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sábado, 16 de diciembre de 2023

PERÚ: Convicto y confeso

Venga ya, lo que sucede en el país andino ya no debería sorprender a nadie, pero lo hace. Y de la peor manera. Que un despreciable asesino de policías, adicto a la marihuana y con evidentes trastornos mentales como Antauro Humala pueda ser candidato a la presidencia, dice mucho de la degradación de la política peruana. Si se creía que con un delincuente terrorista como Pedro Castillo (alias Abimael 2.0) se había llegado a tocar fondo, por lo visto nos habíamos equivocado. Como sabéis, en más de una ocasión hemos expresado que la democracia debe utilizar todas las herramientas legales a su disposición para defenderse y adaptarse cuando sea necesario. Una democracia que prioriza el formalismo sobre su esencia o sobre el sentido común se vuelve, más temprano que tarde, presa fácil de los demagogos, populistas y radicales que simulan respetar las reglas de juego para hacerse del poder. Eso es, sin embargo, exactamente lo que viene pasando con la inscripción del partido político liderado por Humala. Como recordareis, hace unos días, el cuestionado Jurado Nacional de Elecciones (JNE) confirmó una resolución de la Dirección Nacional de Registro de Organizaciones Políticas (ROP) que declara infundada una tacha contra la inscripción de la organización política Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros, (o, por sus iniciales, Antauro)… más caudillista no podría ser. Las razones del JNE son, francamente, absurdas. En sus redes sociales, la entidad señaló que “los medios probatorios presentados sobre el señor Antauro Humala no son vinculantes a la agrupación, ya que de la revisión del acta de fundación y de la consulta al sistema del ROP este no posee la condición de fundador ni miembro de la dirigencia partidaria, sino la de afiliado”. En otras palabras, el partido se llama Antauro, pero Antauro Humala no sería más que un simple miembro, sin mayor injerencia en la organización. Esto es, obviamente, ridículo, y debe ser denunciado como tal. De esta manera, los caviares del JNE están permitiendo la infiltración de un lobo apenas escondido entre corderos en la base del sistema democrático. Como protagonista de la sublevación militar denominado el Andahuaylazo en el 2005 durante la cual se asesinó a cuatro policías, Humala fue condenado a 19 años de prisión (purgó 17 años y siete meses ‘gracias’ a ilegales beneficios del INPE). Es falsa la narrativa que pretende revestir a los sucesos de Andahuaylas con un aura de heroicidad. No hubo ningún acto épico ni gesta alguna ni ninguna rebelión justificable. Se cometieron execrables delitos que motivaron una condena judicial para Humala. Conviene tener en cuenta la naturaleza del llamado Andahuaylazo, más aún cuando su autor tendría la intención de insertarse en la vida política y presentar alguna candidatura que quizá ganaría adeptos, sobre todo en aquellos sectores resentidos caracterizados por respaldar propuestas distintas al statu quo. Este psicópata asesino jamás se ha arrepentido por sus crímenes y desde hace décadas difunde un discurso violento, xenófobo y totalitario. Sus principios están reñidos con cualquier práctica democrática y no tiene mayor escrúpulo en hacerlo explícito a quien se lo pregunte. Ahora busca imitar al salvadoreño Nayib Bukele para combatir a la corrupción institucionalizada en el Estado a todo nivel y a la delincuencia venezolana que campea a sus anchas en el Perú, presentándose como el “salvador de la Patria”, cuando en realidad es más de lo mismo… Y en su peor expresión. El etnocacerista, sus estrategas y propagandistas lanzaron un acomodado eslogan para la competencia política: “Hay que bukelizar al Perú“. ¿Qué significa esto? hacerlo “desde arriba”, dice, fusilando presidentes corruptos; y “desde abajo”, expulsando extranjeros. Pero ¿el bukelismo acciona de la misma forma en El Salvador? No es así. Antauro ha llegado a plantear “campos de concentración” para los venezolanos en Perú. Es impredecible el alcance de estos arrebatos de locura entre sectores marginales de la población incitados hacia la violencia. Antauro pugna por “refundar” el país con una perorata ideopolítica extrema dentro de la democracia representativa; aquella en la que no cree realmente, pero que le da una ventana táctica electoral (como pasó con Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega, Gustavo Petro y hasta con los herederos de Sendero Luminoso en 2021 en Perú) para proyectarse hacia el poder congresal y presidencial. Si hasta el limitado Castillo pudo llegar al poder - con fraude y todo debe pensar -, él podría repetir la chance eleccionaria ya que tiene el incondicional apoyo del JNE. Durante años, el antaurismo o “radicalismo reservista” diseminó por el país una narrativa potente para el combate político. Las inflamadas arengas fueron absorbidas por una indiada a favor de una “asamblea