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Fecha Publicación: 2023-03-08T17:58:00.003+01:00

 

 

José Luis Cantero Rada, mejor conocido como El Fary, fue un cantante y compositor español nacido en Madrid el 20 de agosto de 1937 y fallecido el 19 de junio de 2007 a causa de un cáncer de pulmón. A pesar de que ya han pasado muchos años desde su partida, El Fary sigue siendo recordado por sus canciones y también por sus polémicas y controvertidas opiniones. Con su peculiar estilo y carisma, logró pasar por encima de todas las polémicas y hacer del políticamente incorrecto un arte que solo él sabía dominar.

fary

Una de las frases más conocidas de El Fary es "Yo soy un genio y una figura", que se ha convertido en una especie de lema que lo define. Además, el cantante era famoso por su simpatía, su sentido del humor y su estilo extravagante, que incluía prendas brillantes, anillos y collares exagerados y una melena rizada y rubia que se convertiría en una de sus señas de identidad.

En homenaje a El Fary, queremos recordar algunas de sus frases más míticas. Una de las primeras frases que destacan es su opinión sobre los hombres blandengues y cómo la mujer también se aprovecha de ellos: "Siempre he detestado al hombre blandengue, y además también he podido analizar que la mujer tampoco admite al hombre blandengue. La mujer es mu’ pícara, valga el sentido de la palabra, porque como bien en otras ocasiones he dicho, yo lo que más valoro en esta vida es la mujer. Pero la mujer es granujilla y se aprovecha mucho del hombre blandengue. No sé si se aprovecha o se aburre. Y entonces le da capones y todo".

Sin embargo, El Fary también destacó que las mujeres tienen derecho a todo y que los hombres deben estar en su sitio: "El hombre debe de estar en su sitio y la mujer en el suyo, no cabe duda, porque la mujer tiene de esos derechos que yo respeto y más tenía que tener porque la mujer se lo merece todo. Pero, amigo mío, el hombre no debe nunca de blandear. Debe de estar ahí porque entre otras cosas creo que la mujer necesita ese pedazo de tío ahí".

El Fary también dejó clara su postura sobre la infidelidad, diciendo que para él la infidelidad en la mujer debería ser obligatoria: "La infidelidad en la mujer debería ser obligatoria. Por la parte que me pertenece, porque considero que me tocarían tres o cuatro más. Creo que de alguna forma perdonaría los leños porque considero que la carne es débil y ¿Quién es capaz de abstenerse ante un plato tan apetitoso, amigo mío? Pero lo que sí está claro y cierto es que no podría vivir bajo su mismo techo sabiendo que esa mujer me ha puesto los leños. Le diría: ‘ahí tienes las puertas, camina y aprovecha todo aquello que te venga’ porque ya te he dicho que es un plato muy apetitoso. Yo no soy capaz de abstenerme a ese plato nunca. Yo la perdono y le doy cuartel para que aproveche aquello que nos está ofreciendo la vida".

El hijo de El Fary, Javi Cantero, también ha dejado huella en la música española, aunque con un estilo muy diferente al de su padre. Javi Cantero es el vocalista y guitarrista de Los Piratas, una banda de rock and roll que tuvo gran éxito en los años 90 y principios de los 2000.

A pesar de que Javi Cantero se ha mantenido alejado de las declaraciones controvertidas de su padre, ha hablado en varias ocasiones sobre su relación con él y sobre cómo ha influido en su carrera musical. En una entrevista en 2017, Javi Cantero dijo lo siguiente:

“Mi padre fue mi mayor apoyo. Cuando decidí dedicarme a la música, él me dijo: ‘adelante, hijo, pero tienes que ser el mejor’. Siempre me animó a seguir mis sueños y me enseñó que lo importante es ser honesto con uno mismo y con el público”.

Javi Cantero también habló sobre la figura de su padre y sobre su legado en la música española:

“Mi padre fue un genio y una figura. Fue capaz de conectar con el público de una manera única y de transmitir una energía y una alegría que nunca se olvidarán. Su música sigue sonando en las fiestas de barrio y en los corazones de todos los que lo escuchamos”.

