lunes, 6 de abril de 2009

Armonía 10, 37 años de buena música

Armonía 10 es más que una orquesta “pasada de moda”. Es la unión de varias escuelas musicales bajo una misma denominación. Dos trompetas, un trombón, un órgano, unos timbales, un bongó, una guitarra eléctrica y tres micrófonos, fueron suficientes para que una mañana de marzo de 1972, diez jovenes norteños, bajo el techo de una humilde casa del entonces joven barrio de San Martín, le dieran vida a una de las instituciones musicales más trascendentales de la región Piura.

Pero, para entender mejor el fenómeno, repasemos el contexto.

Para finales de los 60, la ciudad de Piura empezaba a experimentar cambios radicales. Las migraciones provinientes del Alto y Bajo Piura, comenzaban a poblar zonas que años atrás tan sólo habían constituído terrenos eriazos o chacras, ciertamente distantes al damero urbano de la tradicional “ciudad de los burros, algarrobos y Seminarios”. Rápidamente, el lado oeste de la urbe empezaba a teñirse del claro color de las esteras y de gente, impulsada por sueños y falencias económicas que suplir. La explosión demográfica, paralela al famoso “Huayco andino” limeño, había empezado. La reforma agraria (que en Piura se ejecutó a una velocidad nada burocrática), sólo ayudó a agilizar éste proceso.


Armonía 10 aparece precisamente por ésos agitados años. Había transcurrido apenas una década del primer asiento humano en territorio sanmartinense cuando la orquesta comenzó los primeros ensayos. No es de extrañar entonces la naturaleza de los apellidos que rodeaban a la agrupación: Chiroques, Lozadas, Naquiches, Peñas, Chungas y Florianos, acompasaban sus humildes vidas al ritmo de lo que tenían a la mano. Cumbia colombiana, cumbia andina, salsa, bolero y nueva ola fueron los géneros que caracterizaron a la primera generación de Armonía 10.


Sin embargo, a pesar de su génesis setentero, la saga elepetera no vendría sino hasta mediados de los ochenta. El año de 1983 fue crucial para la ciudad; un fuerte periodo de lluvias había azotado a la región, dejando notorios estragos en la infraestrucutura urbana; el Perú llegaba por última vez a disputar un mundial y los noticieros nos informaban de ataques terroristas -aislados, según el gobierno- sucedidos en remotos poblados de la sierra central y sur. Ese mismo año y bajo el mismo contexto, Armonía 10 graba el “Volúmen Nº 1″ con el sello limeño INFOPESA; un vinilo de 45 RPM, contenía el primer trabajo de un grupo, que aún estaba tras los pasos de un estilo propio.

Pero, para encontrar la esencia de la orquesta que llegamos a idolatrar a mediados de los 90, debemos explorar más. La siguiente publicación (El Chinchorro, INFOPESA, 1985), muestra el trabajo de una orquesta ya madura y con un rumbo definido. Ya no era la “orquesta de las latas”, como en secreto la habían bautizado los churres del barrio; el paso de los años y la constante practica, habían hecho de los otrora noveles músicos del barrio, dueños de un estilo particularmente suyo.

Y comenzó la expansión, ya no eran 10 los músicos ni 4 los gatos que acudían a sus presentaciones. Sus negros parlantes se trasladaron desde el pampón de San Pedro, hasta algún local trujillano. “Dale cholo, que Lima está cerquititita”. Pronto la metrópoli los pedía a gritos. El grupo aquél que entró por la ventana a las emisoras limeñas, ahora veía sus canciones ,grabadas más de una década atrás, hechas un boom en el Perú, Ecuador y Bolivia. El Club de Tiro del Rímac explotó, los locales del Cono Norte no se daban abasto para albergar a tanto público y la orquesta -que más bien era una Armonía 25 0 30-, se daba el lujo de decir ante 30 000 personas, que era Armonía 10 y también que era de Piura. Finalmente, y después de más de 25 años, el grupo de la casita de adobe, veía realizado el sueño de don Juan de Dios Lozada Naquiche, el viejo comerciante quien alguna vez lo fundó.


Pero Armonía 10 no es sólo la historia de un grupo de pueblo que llegó a ser famoso. Es la esencia del barrio piurano. Es la música que representa ese lado de Piura, que los escritores no mencionan cuando hablan de huacas encantadas y bandoleros. Es la idiosincrasia del asentamiento humano en el cual, quizás, tú creciste. Es la alegre voz de aquel gordito con un peinado “African Look”, que dedica su canción “El Cervecero” a Pachitea, San Martín, Santa Julia y El Bosque. Es la Parranda 12, que recuerdo coreando en una mototaxi, a la salida de mi primer grado sanmiguelino. Es tu arenal y las travesuras de infante que lograste, orgullosamente, cometer en agravio de una vecina renegona. Es el grupo de tu barrio, del “de más allacito” y del que ahora se aventura a seguir penetrando el desierto, como lo hicieron tus viejitos tres décadas atrás. Es el balde de chicha que celebraste bajo una bandera blanca al ritmo de algún Sanjuanito Mix. Es la parrillada “Pro algo” que zapateaste con un éxito cumbiero. Armonía 10 es más que una orquesta. Es lo que mejor sintetiza eso que uno recuerda de pequeño. De todos los jañapes que cazaste y de todos los churres que vendrán. De tu vida y de la mía. Es don “Makuko” Gallardo, don Percy Chapoñay, don César Saavedra, don Wilmer Peña, don Jorge Villaseca; los churritos Christian, Frank y Wilson, la familia Lozada, el “Gato” Luis Bazán, y todos los que por ahí cayeron; quienes pasarán a la posteridad, como don Rafael Otero, Los Tacaleños o Los Cuyuscos, como un elemento más de nuestro folklore, de nuestro sentir cantado, tan caluroso, tan alegre, tan piurano.


Muchas gracias, a tantos músicos, por alegrarnos la vida, por alimentar nuestra cultura. Por dejarle decir a mi asentamiento humano, ” yo también soy Piura”. Saludos Nueva Esperanza, Quinta Julia, Consuelo de Velasco, Los Algarrobos, Coscomba, Villa Perú Canadá, San Martín, Chiclayito, Tacalá, La Primavera, Piura toda, saludos Armonía 10. Nos vemos en tus 50 años.

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