El Fantasma Conversaciones con Elam

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EL PRINCIPIO

 

 

La vida tiene extraños rumbos. Los planes que había hecho para la mía, se quedaron en algún rincón donde todavía conversan acerca de un futuro que nunca fue. Lo gracioso de todo esto, es que ni siquiera yo sospechaba dónde terminarían tantos años de angustiosa búsqueda que, si no hubiera sido por Elam, nada de lo que hice, hago, y haré, tendría sentido.

Mi reencuentro con Elam se dio en una etapa de mi vida en que además del abandono de Sofía, todo mi mundo estaba siendo asolado por un sinfín de dudas y problemas. Tuve que decidir si permanecía en el agobiante proceso de quedarme atrapado en el mar de dudas en el que me había estancado, o moverme, aunque sea a ciegas.

—Cuando la oscuridad haga presa de ti —me dijo Elam—, lo importante es moverse. No importa donde, tienes que moverte. El movimiento genera cambios. Todo en el universo está en movimiento. La naturaleza de la vida es el movimiento. Pase lo que pase, si continúas moviéndote, es seguro que llegarás a buen puerto.

Ese reencuentro fue mi salvación. Luego de años de no verla, recordaba como si hubiera sido ayer sus primeras palabras. Ese “hola”, tan sorpresivo que me dijo la noche que nos conocimos, aún hoy, me causa el mismo estremecimiento. Recuerdo que pasé muchas semanas reflexionando si es que esas vivencias fueron reales y aunque muchas veces la duda hacía presa de mí, lo extraño de todo era que muy en el fondo de mi corazón, algo me decía que ella era real y sus palabras ciertas. Desde esa vez, Elam pasó a formar parte de mi vida y sus enseñanzas fueron definitivas en mi formación.

Con lo que no contaba era que Sofía había entrado en mi vida de una manera tan contundente que mientras estuve con ella, Elam fue pasando a un segundo plano, hasta que finalmente terminó en el olvido. Si Sofía no se hubiera ido dejándome en un estado de orfandad terrible, probablemente nunca hubiera vuelto a ver a Elam.

Las primeras parálisis del sueño que experimenté, se dieron cuando aún no era conocido masivamente ese fenómeno.  Recuerdo que ese problema vino a atormentar mi vida desde que cumplí diecisiete años. La primera vez que ocurrió, pensé que estaba muriendo. La parte más dramática ocurría cuando me daba cuenta de que no podía mover ninguna parte de mi cuerpo. Me esforzaba tanto que comenzaba a sentir que tratar de llenar con aire mis pulmones se hacía cada vez más difícil. Entretanto, mi garganta seca y arenosa quedaba bloqueada, y el sonido de los latidos de mi corazón, fuertes y rápidos, me hacían pensar que esa taquicardia acabaría con mi existencia.

Sumemos a esto el profundo sueño que me envolvía. Ese adormecimiento era tan potente, que parecía que no había dormido en años, pero no quería entregarme a él, porque pensaba que, si lo hacía, probablemente no despertaría más. Muchas veces traté de gritar, pero mi grito quedaba ahogado en mi garganta, y cuando por fin lograba hacerlo, nadie me oía. Así que estaba entre la espada y la pared; o me movía y despertaba, o moriría si me dejaba llevar por el adormecimiento aquel.

No sé el tiempo que duraban esos episodios de parálisis, lo que sí sé, es que los momentos de pánico que viví fueron de tal intensidad que estaba comenzando a desarrollar hipnofobia.

Recuerdo que muchas veces intenté hacer caer la lámpara que estaba en el velador con la intención de que el ruido me despertara; lograba extender el brazo hasta donde estaba, y cuando trataba de tocarla, mis dedos la atravesaban. El que mis dedos pasaran a través de la lámpara y cualquier otra cosa que quisiera tocar, hacía que mi mente inmediatamente elucubrara ideas que hacían que entrara en episodios de pánico generados por la idea de ser ya un fantasma. Otras veces, trataba de rodar sobre la cama para caer en el suelo y que el golpe me despertara. Pero rodaba, caía, no sentía el golpe, y nuevamente me encontraba en mi cama.