El Fary fue y seguirá siendo una figura icónica de la música y la cultura popular española. Con su personalidad extravagante, su voz inconfundible y sus frases míticas, logró conectar con un público que lo sigue recordando con cariño y admiración.

Sobre los hombres blandengues:

“Siempre he detestado al hombre blandengue, y además también he podido analizar que la mujer tampoco admite al hombre blandengue”.

“La mujer es mu’ pícara, valga el sentido de la palabra, porque como bien en otras ocasiones he dicho, yo lo que más valoro en esta vida es la mujer”.

PERO (siempre hay un pero). “Pero la mujer es granujilla y se aprovecha mucho del hombre blandengue. No sé si se aprovecha o se aburre. Y entonces le da capones y todo”.

“El hombre debe de estar en su sitio y la mujer en el suyo, no cabe duda, porque la mujer tiene de esos derechos que yo respeto y más tenía que tener porque la mujer se lo merece todo”.

PERO (el Fary, genio y figura de las conjunciones adversativas): “Pero, amigo mío, el hombre no debe nunca de blandear. Debe de estar ahí porque entre otras cosas creo que la mujer necesita ese pedazo de tío ahí”. 

Sobre la infidelidad: 

“La infidelidad en la mujer debería ser obligatoria. Por la parte que me pertenece, porque considero que me tocarían tres o cuatro más” 

“Creo que de alguna forma perdonaría los leños porque considero que la carne es débil y ¿Quién es capaz de abstenerse ante un plato tan apetitoso, amigo mío?”.

PERO matiza: “Pero lo que sí está claro y cierto es que no podría vivir bajo su mismo techo sabiendo que esa mujer me ha puesto los leños. Le diría: ‘ahí tienes las puertas, camina y aprovecha todo aquello que te venga’ porque ya te he dicho que es un plato muy apetitoso. Yo no soy capaz de abstenerme a ese plato nunca”.

“Yo la perdono y le doy cuartel para que aproveche aquello que nos está ofreciendo la vida”.

Sobre su hit psicotrópico ‘La Mandanga’

“Deja a los chavalotes, Pablo. Déjalos que caminen como ellos camelen, si los chavales camelan pegarle un poquito a la lejía o camelan pegarle un poquito a la mandanga, ¡pues déjalos!”

“¡Ahí va, Fary! Si esto es un melocotonazo de miedo, no veas la que vas a armar con esto. Esto tiene un tirón enorme”.

Sobre la azafata del ‘Un, dos, tres’

“Suerte la de tu novio”

Sobre su hijo, Javi Cantero

“Yo ya le dije: ‘hijo, yo te puedo echar una mano para que entres dentro del panorama, pero luego me voy a quitar del medio porque el que tiene que cortar las orejas eres tú”.


Fecha Publicación: 2023-03-08T17:54:00.002+01:00

 Para la filósofa, pensar libremente es una necesidad imperiosa. Una obsesión. Casi un desorden de personalidad.

Me resulta casi imposible ir al cine a ver la historia de una filósofa. La vida de alguien que se pasa la vida sentada, fumando y pensando me parece la antítesis del cine, una garantía de aburrimiento pagado.

Pero Hannah Arendt no se pasó la vida sentada. Fue estudiante predilecta y amante de Martin Heidegger, brillante metafísico repudiado por su amabilidad con el nazismo. Como judía, la propia Hannah Arendt tuvo que huir de la Alemania nazi y pasó una temporada en un campo de refugiados francés antes de conseguir un salvoconducto a los Estados Unidos, donde se convirtió en una brillante teórica del poder y sus excesos.


Eso no la hizo precisamente un best seller. Su obra más profunda, Los orígenes del totalitarismo, hereda al estilo denso y riguroso del pensamiento alemán, de Kant a Hegel, lo que significa que, si quieres leerla, necesitarás un doctorado en algo.

Aún así, asisto a ver Hannah Arendt a regañadientes, y con la esperanza de que algún chismecito intelectual, alguna anécdota de guerra, me redima del sopor de una película sobre una idea filosófica.