constituyente etnonacionalista“.Lo cierto es que, apartando sus bufonadas, no hay de fondo una real prédica democrática ni de combate anticorrupción. Mucho menos una “libertaria” como se vende. Cero. Solo la ingenuidad o la temeraria apuesta política pueden considerarlo así. Quien se declara además admirador de Sendero Luminoso y que asimismo colaboró activamente con el régimen delincuencial de Castillo, no ofrece ninguna confianza. Por ello, expertos en la materia han explicado que el JNE debió utilizar los mismos principios básicos que arguyó para denegar la inscripción del MOVADEF (organismo de fachada de Sendero Luminoso) como agrupación política formal. En particular, la autoridad electoral debió aplicar el artículo 2 de la Ley de Organizaciones Políticas que establece que los partidos tienen la obligación de “asegurar la vigencia y defensa del sistema democrático”, así como “preservar la paz, la libertad y la vigencia de los derechos humanos”. Por el contrario, si un condenado por homicidio y secuestro agravado, que además denuesta habitualmente el Estado de derecho, la democracia y los derechos humanos, puede formar un partido con su nombre y postular a la presidencia gracias a una burda jugarreta legal, la ley es, entonces, en la práctica, letra muerta. El error de la inscripción ya no se puede enmendar. Lo que sí se puede evitar es la postulación de Antauro. Desde el Congreso, además, algunos parlamentarios se han apresurado a reactivar el dictamen de la Comisión de Constitución que impediría la postulación a cargos de elección popular de los sentenciados por terrorismo, rebelión, sedición, asesinato y otros. Con un escenario político para las elecciones del 2026 que se espera aún más fragmentado que la del 2021, que gracias al fraude caviar montado por el JNE en complicidad de la RENIEC y el INPE, mas a “bendición” de la JNJ - posibilito la “elección” del burro chotano, es indudable que esperan repetir esa burda maniobra en dichos comicios para favorecer a como de lugar a Humala, un desenlace que sería trágico para el país. Por cierto, la trasnochada ideología que profesa, le fue inculcada por su padre, Isaac Humala, para quien el concepto de la raza es uno de sus pilares, destacando la presencia de una “raza cobriza”, en referencia a las personas nacidas en los Andes. “La especie humana tiene cuatro razas, de las cuales una está prácticamente apartada, la blanca domina el mundo, la amarilla tiene dos potencias, China y Japón, y la negra, pese a no estar tan bien como las dos anteriores, al menos domina su continente. En cambio, la cobriza no gobierna en ningún lado. Nosotros pensamos hacer eso, parece algo imposible, pero somos utópicos en ese sentido, tenemos esperanza en momentos en que esta ya se ha perdido, eso es lo que nos diferencia”, explico en una entrevista. Su búsqueda por restaurar el antiguo territorio del Imperio Inca en sus límites originales, la nacionalización de la industria peruana y la aplicación de la pena de muerte son algunos de sus polémicos objetivos. Cabe precisar que el discurso radical en un ambiente polarizado que se vive en el Perú, convierte a Humala en un personaje con la capacidad de lograr un importante porcentaje de votos, no solo suficientes para lograr pasar a una segunda vuelta, sino también para colocar a un número importante de congresistas. La historia reciente muestra que de una forma suicida, la atracción de los peruanos por caer al abismo sigue vigente. Que siempre habrá personajes sin ningún aprecio por la democracia que se valen de ella para lograr sus objetivos. Y que el mejor aliado de los antisistema son las reglas del sistema aplicadas sin sentido común. Hay que repetirlo: el antaurismo encarna un peligroso desafío que incuba el odio y los conflictos extremos y proviolentos. No se conforma con el factor “clasista” de lucha de clases marxista, además cruza destornillado vía el factor “etnocultural” hacia la lucha de razas. Es letal. Incitando los instintos sociales básicos para la polarización aparece incluso la xenofobia como arma polítizada y electoralista. Este ultranacionalismo prospera con la confrontación gradual y “popular”. No se trata de un simple radicalismo, sino de un extremismo violento apenas contenido por el cálculo político circunstancial. Es por ello que para impedirlo con apego a sus propias reglas, el sistema institucional debe cerrar la puerta a impresentables sujetos que, luego de intentar dinamitarlo desde fuera sin éxito, pretenden ahora hacerlo desde dentro como en su momento quiso hacerlo Castillo. La democracia debe ser tolerante, pero no estúpida. (Cabe agregar que en un acto por lo demás cobarde, el Congreso ha decidido posponer hasta marzo del próximo año el debate de la moción para destituir a los parásitos caviares de la JNJ programado para este viernes. Por lo visto, los tentáculos de esa mafia son poderosos)
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