Con el tiempo, fui desarrollando una técnica para superar ese problema. Descubrí que la única parte de mi cuerpo que podía mover, era el dedo pulgar de mi pie derecho. Entonces, lo que hacía era relajarme, y poco a poco, concentrarme para intentar moverlo. Una vez que lograba hacerlo a voluntad y con facilidad, juntando todas las fuerzas que me quedaban, me concentraba en mi pierna, y de un solo tirón trataba de moverla violentamente. Eso me despertaba inmediatamente.

Cuando Elam me dijo que la parálisis del sueño era la puerta al Desdoblamiento Astral me sentí aliviado porque al menos alguien sabía lo que me estaba ocurriendo.

—Eres afortunado. Esos son los síntomas del Desdoblamiento Astral.

Me explicó que, si aprovechaba ese momento para salir al Astral, conocería ese mundo. 

Cuando Elam me develó el secreto de mi parálisis, salté de alegría. Estaba cargando por un buen tiempo con esa pesada mochila, y aunque había desarrollado una estrategia para superarla, cada vez que ocurría, era una experiencia ingrata, porque, aunque mi miedo ya no era desbocado, despertaba con un agotamiento físico y mental que hacían que sobrellevar ese día, fuera penoso.

Los veranos aquí son amables y bondadosos. La temperatura de unos veintidós grados centígrados hace que el clima no sea agresivo y arrollador.  Esa tarde, todo invitaba a tener un momento de lectura agradable, así, me dispuse a leer echado sobre mi cama. Eventualmente, el silenció, lo placentero de la situación y la lectura algo tediosa, hicieron una combinación aletargante. Quedé profundamente dormido.

Desperté, pero estaba adormitado, y mi mano derecha aún sujetaba el libro sobre mi pecho. Por unos minutos miraba distraído el cielo raso de mi habitación mientras el sol descendía lentamente detrás de las montañas. Algunas sombras comenzaban a acentuarse sobre los tejados, así que pensé que sería buena idea encender la lámpara y ponerme algún suéter para continuar mi lectura, pero cuando traté de cambiar de posición para llegar al interruptor de la lámpara, sencillamente, no logré hacerlo. No podía moverme.

Según las indicaciones de Elam, debía relajarme sin miedo. No debía luchar contra el adormecimiento que venía con el poder de un somnífero muy potente, pero, tendría que estar atento, muy atento, con una atención que ella llamó, la atención de la Conciencia.

—¿La atención de la conciencia? —le pregunté con curiosidad.

—¿No sabes qué es la atención de la conciencia?

—No —le respondí.

—Cuando lo experimentes lo sabrás —me dijo con aire seco y frío.

Esa tarde, me dispuse a hacer lo que Elam dijo. Ya relajado, me abandoné al sueño tratando de estar atento. Para mi sorpresa, no estaba sintiendo los síntomas que solía. Lo siguiente que noté, fue que el adormecimiento comenzaba a manifestarse con mucha intensidad, pero en vez de luchar y tratar de estar despierto, me abandoné a la experiencia. Increíblemente, una extraña y nueva atención comenzó a manifestarse. Esa atención, estaba más allá del sueño y del adormecimiento de mi cuerpo, esta, se daba cuenta de todo lo que estaba sucediendo.

—Cuando ya no sientas tensión aparecerá un sonido en tus oídos, concéntrate en él y notarás que se hace muy fuerte, en ese momento, te levantas. No lo pienses, solo hazlo.