Y, sin embargo, Hannah Arendt me cautiva. Narra la experiencia de la filósofa en 1961, cuando Arendt viajó a Jerusalén para informar sobre el juicio al genocida nazi Adolf Eichmann. Su reportaje, publicado por The New Yorker con el título Eichmann en Jerusalén, produjo una intensa polémica. Sus enemigos la acusaron de “antijudía” y “pronazi”, a pesar de ser judía ella misma.

Lo que le atrajo las iras de la comunidad judía fue su teoría de la “banalidad del mal”. El estado de Israel quería un monstruo. Necesitaban retratar a Eichmann como una bestia sedienta de sangre y, con ese fin, transmitieron por radio el proceso entero. En cambio, para Arendt, Eichmann no era más que un funcionario que cumplía su trabajo, cegado por el sistema ante el horror de lo que hacía. Nunca mató a un judío con sus manos, y es posible que ni siquiera los odiase de modo personal. Tan solo cumplía con sus funciones. Nada de eso justifica a semejante alimaña, claro. Lamentablemente, el mal en sí radicaba más allá de él, en una estructura estatal sostenida por todos los alemanes, incluso sus víctimas. Él era un sirviente.


eichmann

Muchos amigos de Hannah Arendt le retiraron la palabra después de leer su reportaje, entre ellos expatriados como ella y antiguos compañeros sionistas. Las autoridades universitarias le exigieron su renuncia, que se negó a firmar. Fue objeto de ostracismo y escarnio público.

Lo único que había hecho fue tratar de explicar a los asesinos, de decir quiénes eran y cómo pensaban. Necesitaba saberlo. Porque ella había amado a un pensador brillante pero diletante que aceptó a los nazis. Y había vivido con gente que los apoyó. Quizá, de haber sido otra persona, habría sido uno de ellos, al menos tangencialmente, como Günter Grass o Ratzinger.

Para Hannah Arendt pensar libremente es una necesidad imperiosa. Una obsesión. Casi un desorden de personalidad. Y por eso, esta película logra lo que pocas cintas sobre ideas: conmover.

La figura de Hannah Arendt es un ejemplo de la pasión por el pensamiento y la búsqueda incansable de la verdad. Una vida marcada por el exilio, la lucha contra el nazismo y la reflexión profunda sobre la naturaleza del poder.

La película Hannah Arendt, dirigida por Margarethe von Trotta y estrenada en 2012, narra uno de los episodios más controvertidos de su vida: su cobertura del juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén en 1961.

Arendt había estudiado filosofía en Alemania, donde se convirtió en la amante de Martin Heidegger, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, pero también un ferviente nazi. Como judía, Arendt tuvo que huir de la Alemania nazi y pasó una temporada en un campo de refugiados francés antes de conseguir un salvoconducto a los Estados Unidos.

Allí se convirtió en una brillante teórica del poder y sus excesos, especialmente en su obra Los orígenes del totalitarismo, que denuncia las atrocidades del nazismo y el estalinismo.

En 1961, Hannah Arendt viajó a Jerusalén para informar sobre el juicio a Adolf Eichmann, uno de los principales responsables del Holocausto. Su reportaje, publicado por The New Yorker con el título Eichmann en Jerusalén, produjo una intensa polémica.

En el reportaje, Arendt explica su teoría de la “banalidad del mal”. Para ella, Eichmann no era un monstruo sediento de sangre, sino un funcionario que cumplía su trabajo, cegado por el sistema ante el horror de lo que hacía.

Según Arendt, el mal no radicaba en Eichmann, sino en la estructura estatal sostenida por todos los alemanes, incluso sus víctimas. Él era un sirviente, un engranaje más en una máquina de muerte.

Esta teoría fue muy controvertida en su momento y le valió las críticas de la comunidad judía, que quería retratar a Eichmann como un monstruo para justificar su propia lucha contra el nazismo. Para ellos, la teoría de la “banalidad del mal” era una traición a las víctimas del Holocausto.

Pero para Hannah Arendt, explicar la naturaleza del mal era una necesidad imperiosa. Como ella misma dijo: “La lección que debemos aprender del Holocausto no es que los hombres son malvados, sino que el mal es algo que se puede hacer por sistema”.

La película Hannah Arendt muestra el proceso de escritura del reportaje y las reacciones que desató. Arendt fue objeto de ostracismo y escarnio público, y muchos amigos le retiraron la palabra después de leer su reportaje.

