El DÍA DE LOS DIFUNTOS: pinceladas al vuelo

Edistio Cámere

El puente mediante el cual se accede a Lurín estaba atestado de carros que no atinaban ni a adelantar ni dar vuelta. Esta vez, sin embargo, las bocinas en silencio, la paciencia arropaba las destemplanzas y, la serenidad asumió el mando.  ¿Por qué ese aglomeramiento vehicular? ¿Qué sostenía el orden reinante? Al interior de nuestro vehículo, las razones circulaban a velocidad, en direcciones contrarias y sin semáforo que pause su curso. Finalmente, una razón aquietó las expectativas: “Hoy es 2 de noviembre y se celebra el día de los difuntos”.

En efecto, de los carros descendían los allegados portando vistosos y, en algunos casos, frondosos ramos de flores; quienes no, apuraban el paso para adquirir el suyo. Es una muestra de cariño llevar un detalle a quien se va a visitar. En la antesala del cementerio, el bullicio y el natural desorden por el afán por ingresar, en cambio, una vez que se cruza el umbral de la puerta, el clima es otro. Los deudos se dirigen con paso calmo, reverencia y con cierta expectación hacia donde reposa su ser querido. Ante entrañable acontecimiento, mezcla de orden, silencio, recogimiento y respeto, me quedó claro que el día de los difuntos es una natural expresión y tradición humana que, en el Perú, persiste y se mantendrá imperecederamente. Los matices costumbristas, folclóricos y al extremo mercantilistas, no anulan su real sentido: recordar y rezar por nuestros muertos.

La familia es el espacio por antonomasia donde se nace, se crece y se muere como persona; más aún, como singular e irrepetible, la familia la valora y trae, sin cesar, al presente, lo bueno que es que para ella su presencia. La vida biográfica se evoca, se festeja y se reconoce incluso a despecho del paso del tiempo y de la ausencia física: el ir a encontrarse con el difunto así lo confirma.

Encontrarse con el ser querido testimonia la importancia que tiene para el ser humano el espacio, la ubicación y la vivienda. Junto con el nombre, la dirección del domicilio, revelan quiénes somos y dónde habitualmente transcurre la existencia. La fosa común o el no ubicar en un espacio personal a nuestros allegados, multiplicó el dolor en la pandemia. En las ciudades, de las viviendas horizontales, pasando por los departamentos familiares se ha llegado a los denominados “loft”; algo similar ocurre con los camposantos, de las grandes extensiones y aderezados jardines se ha pasado a los columbarios. ¿En contra? No. Pero haríamos bien en no enajenar el debido decoro y el lugar donde reposen los muertos en favor de la pura eficacia.

Por último, el día de los difuntos también expresa: a) que la familia no es solamente cercanía física, trasciende lo temporal, pues se funda en el amor, en los valores y en las tradiciones; b) el agradecimiento y veneración hacia quienes nos precedieron; y, c) que junto a la historia familiar se afianza el cariño a la patria, el respeto a los antepasados y la adhesión a los valores peruanos.


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