Seguí las indicaciones y lo que ocurrió fue que, cuando me relajé y abandoné al sueño, apareció un zumbido. Ese pitido agudo parecía venir desde dentro de mis oídos. En un principio era muy débil, cuando me concentré en él, aumentó su volumen. Entonces, me rendí al sueño totalmente mientras el sonido se hizo más intenso.

—Si el sonido se hace muy fuerte quiere decir que tu Cuerpo Físico ya está dormido, y tú, estás despierto. Encontrar ese momento es muy difícil, pero con la práctica lo lograrás.

El que ese sonido invadiera toda mi cabeza me dijo que mi cuerpo ya estaba dormido, sin embargo, tenía una atención que permanecía despierta, esa, era la atención de la Conciencia.

No pensé en levantarme, traté de levantarme con acciones como lo hacía cada mañana. Me resultó difícil, era como si estuviera tratando de salir de una bañera llena de lodo espeso y pegajoso. Con mucho esfuerzo logré sentarme. Allí, sobre el velador, la lámpara y mis libros estaban como siempre, en fin, la habitación lucía normal, y la ventana mostraba el resto de la ciudad tal cual la había visto por años.




Luego de reflexionar unos minutos, me asaltó una duda, ¿estaba sentado con mi Cuerpo Físico, o ya estaba en el Astral? Comencé a sentir algo extraño. Una sensación de pesadez comenzó a envolver mis movimientos. Además, un pequeño mareo, como cuando uno acaba de despertar de un sueño muy profundo hacía que la experiencia fuera confusa. No recuerdo por qué, pero algo me llevó a mirar el lugar donde estaba unos momentos antes. Lo que vi me desconcertó. Allí estaba yo, durmiendo con el libro sobre el pecho. La visión me impactó y todo mi cuerpo se escarapeló. Inmediatamente sentí un tirón muy fuerte hacia atrás, hacia mi Cuerpo Físico.

Desperté. Mi mente comenzó a crear pensamientos contradictorios acerca de lo que había ocurrido. Lo que recordaba, era que estaba en mi cama sin poder moverme, luego seguir las recomendaciones de Elam, hasta que finalmente se me ocurrió mirar hacia atrás. Recordar ver mi cuerpo echado con el libro sobre el pecho, me sorprendió, más que sorpresa, quedé maravillado de una manera terrorífica.

—Vas a morir la primera vez que lo hagas —me dijo Elam cuando hablé con ella. En un principio no le creí, su apreciación me sonaba innecesariamente dramática.

Tenía once años cuando en las paredes de algunas casas del barrio aparecieron unos panfletos pegados con una leyenda que más o menos decía esto:

 

“Este martes, a las 4 de la tarde, clases de Desdoblamiento Astral. Venga a conocer la quinta dimensión. El mundo de los vivos y los muertos. Sepa el futuro y el pasado. Viaje a cualquier lugar del mundo. Atraviese muros sin que lo vean

Salón Comunal del barrio 4:00pm.”

 

Quedé hechizado por la idea. Quería de una vez viajar, atravesar paredes y saber el futuro. El primer día de clases estaba muy ansioso. Quería que los minutos pasaran rápidamente para saber cómo era que se podía hacer un Desdoblamiento Astral.

Recuerdo que un par de amigos me acompañaron. Esa tarde, apresuradamente nos dirigimos al Salón Comunal, cuando llegamos, un par de jóvenes que no deberían tener más de veinte años esperaban en la puerta. La mujer cargaba en sus brazos a un niño muy pequeño, probablemente de no más de dos meses de nacido. Su aspecto en general era penoso, ambos resaltaban por su extrema delgadez. Los ángulos de sus huesos en cada parte de su cuerpo los investían de un aura penosa, hambrienta y sacrificada. Lo primero que me inspiraron fue lástima. Me preguntaba: ¿Cómo era que siendo tan jóvenes fueran tan serios, formales y desdichados?

Para las cuatro de la tarde, hora de las clases de Desdoblamiento Astral, éramos solamente mis dos amigos y yo. Nos dijeron que por favor esperáramos unos momentos a que llegara más gente. Media hora más tarde era evidente que nadie más vendría.