Pero ella mantuvo su postura y defendió su teoría hasta el final, incluso cuando le exigieron su renuncia en la universidad. Para ella, pensar libremente era una necesidad imperiosa, una obsesión casi un desorden de personalidad.

Hannah Arendt es un ejemplo de la importancia del pensamiento crítico y la reflexión profunda sobre la naturaleza del poder y el mal.



Fecha Publicación: 2023-03-08T17:52:00.002+01:00

La muerte y el peligro siempre han rondado a los toreros, y si hay dos toreros en la misma familia, el riesgo es doble. Es el caso de la familia del Cordobés, una familia de apodo pero no de apellido, que ha logrado sortear la muerte hasta ahora.

El patriarca de la familia es Manuel Benítez Pérez, conocido como el Cordobés, un legendario torero español de 79 años. El otro torero de la familia es Manuel Díaz González, también conocido como el Cordobés, de 47 años. Según él y su madre, María Dolores, su padre es Manuel Benítez Pérez, aunque nunca lo reconoció.

La historia de la familia del Cordobés es una historia de amor y desafío. Manuel Benítez Pérez se casó con Martina Freise en 1975, después de haber tenido dos hijos con ella. Este matrimonio desafió las convenciones de la España de entonces, ya que Martina era de origen alemán. Juntos, tuvieron cinco hijos: Maribel, Manuel, Rafael, Julio y Martinita.

Pero antes de Martina, la vida del Cordobés era una montaña rusa, tal y como recoge Dominique Lapierre en su novela "O llevarás luto por mí", inspirada en su vida. Fue en esa época cuando conoció a Dolores Díaz, quien trabajaba en una casa de Madrid. Según cuenta Dolores, el Cordobés se fijó en ella y la sedujo hasta que sucumbió a sus encantos. Fruto de esa relación nació Manuel Díaz González el 30 de junio de 1968 en Madrid.

La vida de Manuel Díaz González como torero comenzó en 1993, cuando debutó en Sevilla. En 1997, se casó con Vicky Martín Berrocal, la hija de un conocido ganadero, con quien tuvo una hija llamada Alba. Sin embargo, la pareja se separó en 2001 y Manuel se casó de nuevo, esta vez con una venezolana llamada Virginia Troconis, con quien tuvo dos hijos más, Manuel y Triana.

La rivalidad entre los dos Cordobeses es evidente, y aunque comparten el mismo apodo, nunca han tenido una buena relación. Se dice que se encontraron una vez cara a cara en el AVE, se pararon, se miraron y continuaron su camino sin saludarse.

Pero más allá de la rivalidad entre los dos Cordobeses, la vida de los toreros está llena de peligros y riesgos. La muerte siempre está presente en la arena, y aunque han tenido suerte hasta ahora, la familia del Cordobés sabe que en cualquier momento, la tragedia puede golpear.

La vida de Manuel Benitez Pérez ha sido una montaña rusa. Desde su infancia humilde en Palma del Río hasta convertirse en una figura legendaria de la tauromaquia, ha experimentado todo tipo de emociones. Pero su vida también ha estado marcada por la polémica. Su matrimonio con Martina Freise fue muy criticado en la España de entonces, ya que se casaron después de haber tenido dos hijos juntos, desafiando las normas sociales de la época.

Pero la vida de los Cordobés ha estado marcada por la tragedia. En 1984, uno de los hijos de Manuel Benitez Pérez, Manuel Jr., murió en un accidente de tráfico. Y en 1996, uno de los hijos de Manuel Díaz, Francisco, también falleció en un accidente de tráfico.

No son pocos los casos de toreros que han perdido la vida en el ruedo. El más reciente fue el de Víctor Barrio, un torero español que falleció en 2016 tras sufrir una cornada en el pecho durante una corrida en Teruel. También está el caso de Paquirri, el padre de Francisco Rivera Ordóñez, quien falleció en 1984 después de ser corneado en la plaza de toros de Pozoblanco.

La vida de los toreros siempre ha sido una mezcla de emociones, éxito y tragedia. La fama y el reconocimiento público son el precio que tienen que pagar por su profesión, pero también conlleva un alto riesgo.