. Chilean Administration in Tacna - Arica. The Present Situation in the Province. A Resume of Progress Made. Valparaíso: The South Pacific Mail.
Vargas Hurtado, Gerardo. 1921. La batalla de Arica. 7 de junio de 1880. Lima: Imprenta Americana.
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