Pasamos a una de las salas del Salón Comunal. En una de las paredes, una pequeña pizarra emponchada en polvo de tiza se sostenía colgada de un clavo que sobresalía de la pared. Hacía el papel de borrador de pizarra un trozo de papel higiénico envuelto sobre un cartón.

—Parece que nadie más va a venir —Nos dijo el joven con voz de ratón.

Ya sentados balanceándonos peligrosamente en sillas viejas comenzamos a prestar atención. Mariano, nos explicó que el Desdoblamiento Astral era salir con un cuerpo llamado Cuerpo Astral a otra dimensión, y que, para salir a esa otra dimensión, había que quedarse atento cuando uno se iba a dormir. Luego de un rato, uno tenía que jalarse el dedo índice, si este se estiraba, ya estaba en el Astral. También, habló del Cuerpo Vital y otras cosas que no recuerdo bien. Su pareja lo miraba desde el fondo de la habitación tratando de calmar los quejidos del niño. Finalmente, cuando salimos tenía más dudas que cuando había entrado.

En la puerta, antes de irse, nos dijeron que el jueves seria la siguiente clase donde hablaríamos de las dimensiones. El caso es que nunca volvieron. Mis ganas de aprender a desdoblarme quedaron allí, como el sueño de un niño que cree en demasiadas fantasías.

Esa noche en mi habitación, sentí por primera vez el escalofrío del Desdoblamiento Astral: ¿A eso se refería Elam cuando me dijo que iba a morir la primera vez que lo hiciera?

Aunque mis experiencias con la parálisis del sueño eran dramáticas, el miedo que sentía era humano, pero ahora, recordando toda la experiencia donde vi mi Cuerpo Físico durmiendo, estaba descubriendo un nuevo temor, uno que viene de saber que no eres solo un cuerpo, que el universo es más sorprendente y misterioso que cualquier película o libro de ciencia ficción.

—Ni tus más grandes fantasías se comparan al Astral. Cuando lo experimentes, nunca lo vas a olvidar, y cuando te sientas amargado, defraudado y deprimido, él, te recordará que nada es un problema, que el universo es infinito y misterioso, y lo que importa, es comprenderlo.

Cuánta razón tenía Elam. El saber que no solo era un Cuerpo Físico, que había un Julius inmaterial más allá de todo y de todos, me dio un tipo especial de serenidad que no había conocido hasta entonces.

—Conocer el Astral, también va a hacer que te conozcas por completo. Tu mente tiene una idea equivocada de ti mismo. Vives una mentira que no es posible sostener si es que quieres explorar el Astral.

—¿Quiere decir que soy una mentira? ¿Una farsa?

—No exactamente. Lo que digo, es que tu nivel de percepción de alguna manera ha sido distorsionado, por tanto, la percepción de ti mismo también ha sido alterada, así, la imagen que tienes de ti, es falsa, y lo que proyectas al mundo es una caricatura de tu verdadero yo.

—¿Quieres decir que me estoy mintiendo?

—Sí, pero no es una mentira malintencionada. Es una que la mayoría de los seres humanos hacen por conveniencia.

—Es un poco difícil creer lo que me dices, Elam.

—No importa. Todos al principio lo niegan, luego, con el tiempo y la experiencia, algo les revela que estaban equivocados.

—No creo que yo esté equivocado.

—Una persona que quiere conocer el universo, no puede darse el lujo de ser un idiota, pero tú, lo estás haciendo muy bien.

Cuando la paciencia de Elam se terminaba, soltaba alguna frase de esas. Yo, ya la conocía y sabía que hasta allí podía llegar.

—Lo siento, puede ser que ahora no esté en la capacidad de comprender el hecho abstracto de que mi vida es una mentira.

—Es que tu vida es una mentira, porque el que piensa, siente y actúa, es alguien más, no tú.

—Entonces, ¿estoy poseído?

—No. Lo que quiero decir es que ese alguien que asume un papel que no debería, es una parte de ti que no conoces, y como no lo conoces, no debería tomar ese rol.

—¿Y quién es ese desconocido que está tomando ese papel?

—Es una parte oculta de ti mismo que desde la oscuridad, hace y deshace en tu vida.

—Si es parte de mí ¿cómo es que no la conozco?

—Porque te han enseñado que no existe.

—Pero está allí.

—Exactamente. Además, tu manera de ver el mundo desde una perspectiva tridimensional, hace que no puedas comprender que en un ser humano existen diversos aspectos emocionales y mentales que no son percibidos de una manera evidente, pero que se expresan de maneras sutiles, pero concretas en otras dimensiones y en tu vida diaria.

—Entonces, dentro de mi hay algo desconocido que hace que haga todo lo que hago, y, por tanto, no soy yo el que ha tomado alguna decisión.

—Si. Y si piensas que eso no es verdad, dime las motivaciones reales que tienes para aprender a desdoblarte.

—Ser libre.

—Vamos Julius, es en serio.

—Es la verdad.

—En unos años cambiarás de opinión.

—¿Por qué?

—Porque al menos en este caso, por ignorancia te estás mintiendo. Yo sí sé por qué quieres aprender a desdoblarte.

—Si lo sabes, dime por qué.

—No te lo diré, responder eso es tu tarea.

—Está bien.

Pasaron solo algunos años hasta que un día con vergüenza y sorpresa pude responder esa interrogante. Cuando la práctica me reveló muchas características mías ocultas, pude comprender todo lo que Elam me dijo. Eso me reveló a un Julius que solo le interesaba el Desdoblamiento Astral para usarlo con fines egoístas. Para manipular y sacar algún provecho personal.

—Debido al pequeño campo de percepción que tienes solo puedes ver una parte de ti, la otra, está allí, yo la veo, todos la ven, solo tú la ignoras.

—Entonces, ¿todos pueden ver la parte que no conozco?

—Sí.

—¿Y por qué yo no la veo?

—Porque no te enseñaron a verla y porque te conviene no verla. Así evitas hacerte responsable de tus actos.

—¿Por qué?

—Porque tu mundo caería a pedazos.

—¿Tan peligroso puede ser?

—Si.

—¿Por qué?

—Porque no es bueno conocer al fantasma, si no estás preparado.

—Esto se está poniendo muy abstracto. Entonces, algo o alguien llamado el fantasma es el que hace eso.

—Si. El fantasma, es ese alguien que no conoces, pero que está allí. Es el dueño de tu lado oscuro el que crees que no tienes, y cuando lo ves por casualidad lo escondes, lo niegas, porque te conviene.

—Es decir que aparte de un Julius, hay otro.

—Sí, y no.

—¿Cómo es eso?

—Hay un Julius que de alguna manera conoces y te guste o no, ese eres. Pero hay uno más que no conoces o que pretendes no conocer. Un Julius que solo te atreves a ser en sueños, o cuando crees que nadie te está viendo, y por eso piensas que no existe.

—¿Un Julius que soy cuando nadie me está viendo?

—Sí. Porque te han enseñado a vivir separado de tu fantasma. Es decir que crees que, si haces algo malo, y lo haces a solas y nadie se entera, eso no ocurrió. Tu fantasma está allí, es solo que no te da la gana verlo.

—¿Por qué es que no vemos al fantasma?

—No lo vemos porque nos gusta vivir engañados y creer que somos perfectos. Además, el fantasma es el que hace el trabajo sucio, nosotros somos impecables. Y finalmente el motivo más importante: Te enseñaron a vivir así.



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Copyright © 2021 Ivan Guevara

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Safe Creative: 2109149248569

ISBN: 9798477750894

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